PREGÓN DE SEMANA SANTA

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José Ignacio García-Muñoz (Queche)

Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, le miró fijamente y le dijo: <<Tú también andabas con Jesús el nazareno>> A lo que Pedro contestó <<No sé, ni entiendo lo que quieres decir>>…y enseguida por segunda vez cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras de Jesús: <<Antes de que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres>>, y rompió a llorar. (Marcos 14 66-68.72)

<<Aunque tenga que morir contigo no te negaré>> (Mc 14-31) y Pedro lo decía sinceramente, pero no se conocía.

Cuando a Ricardo Fernández-del Moral Pozuelo, le propusieron pregonar la Semana Santa de su pueblo, al contrario que Pedro, no negó su condición, y sin titubear asumió su destino, pero Ricardo, que sí se conoce ya, como buen lidiador se ha llevado el compromiso a su terreno. Lejos de mostrársenos como el erudito que sin duda es, descendió al terreno de los mortales, y haciendo bueno el dicho de que la música empieza donde no llegan las palabras, nos hizo rezar el Padre Nuestro, meciendo la letra de la oración por excelencia en una granaína portentosa que remató por tonás, para dar protagonismo al corazón, un corazón cuyas paredes transparentes se empañaron de emoción recordando sus inicios como colorao, y haciendo justicia a tantas madres y abuelas que han sido el pilar fundamental en el que nos sustentamos los que hacemos fila. La “gordura hermosa” de Ricardo, no está solo alimentada de los dulces primorosos de estas fechas a los que aquél niño era tan aficionado, Ricardo tiene gordura hermosa pero en el alma, porque la ha alimentado con la tradición que sus padres le confiaron, y de la que nunca renegó.

El pregón, y tratándose de Semana Santa no podía adolecer de una saeta. Este humilde reportero ha escuchado muchas veces cantar a Ricardo, y creedme si os digo, que la saeta que escuchamos el sábado no ha sido normal; la siguiriya con que comenzó venía del mismo llanto interno del cantaor, que por enésima vez se emocionaba y nos emocionaba.

Quizá alguno de los que asistieron al pregón, se pregunte porqué remató por sevillanas su paseo por la Semana Santa, y hay dos motivos; el primero es que, por su estructura las sevillanas admiten más letra y dan lugar a contar más cosas, y la segunda y no menos importante, es que las sevillanas antes fueron seguidillas, y de esas en La Mancha entendemos bastante.

Ricardo puso en la calle a todas y cada una de las hermandades que procesionan por las calles de Daimiel. Coloraos, Moraos y Blancos. Negros, Corbatos y Capuchinos desfilaron por delante de nuestros ojos cerrados y nuestros oídos abiertos al compás de su guitarra, y es que no siempre una imagen vale más que mil palabras cuando el cuento te lo lee Ricardo Fernández-Del Moral Pozuelo.

Anuncian lluvias para nuestra semana grande ya veremos, pero desde mi punto de vista, ya no nos quedaremos sin ver las procesiones después de escuchar el pregón de nuestro paisano.

Son casi las doce de la noche de un Domingo de Ramos, y no me puedo dormir. Por el pasillo, camino mientras en el móvil vuelvo a escuchar a Ricardo; voy rodeado de nazarenos que brotan del templo de su garganta, un lugar donde la Semana Santa tiene cobijo, y un hijo que por más que cantara el gallo nunca negó que era colorao con lo que San Pedro está más que redimido.

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