SIEMPRE SERÁ VERANO AZUL

0

 870 visitas,  1 visitas hoy

Paki García Velasco Sánchez

A raíz de este pequeño cambio de tiempo que estamos teniendo y
al ir hoy por la calle, he escuchado hablar a dos personas que,
refiriéndose a la lluvia y al fresquito de estos días, estaban diciendo:
“esto va a hacer que finalice el verano”.

Y aunque muchas personas creen que el verano termina cuando
pones la lona a la piscina, cuando recoges los bártulos que has
tenido al “retrotero” en los días calurosos, cuando cambias el
bañador por la rebequilla encima de los hombros o cuando como
hoy, cambia el tiempo etc…, nada más lejos de la realidad, la señal
inequívoca, de que el verano ha llegado a su fin, es cuando se
muere Chanquete y un rato después Pancho corre detrás del coche
de Julia mientras de fondo se escucha la canción del Dúo Dinámico
“El final del verano”, que, por cierto, es automático oír esta melodía
y que a muchos se nos ponga un nudo en la garganta, haciendo
que a nuestros ojos asome una furtiva lagrimilla.

Y es que, desde hace más de cuarenta años ya, esta es una
despedida tan esperada como temida; por lo que no hace falta que
lo digan los calendarios, ni los meteorólogos, ni leches; mientras no
se muere nuestro pícaro marinero en la serie fetiche de nuestros
veranos de juventud, no sabemos que ya tenemos metida una
pierna en la estación de la hoja caduca. Que como yo digo siempre,
un verano sin ver esta serie, no es verano.

Porque seamos sinceros, ¿quién de nosotros no se ha tragado
alguna vez todos sus episodios?, ya fuera en su estreno en aquellas
lejanas tardes sentados en un sofá de sky y delante de la “caja
tonta”, (era lo que había, ya que al no contar con tantas cadenas, no
podíamos elegir como ahora), o en la correspondiente reposición
que TVE hace casi todos los años, que, para todo aquel que no lo
sepa, Verano Azul es una de las series que cuentan con más
reposiciones en la historia de nuestra televisión, aunque no me
extraña, ya que al contener tanta inocencia en su guion, hace que
no tenga fecha de caducidad.

Tal fue el revuelo que se montó con la mítica serie, que esta
pequeña población desde entonces, se ha convertido en uno de los
principales destinos turísticos de España, consiguiendo que muchos
veraneantes se hayan acercado a Nerja tanto a ver sus playas,
como a querer visitar y patear los lugares y escenarios donde los
protagonistas de la ficción pasaron aquel lejano verano del 81, y
que, cuando llegas allí, tu mente vuelve a ese pasado recordando
cada una de las escenas que anteriormente has podido disfrutar
gracias a la pequeña pantalla.


Hace unos años tuve la suerte de conocer la famosa población que
sirvió de “plató” y punto de reunión en aquellas aventuras de una
pandilla que nos hicieron reír, soñar y vivir un verano singular y
único que se nos quedó grabado para siempre.


Poder recorrer los rincones que sirvieron de escenario para tal
evento es una sensación increíble para cualquiera que se considere
un admirador y, porque no decirlo, un fan de la serie, ya que gracias
a que el pueblo ha seguido manteniendo vivo ese espíritu, los
visitantes que allí vamos años después, podemos disfrutar de todo
aquello que en su día pudimos ver por televisión.

Haciendo un poco de historia decir que: corría el año 1981 cuando,
gracias a Antonio Mercero, toda España viajamos a través de la
pequeña pantalla y de la mano de una variopinta pandilla de chicos
y chicas a la población malagueña de Nerja, una pandilla que,
capitaneada desde un principio por un marinero llamado Chanquete
y que acompañado por Julia, una pintora que acudió allí en busca
de reposo y paz, se convertirían ambos, sin saberlo, en los pilares
en los cuales se apoyaban o pedían consejo todo el grupo.


Entre alguno de los escenarios que pude visitar se encuentran:

. EL balcón de Europa: un enorme y precioso mirador el cual debe
su nombre al mismísimo Rey Alfonso Xll, está situado en el centro
de Nerja siendo un hervidero de actividades y gente, además nos
ofrece unas impresionantes vistas al Mar Mediterráneo.
. La Tasca de Frasco: en realidad se llama Bar el Molino, y es un
antiguo molino de aceite ahora convertido en un bar típico con
actuaciones de flamenco en vivo; decir que su interior a día de hoy
sigue tal y como aparecía en la serie
. El Chiringuito de Ayo: el mismo Ayo aún sigue ahí, a pie del cañón
con sus suculentas paellas y las largas e interminables colas que se
forman a la hora de comer alrededor de su negocio; motivo por el
que los camareros y demás personal, están sacando continuamente
jarras de agua heladas con trozos de naranja o limón, para que los
que están a la espera de pillar mesa se sirvan de ellas y les sea
más llevadero el calor.

*Las Cuevas de Nerja: aparte de ser Monumento Natural e
Histórico Artístico declarado Bien de Interés Cultural desde el año
2006, estas cuevas son unas impresionantes y enormes cavidades
que, gracias a sus formaciones rocosas, a nadie dejan indiferente.
Con el añadido que en nuestra visita tuvimos la suerte de
encontrarnos en persona allí al pequeño de la pandilla, si, a Tito,
más mayor claro está, pero Tito al fin y al cabo, y más suerte aún es
cuando se paró a hablar con nosotros…¡¡eso sí que fue un
subidón!!


. Cala Chica: Aunque su verdadero nombre es Playa de la Caleta de
Maro. Este lugar se ha mantenido invulnerable al paso del tiempo, y
cuando te encuentras en ella parece que va a salir Pancho por allí
corriendo y gritando aquella frase que a todos nos encogió el
corazón en ese penúltimo capítulo: “Chanquete ha
muertoooooooooo”… por cierto, que vaya palo nos metieron a toda
la chiquillería cuando nos enteramos de ello, es más, como por
aquel entonces la revista “Supertele” en su portada nos hacía
espóiler de ello, toda España se paralizó ese domingo esperando el
fatal desenlace, que encima y para más inri, iba aderezada con
aquella banda sonora de Los Amigos de Gines, “Algo se muere en
el alma”, menudo acongoje pillamos, ¡y quien diga que no miente!!
. El Barco de Chanquete: Buenooooooooo ¿Qué decir de la
Dorada?, tan solo que cuando te encuentras frente a ella y aunque
sabes que no es la original, solamente una réplica de la que salió en
la serie, no puedes resistir la tentación a tomarte la típica foto
delante suyo o a subir esos pocos escalones para llegar a la
diminuta puerta, e incluso miras arriba y te imaginas a los de la
pandilla cantando la famosa estrofa que hizo historia: “Del barco de
Chanquete, ¡no nos moverán!! ”


Esta réplica se encuentra en el “Parque Verano Azul”, un parque
infantil el cual fue un homenaje del pueblo de Nerja hacia la serie
siendo inaugurado en el año 2001 y donde todas sus calles llevan
una placa con el nombre de cada uno de los personajes de la serie.


Decir también que con el paso del tiempo muchos de los rincones
que vimos de Nerja en la serie, ya no existen o están
irreconocibles. Pero, aunque todo haya cambiado y algunas cosas
no estén igual que antaño, en esas calles y esas playas, siempre
quedará un tierno recuerdo de lo que fue nuestra infancia, nuestra
lejana infancia.


Seguro que para los chicos de la pandilla ese fue el verano de su
vida, pero si a muchos de nosotros nos preguntasen por el nuestro,
cada cual nos iríamos a aquel del que guardemos un recuerdo
agradable, nada tendría que ver con Chanquete y compañía, eso
seguro. Si a mí me preguntasen, diría que mi verano azul o mis
veranos azules, fueron todos aquellos de los que guardo tantos y
tan bonitos recuerdos, como los de aquellas tardes y noches de
interminables juegos y risas correteando por la calle, o de aquellas
reuniones familiares que fueron muchas, y como no, de los baños
con las amigas en las piscinas o albercones de turno, esos benditos
albercones que a más de uno nos salvaron del calor tórrido en
aquellos calurosos días de estío; muchas veces me pregunto que
habría sido de nosotros sin ellos.


Por ello y desde estas letras, quiero APLAUDIR así, en mayúsculas,
a todos aquellos susodichos albercones que en nuestra juventud
nos sirvieron para mitigar los calores de aquellas tardes estivales en
lo que fueron mis veranos, pero sobre todo un reconocimiento muy
especial al que una vez tuvo mi familia y a aquellos días que
pasamos en el plantío de mis padres, a aquellas comidas
domingueras en donde toda la familia al completo, sin faltar nadie,
acudíamos semana tras semana como si de un ritual se tratase, y
allí, desde bien temprano en la mañana y todos juntos, pasábamos
el día entre risas, paellas, parrilladas, calor y baños, esos baños en
la alberca del abuelo Ramón, a veces con el agua limpia y muy fría
(incluso recién sacada del pozo), y otras veces con el agua de color
verde, llena de oba, puesto que, al no contar con depuradora, de
vez en cuando se ponía así, lo cual conllevaba tremendos
escurrizones de todos los bañistas, vamos, ¡que si no nadabas,
patinabas!!


Esa alberca en la que tanta gente nos habremos remojado, por
desgracia ya no existe, fue un diseño y construcción de mi padre, y
en su edificación participamos toda la familia y algún que otro
vecino de los campos colindantes, cada uno en lo que buenamente
podíamos, ya fuese sacando calderillos de tierra del agujero que era
el vaso de la susodicha, amasando cemento, arrimando aquellas
enormes espuertas de arena, rejuntando y pasando piedras etc…,
¡lo que fuese!!, eso sí, bien chula que se nos quedó, y, sobre todo,
¡menudo baño tenía!!…aún recuerdo a mi padre el día en que la
terminó, lo hizo rematando una de las esquina de la parte de dentro,
dándole forma con un botellín, ¡menudas mañas!.


También contábamos con un gigantesco flotador negro, el cual era
la recámara de una rueda delantera de tractor (en aquellos años no
había tanto flotador de diseño como ahora) y que, entre todos,
intentábamos “domar” al querer subirnos en él sin que este se
volcase, una tarea casi imposible ya que más de cuatro sentados
encima de él era algo inalcanzable, estábamos más tiempo debajo
del agua que encima del susodicho. Luego estaban aquellas
competiciones a pescar curianas (que por entonces había
muchísimas), en el que cada participante provisto con un jarrillo y
entre medias de aquel “pelapollos” de salpicazos de agua que se
liaba, teníamos que ir cogiéndolas para echarlas a un cubo, y así
después, ver cuantas habían caído. Lo malo es que como las
susodichas volaban, algunas incluso antes de caer en la vasija, se
iban zumbando de nuevo al “charco del pato”, que raticos más
buenos echábamos entre unas cosas y otras.


Otro recuerdo que se me viene a la cabeza es qué, al no tener luz
en la casilla, nuestra improvisada nevera (como la de mucha gente
por aquel entonces), eran unas enormes espuertas llenas de
comidas y bebidas varias: (botellines, mirindas, gaseosas etc), las
cuales teníamos tapadas con una inmensa lona para que así, junto
con aquellas gigantescas barras de hielo que poníamos por todos
sitios se conservaran mejor, hielo que por cierto íbamos a comprar
justo antes de irnos al campo y el cual aguantaba todo el día sin
casi deshacerse.


Ya por la tarde y en las brasas de una buena lumbre, de esas que
se echaban en el suelo, (porque no teníamos barbacoa), ver
aquellas enormes parrillas repletas de ricas viandas, como esas
chuletillas, tocinillo, morcillas o chorizos, todos ellos “churruscaillos”
por las ascuas y que tan ricos nos estaban, para seguidamente y
cuando ya estaban asados, en el diminuto parador con el que
contaba la casilla y alrededor de una pequeña mesa fabricada con
maderas recicladas por algunos de los manitas de la familia, en la
que ya se encontraba la fuente con el pipirrana de turno y el jarro
con el calimocho, sentarnos la familia al completo para dar buen
provecho de todo ello cuando ya la tarde comenzaba a caer con sus
tonos rojizos (de esos de los nuestros, de los bonitos) entre los
muchos pámpanos que nos rodeaban, para poco a poco irse
apagando y dar paso a la noche que se echaba sobre nosotros.


Y justo en esos momentos, al caer la noche y mezclados con el “cri
cri” de los grillos de turno, se empezaban a escuchar a lo lejos,
algunos motores sacando agua para regar la tierra de parte tarde,
ya que a esas horas nocturnas el terreno lo agradecía más.


Y después de la cena, ya en reposo, y con la tertulia que
tuviéramos, poder observar esos cielos limpios y estrellados tan
solo rotos de vez en cuando por alguna estrella fugaz que cruzaba
como alma que lleva el diablo, y que a veces casi ni te daba tiempo
a ver.


Esas son algunas de las cosas que yo recuerdo de mis inolvidables
veranos azules… es por lo que hago mías las palabras del señor
Antonio Machado, el cual dijo en un último verso antes de morir:
“Esos días azules y ese sol de la infancia…»

Compartir.

Sobre el autor

Déjanos un comentario, no hay que registrarse