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Paki García-Velasco Sánchez
Estamos a pocas horas de entrar en la noche del 31 de octubre, cuando cada vez en más lugares de España hemos adoptado esas costumbres anglosajonas en donde muchos niños y niñas salen por las calles disfrazados para la ocasión (de vampiros, muertos, brujas, demonios, monstruos etc…) y van de casa en casa pidiendo chuches con el típica coletilla del «truco o trato» (aquí en Daimiel y año tras año, esto cada vez gana más adeptos); también en esa noche, en muchas casas o cines, se suelen hacer maratones para ver pelis de miedo, ya sean estas de la temática que sean, el caso es que asusten (aunque para mi gusto si pueden ser me quedo con las del señor de la careta y el machete, Jason Voorhees, para mí son las mejores).
Pero vayamos a ver de dónde viene dicha celebración.
La cada vez más tradicional fiesta de Halloween o noche de brujas, tiene sus orígenes en Irlanda y en la fiesta pagana Samhain, esta se celebraba cuando la temporada de cosechas tocaba a su fin y daba comienzo el año nuevo celta, coincidiendo con el solsticio de otoño.
Se creía que durante esa noche los espíritus de los muertos podían caminar entre los vivos.
A lo largo de los años dicha celebración se ha ido “tuneando” y se ha quedado tal y como la conocemos en la actualidad, ya que, en la antigua fiesta de Samhain, los celtas solían utilizar nabos vaciados que llenaban con carbones al rojo vivo o velas como faroles para guiar a los espíritus e iluminar algunos caminos, este tipo de faro vegetal proviene del siglo XIX, aunque al llegar a Estados Unidos y como allí no había plantaciones de nabos pero si de muchas calabazas, optaron por cambiar dicha tradición.
Esta adoptada celebración es la antesala al Día de Todos los Santos que aquí en España y en varios países más, es una festividad religiosa que se celebra cada primero de noviembre (desde el año 731 cuando el Papa Gregorio III consagró en la Basílica de San Pedro a todos los santos y así hizo que se estableciera en dicho día, el 1 de noviembre).
Esta fecha está dedicada a la memoria de nuestros familiares y amigos difuntos, a los cuales visitamos en el cementerio haciéndoles ofrendas florales.
Esas flores, ya sean sueltas o en ramos prefabricados, se pueden encontrar en las floristerías, en algunas casas particulares y desde hace unos años también, a las puertas del cementerio con los vendedores ambulantes.
Entre ellas y las que más se venden para esta ocasión son: crisantemos, margaritas, claveles, rosas, calas, gladiolos etc.
Antes, aquí en Daimiel, muchas familias cosechaban sus propias flores para esta ocasión, yo las que más recuerdo y las que siempre me han gustado, también sé que mis padres sembraron alguna vez, son las crestas (o crestas de gallo), una planta de lo más bonita y llamativa la cual a simple vista parece que es de terciopelo.
Unos días antes de la susodicha fecha, el cementerio de llena de gente limpiando, pintando y arreglando las sepulturas para que ese día en sí, luzcan en todo su esplendor.
Y ya el 1 de noviembre y durante todo el día, desde que el cementerio abre sus puertas y hasta que las cierra, aquello es un hervidero de personas en su ir y venir de una lápida a otra; porque reconozcámoslo, todos tenemos en aquella casa tan triste, grande y silenciosa a un ser querido, y que, aunque vayamos de visita a lo largo del año, no sé por qué, ese día como que parece que si no vas no estás tranquila.
Hace tiempo, durante ese día e incluso durante todo el mes de noviembre, había gente que ponía velas a la memoria de sus difuntos, me imagino que en algunas casas aún seguirán haciéndolo, también recuerdo aquellas lamparillas o mariposillas de colores que se ponían en un tazón con agua y aceite y se dejaban durante toda la noche hasta que se consumían.
En este mes que está por llegar, también hay bastantes personas, que van todos los días al cementerio como una especie de ofrenda a los que ya no están , yo recuerdo cuando era pequeña el ir con mi madre todas las tardes en aquellos noviembres pasados, cuando después de comer, caminábamos hasta allí, pasábamos por donde están mis abuelos y nos volvíamos de nuevo a casa, al ir siempre a la misma hora hizo que todas las veces y en la lejanía, viéramos pasar el tren, aquel tren que un día tras otro era fiel a su cita igual que nosotras.
Y para terminar una mención también para la noche del día 2, ya que según decían antaño que: «era la noche de los biznaos y andaban los muertos por los tejaos», y claro, con ese dicho cuando eres una cría no sabes que tan solo era eso, un dicho, así nos pasaba a muchas de mis amigas y a mí, que esa noche y por el miedo de ver un muerto sobre el tejado, no salíamos de casa para nada 😊
P.D Dedicado a todas esas personas las cuales ya no se encuentran entre nosotros presencialmente, pero que si lo están en espíritu.