DESTRIPANDO AL AMOR

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Desde un Mardetrankilidad

AMOR. Según Wikipedia se refiere a un concepto relativo a la afinidad o armonía que se establece entre los seres, y que puede definirse de diversas formas dependiendo desde el punto de vista que nos posicionemos: artístico, filosófico, religioso, o incluso de la ideología que se profesa.


Desde la perspectiva de “Occidente”, ósea nosotros, se interpreta como un sentimiento relacionado con el afecto y el apego que se produce a consecuencia de una serie de actitudes, emociones y experiencias.


Si nos movemos hacía el ámbito filosófico, la definición va un puntito más allá, y se habla de que el amor tendría que ver con una virtud que abarca todo el afecto, la bondad y la compasión del ser humano.


Lo que no cabe duda es que el concepto de amor es algo abstracto, intangible, y que sin entender bien ni cómo ni porqué, los humanos experimentamos con mayor o menor intensidad, con mayor o menor pesar, o con mayor o menor satisfacción. La variabilidad es infinita en un gradiente que oscila sinuoso tal y como lo haría la serpenteante huella de un ofidio.


En muchas ocasiones lo dotamos de cierto misterio, magia y grandiosidad emocional. Estar enamorado es para muchos el sentimiento más potente y apasionado que se puede sentir y perseguir en la vida.


En mi caso durante muchos años, y creo que influenciada por las religiosas de mi colegio, las películas, novelas y telenovelas de la época, así como la constructiva y edificante revista Pronto que leía en las casas de mis amiguitas de calle (en casa éramos más de Diario 16, la Codorniz e Interviú), viví asida a esa distorsionada idea del amor romántico por excelencia. Ese que posiblemente cultivara y defendiera la mismísima Leonor de Aquitania como el amor cortés.


Bajo este prisma el amor era universal y todopoderoso. La emoción que todo lo puede, que está por encima de cualquier circunstancia o condición y mediante el cual, las personas caemos rendidas ante un simple parpadeo de ojos si viene de la persona perfecta.


Pero por desgracia me temo que el cuento no es como lo pintan. La vida ha sido una maestra ejemplar que con el pasar del tiempo me ha permitido acumular experiencia y sabiduría en este sentido. El conocimiento adquirido sobre todo en estos últimos años me ha dotado de una perspectiva mucho más realista y racional de la experiencia amorosa.


Ahora que dejo en el pasado más años de vida de los que posiblemente que me quedan por delante, vislumbro el amor desprovisto de artificios para concebirlo como lo que en realidad es, una más de las experiencias emocionales que nuestro cuerpo, nuestro cerebro y nuestra química neuronal nos permiten experimentar en la interacción con nuestros congéneres o incluso con nuestro entorno.


Y a esto es a lo que me refiero con la expresión que da título a esta nueva colaboración… DESTRIPAR AL AMOR”. Porque con este ejercicio de análisis racional trataré de desidealizarlo, aunque sin dejar de considerarlo en momento como una brutal experiencia absolutamente necesaria para el hombre.

Más allá de cualquier tratamiento cultural, no me cabe duda que el amor está en nuestra genética, es pura biología y por tanto tiene un importante papel en nuestro desarrollo evolutivamente hablando.

ENTRANDO EN MATERIA.
Hay autores que identifican al amor con una emoción, otros con un sentimiento, en tanto que algunos le conceden un cariz más sexual sin el cual estaría incompleto.


Si que puedo estar de acuerdo con todos ellos en que el amor es un sentimiento profundo hacia algo o hacia alguien, incluso puede estar dirigido hacia nosotros mismos. En definitiva, acepto la idea de que el amor nos impulsa a acercarnos a ese objeto de deseo por la sensación de bienestar que nos provoca.


Igualmente entiendo y asumo en principio que, cuando los seres humanos sentimos esto inevitablemente tendremos la necesidad de cuidar a ese algo o ese alguien. En recalco en principio, porque este cuidado no siempre es recíproco. Sólo cuando ambos participantes son sujetos neurotípicos esta condición es mucho más probable. ¿O acaso no habéis conocido a alguien que parecía un completo autómata en esta materia?


Sea como fuere, desde que tengo uso de razón y creo que motivado por esa necesidad mía de entender y analizar todo cuanto ocurre dentro y fuera de mí, me he pasado años tratando de comprender, entender y asimilar que es lo que sucede en el cerebro cuando se está enamorado y porqué se da esta compleja experiencia.


Mi objetivo en este artículo no será otro que desmembrar el concepto de amor en pedacitos para descubrir los engranajes de la maquinaria de un concepto al que durante eones los humanos han dedicado odas, poemarios, novelas, ensayos, pinturas, canciones, películas, obras de teatro y un largo etc. de expresiones artísticas.

Voy a volcarme en ese minucioso trabajo nutriéndome de cuántas fuentes tenga a mi alcance, desnuda de prejuicios, y enfrentándome a esa emoción tan visceral, irracional y vehemente desde una mirada puramente científica.

REVISIÓN SOCIOLÓGICA DEL AMOR.
Desde el punto de vista más científico, psicológico y evolutivo, el amor es un sentimiento muy relacionado con el apego. Digamos en base a esta perspectiva que el amor no sólo da sentido a nuestra vida, sino que también la hace posible.


Es un sentimiento por tanto adaptativo y útil que permite al ser humano ciertos logros, cierta estabilidad y seguridad, tanto como individuo o como parte del grupo de pertenecía. Digamos que el amor cumple una función esencial en la creación de vínculos necesarios para la supervivencia teniendo en cuenta lo prolongado y lento que es nuestro desarrollo y crecimiento como especie.

Otras especies menos hábiles social y tecnológicamente se ven avocadas a aumentar el periodo entre nacimientos para garantizar la supervivencia de la prole. En nuestro caso, los seres humanos, y en base a procesos colaborativos, hemos sido capaces de lograr unidades de convivencia que nos permiten acortar nuestra tasa de fecundidad y criar a varios retoños al mismo tiempo.


Gerald Hüther en su libro “la evolución del amor”, retrata la historia evolutiva y cultural del ser humano fundamentada desde la creatividad, la cooperación y la unidad.


Este profesor de Neurobiología de la Universidad de Gotinga (Alemania), explica que la selección natural no se rige exclusivamente por la competencia, sino también por el amor que nos mantiene unidos a otros individuos de nuestra especie y también por el amor a la propia naturaleza.

Sin amor no podríamos tener hijos y que su crecimiento fuera viable en un medio inhóspito. Sin amor no podríamos involucrarnos con cariño y compromiso para atender a nuestros hijos y ayudarles a encaminar sus propias vidas como seres adultos.


Además, según este autor, el amor es fuente de creatividad y no sólo en el caso de los artistas, también lo es para individuos de a pie o los grandes políticos y científicos.


El amor es la base de nuestra existencia como especie según este Hüther porque ha nutrido y propiciado muchos de nuestros logros culturales.


En el extremo contrario también asevera que el estrés, la presión y la ansiedad que como sociedad sufrimos no resultan de amor, sino de la competencia, y que, por tanto, la competencia sería la fuerza motora de la especialización, no de la creatividad.


Aunque en ocasiones hayamos podido oír que la competencia y la guerra han impulsado grandes invenciones, lo que realmente nos une y mantiene en comunión con las demás personas y la naturaleza es el amor, más allá de la competencia.


La única fuerza que puede hacer de este planeta un planeta justo, habitable y perdurable para todos los individuos que la habitan y habitarán, es el amor. De lo contrario seguiremos luchando por nuestra pequeña parcela de realidad, en competencia con el vecino, con el barrio de al lado, o con la provincia, región, país o continente diferente al mío.

Para otros muchos investigadores, al igual que para Hünther, el amor es la emoción que hace posible nuestra evolución como seres humanos. Es la base de nuestro progreso.


Un amor que se traduce en la manera en que los sistemas vivientes coordinan sus acciones de un modo que trae como consecuencia la aceptación mutua y el bienestar y prosperidad del grupo. Para lograr esos objetivos como grupo debemos inevitablemente escucharnos recíprocamente.

En definitiva, lo que intentan transmitirnos los científicos de diferentes disciplinas en una perspectiva no precisamente optimista, y estoy totalmente de acuerdo con todos ellos, es que será el amor a la propia especie, lo que nos garantice la supervivencia en este planeta. Lástima que tengamos que comprobar por la actualidad que cada día nos brindan las noticias, lo poco que los hombres hemos aprendido a este respecto. Tristemente sigue ganando la lucha frente a la cooperación y es que pocas especies de la paneta son tan nocivas para si mismos y para su hábitat como la humana.


Creo después de haber realizado esta inmersión bibliográfica que, de continuar esta tendencia belicista en la que los pueblos y sociedades del mundo andan inmersas, el hombre jamás vencerá. Si queremos traducir esto a un término cognitivo, SÓLO EL COMPROMISO DE EQUIPO Y LA CREATIVIDAD PARTICIPATIVA NOS DARÁ LA LLAVE PARA GANAR ESA PARTIDA COMO ESPECIE.

BASES BIOLÓGICAS DEL AMOR.
Desde el punto de vista biológico el amor es un fenómeno integral que involucra nuestro cerebro, nuestros órganos productores de hormonas (Hipófisis y glándula adrenal) y nuestro cuerpo.


Con ello los científicos nos indican que, cuando sentimos esa gloriosa emoción, estos órganos segregan de manera masiva las hormonas o mensajeros químicos que son capaces de proporcionar una extensa gama de sensaciones que van desde el placer, la euforia, la confianza, la seguridad, la plenitud, pero igualmente participan en otras menos positivas como la ansiedad, la obsesión y la depresión.

El amor es un milagro que incluye patrones conductuales, cognitivos y emocionales muy característicos y universales por todos identificables.


Desde el punto de vista biológico distinguimos básicamente dos tipos de amor: el amor de pareja y el amor filial, es decir el maternal, paternal o fraternal.


Ambos serían fundamentales para la supervivencia como especie ya que el primero es el que nos lleva a la reproducción, mientras que el segundo garantiza que las crías reciban los cuidados necesarios y adecuados para su correcto desarrollo.


Así mismo el amor de pareja fideliza y genera seguridad y confianza, evitando situaciones cambiantes en el entorno de crianza. Mientras el amor esté presente entre los miembros de la pareja, se garantizan las condiciones óptimas para que los nuevos individuos crezcan al amparo de sus dos progenitores.


Por tanto, podemos decir que la propia biología humana, nuestra genética, está programada para asegurar esos cuidados al menos durante un tiempo.

FASES DEL AMOR EN PAREJA.
⦁ Mariposas en el estómago.
La primera fase de una relación amorosa es el ENAMORAMIENTO. Se trata de un proceso transitorio que se inicia por la percepción de un estímulo (la persona que nos gusta), y el consecuente placer producido en nuestros sentidos por su presencia. Tenerle frente a nosotros nos agrada sin remedio y lo que es peor… sin saber bien porqué.


El sentido que durante mucho tiempo dirigió este proceso fue la VISTA. Es posible que de ahí venga la archiconocida y repetida frase del “AMOR A PRIMERA VISTA”.


Esto no implica que sean menos importantes otros sentidos como el olfato, oído y tacto. Sin embargo, en la actualidad la predominancia de la vista a la hora de “engancharnos” ha quedado totalmente obsoleta.

No tenemos más que observar como los avances tecnológicos han hecho que en muchas ocasiones ese primer contacto entre dos personas se produzca de manera virtual y no real. Ya sabéis, correos electrónicos, aplicaciones de contactos y un gran número de redes sociales que complican la ecuación hasta el paroxismo al ampliar el número de factores que intervienen en el proceso de atracción y enamoramiento.


Durante el enamoramiento se dan cambios fisiológicos impresionantes en nuestro organismo. Los cambios a nivel de producción de hormonas van a tener distintos efectos sobre la mente y sobre el cuerpo.


No sólo cambia de manera notable nuestro estado de ánimo. Podemos incluso llegar a tener una percepción diferente de la realidad.


En los primeros meses de enamoramiento se elevan los niveles de cortisol, una hormona esteroide relacionada con el estrés.

En los hombres curiosamente disminuye la producción de testosterona, mientras que aumenta en las mujeres. Así el varón se muestra más tranquilo estando enamorado en tanto que la mujer por el contrario está más en estado de alerta, o puede incluso mostrarse más agresiva de lo habitual.


¿Quién no ha experimentado durante la fase de enamoramiento estados de ansiedad y estrés moderados que suelen manifestarse en un aumento de la sudoración y presión arterial, ritmo cardiaco, o la presencia de ciertos movimientos peristálticos cuando ven aparecer por la esquina a su enamorado?. De ahí debe venir lo de las famosas mariposas en el estómago.

Paradójicamente, aunque muchos de nosotros hayamos podido decir a nuestro ser amado la romántica a la par que ñoña frase… “te amo con todo mi corazón”, hemos de ser conscientes de que todos nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones corporales varias provienen de nuestra actividad cerebral y no del corazón.


Si bien algunas regiones del cerebro están involucradas tanto en el amor maternal como en el amor de pareja, en experimentos en los que se realizan análisis de imágenes del cerebro mediante resonancia magnética, se pudo ver que al presentar fotografías de un hijo a una madre o de su ser amado, se activaban regiones similares del sistema límbico.


Pero igualmente se comprobó que otras estructuras como el hipotálamo (región involucrada en muchas funciones entre ellas la conducta sexual, únicamente se activaban en el caso del amor de pareja.


En sujetos muy muy enamorados, el visionado de una foto de su amorcito activaba regiones del cerebro relacionadas con emociones positivas que causan bienestar (ínsula, corteza cingulada, núcleos caudados y putamen).

Pero curiosamente al tiempo se inactivan otras zonas del cerebro como la amígdala y la corteza frontal y prefrontal que se asocian al miedo o establecimiento de un juicio crítico o de la razón.


Esta circunstancia podría estar relacionada con el hecho de que cuando nos enamoramos dejamos de ser críticos y todo nos parece ideal. Ósea dejamos de lado las señales de peligro, lo que nos lleva otra frase mítica … “EL AMOR ES CIEGO” … o nos volvemos tontos del capirote.

LAS MOLÉCULAS DEL AMOR.
Dada la gama de sensaciones que involucra el fenómeno del amor, no cabe pensar que exista una única molécula capaz de provocar semejante maremoto emocional.


Al tratarse de un proceso complejo es de Perogrullo deducir que deben ser varias las hormonas que intervienen.

Las hormonas son sustancias íntimamente ligadas a todos y cada uno de los estados mentales y físicos que los humanos experimentamos, en este caso, tanto en el amor romántico o de pareja, como el maternal.


Comencemos a ver cuáles son y qué papel juegan cada una de ellas:

⦁ Vasopresina y oxitocina. Son ambas moléculas de péptidos, es decir sustancias formadas por aminoácidos, que son los componentes esenciales de las proteínas.


Ambas hormonas tienen acciones vitales y diversas en nuestro organismo.


⦁ La vasopresina (hormona antidiurética), participa en la regulación del contenido de agua en nuestro cuerpo.
⦁ La Oxitocina es esencial en el trabajo de parto y la lactancia., pero además de estas funciones ambas participan en el despliegue de conductas sociales, el establecimiento y mantenimiento de los lazos entre la madre y su bebé, y también entre estos mismos lazos entre los miembros de la pareja.

A nivel experimental, incluidas varias especies de mamíferos y el propio ser humano, se ha descubierto la importancia de la oxitocina liberada durante el parto y la lactancia a la hora de generar y mantener el vínculo madre-hijo.


Cuando se administró oxitocina a ovejas hembras, se las indujo a cuidar crías ajenas y desarrollar con ellas conducta maternal, que de manera natural serían inviables.


Igualmente, durante el coito se produce un incremento en la secreción de Oxitocina y vasopresina lo cual contribuye a afianzar el vínculo entre los miembros de la pareja.


En ratones de pradera se ha demostrado que la vasopresina estimula conducta paternal lo que contribuyó a que los machos mantuvieran por más tiempo los lazos con su pareja y conductas monógamas. Fijaros que papel tan crucial llegan a tener las hormonas.

⦁ Serotonina, dopamina y endorfinas. Todas ellas participan en la generación y reforzamiento de muchas emociones que se manifiestan durante las relaciones amorosas a través de la actividad de estructuras cerebrales relacionadas con el placer y las sensaciones de recompensa. Además, estos neurotransmisores regulan la producción y efectos de la Oxitocina y Vasopresina.

Sin embargo, si tenemos que hablar de la auténtica hormona del amor entendido éste como ENAMORAMIENTO, hemos de hacer alusión si o si a la FENILETILAMINA.


La feniletilamina no es una hormona en sí misma, sino un aminoácido que segrega nuestro cerebro cuando tenemos delante al “ESTÍMULO PERFECTO”, para él. Sería, por poner un símil fácilmente comprensible en nuestra era cibernética, como hacer “Match” en Tinder.


La feniletilamina pertenece a la familia de las anfetaminas y surge en respuesta a eso que llamamos “amor a primera vista”, a esa idealización que hemos hecho de la pareja perfecta.


Estamos hablando de esa persona que encaja con nuestro ideal de pareja, como la pieza exacta en nuestro puzle personal del amor. Ese ser que reúne en principio todos los atributos que nuestro cerebro más primitivo interpreta como idóneos con nuestra media naranja platónico. Y recalco nuevamente en principio, porque hay individuos que se manejan por el mundo portando máscaras elaboradísimas para esconder su verdadero Yo, de modo que resultaremos fácilmente “enbaucables”.

Lo que provoca esa primera descarga de feniletilamina en nuestro cerebro es como el efecto en cascada que desencadenaría una primera ficha del dominó.


Ante la presencia de esta potente hormona, nuestro cerebro comienza a segregar otras de las hormonas que ya vimos con anterioridad: serotonina, dopamina y endorfinas.

⦁ La Dopamina nos proporciona la sensación de euforia y bienestar. De estar como en una nube.
⦁ La noradrenalina hace que se nos acelere el ritmo cardiaco y provoca también el enrojecimiento de las mejillas.
⦁ La Serotonina es la responsable de la respuesta sexual.

El ENAMORAMIENTO es un proceso físico y químico mediante el cual, como seres individuales descubrimos y sentimos la necesidad de complementarnos con otra persona.


Aunque a todo este proceso químico hemos de sumarle también la importante mediación de la educación que recibimos, y con ello me refiero a la propia jerarquía de valores. Cualquier experiencia amorosa, se verá intercedida por las referencias éticas que hemos recibido a lo largo del proceso de socialización en nuestra familia y entorno, así como por las propias experiencias personales anteriores. Nuestra historia de vida.


En base a esto último construimos arquetipos heredados en la mayoría de las ocasiones de nuestros padres y “pares”, de forma que cuando aparece la persona que nos encaja, el cerebro simplemente responde.

CUANDO ESCAMPA LA TROMENTA AMOROSA
Por suerte este torbellino hormonal que implica el ENAMORAMIENTO no dura para siempre.


A nivel evolutivo tiene sentido en tanto que se prolonga el tiempo suficiente (entre 9 y 18 meses según algunos autores, hasta 4 años según otros), para garantizar la buena crianza de las crías. No podemos olvidar que somos mamíferos evolucionados, al fin y al cabo.


Pasados los primeros meses ya comienza a perder intensidad. A partir de ahí, la progresión de la relación se basará, ya no en factores biológicos concretos, sino en la construcción que como pareja se ha trabajado y la voluntad de mantener un proyecto en común. Y esto sí que nos diferencia del resto de animales mamíferos que pueblan este planeta.

El ENAMORAMIENTO sólo es el paso previo para el verdadero AMOR. Y aquí es cuando vuelve a entrar en juego la oxitocina, dado que es la hormona que permanece cuando las otras desaparecen.


La Oxitocina constituye la hormona del cariño, de la confianza o del apego como bien dijimos hace un rato. Lo que consigue esta hormona con su presencia es que se cree un vínculo de verdadero afecto entre los miembros de la pareja.


Pasado el efecto de las demás hormonas del ENAMORAMIENTO, el AMOR deja de ser ciego. Es cuando vemos a la otra persona sin las gafas de color rosa, con sus defectos, al igual que los nuestros quedan visibles a sus ojos.


Ahora es cuando el trabajo previo realizado en pos de ese constructo llamado pareja hará las veces de sólida estructura. Cuantos más elementos se tengan en común, cuanta más afinidad, cuánto más se acompasen valores, ideas, gustos, sueños, ocio y expectativas de vida, mayores serán las probabilidades de éxito para esa pareja.


Si el amor se instaura, se mantiene constante el riego hormonal a cargo de la Oxitocina y otras hormonas de tipo opiáceo (encefalinas y endorfinas que procuran sensación de gozo, felicidad, tranquilidad), y que son las que en definitiva nos “enganchan” a nuestra pareja.

De hecho, ante una ruptura y la falta de la persona amada, las sensaciones que experimentaremos serán exactamente las mismas que las producidas en un síndrome de abstinencia de un opiáceo. Viviremos a todo “dolor” el mono cuando la relación se rompe y dejemos de tener cerca a nuestra pareja.


¿Quién no ha experimentado alguna vez esa amarga sensación?. Pues bien, ahora que he adquirido todo este conocimiento admito que de haberlo sabido todo esto antes, la gestión de los procesos inherentes al amor y desamor, los habría gestionado de distinta manera, sin elevarlos a la categoría de epopeya.


Estoy convencida de que, si alguien me hubiera formado e informado a este respecto, el paso del huracán AMOR, podría haber sido mucho menos letal de lo que ha sido en ocasiones para mí, o al menos habría sabido paliar sus efectos con mayor prontitud y eficacia.


Y lo que es aún peor, no habría ahorrado sumar al dolor del luto amoroso el de la culpa por no lograr superarlo en tiempo y modo esperado. Recuerdo frases dichas supongo con buena intención que poco ayudaron en su momento como:

⦁ ¡Es que eres muy enamoradiza!. ¡Intenta superarlo, pon de tu parte!
⦁ Pero si no es para tanto, se pasará en un Pis Pas, ya verás.
⦁ La mancha de una mora con otra verde se quita.
⦁ A rey muerto… rey puesto.

Y podría seguir con la retahíla hasta el infinito y más allá. Sólo sé que, en respuesta a consejos tan poco didácticos, para mis adentros sólo repetía, ¡pero ¡cómo se hace eso por dios bendito, ¡cómo consigo para este dolor que me está desgarrando las tripas!.


Hay además otro factor clave en la ecuación que tanto en mi caso, como en el de posiblemente muchas otras personas, amplificó la manera de vivir la experiencia amorosa confiriéndole un plus de intensidad para la bueno y para lo malo. Me estoy refiriendo al hecho de ser PAS, o lo que es igual, Persona Altamente sensible.


No olvidemos que ser PAS es una condición que muestra o expresa aproximadamente el 20% de la población. Es un factor que se hereda genéticamente, y por tanto ha de quedar claro que ninguno de nosotros fuimos voluntariamente al puesto de la esquina a por “cuarto y mitad” de alta sensibilidad.


No es que unos seamos tremendamente enamoradizos en tanto que otros parecen tener un control sobrehumano sobre su emocionalidad. No es que algunos tengamos corazones de blandiblup y otros de hormigón armado. Sencillamente nuestra genética y nuestra bioquímica cerebral es bien distinta.

Puede que algunas personas segreguen mayor cantidad de oxitocina y se “enganchen” antes y más intensamente que otras, como también es plausible que determinados individuos la segreguen en cantidades insignificantes o nulas y jamás se lleguen a enamorar.


Así que para que quede lugar a dudas, y lo voy a poner en mayúsculas y negrita…


EL AMOR ES PURA BIOLOGÍA. NO HAY VOLUNTAD, NI CONTROL ALGUNO, NI INTENCIÓN VOLUNTARIA SOBRE LO QUE SENTIMOS. Es nuestro sistema límbico propio, individual, con sus especificidades el que nos está abocando a experimentar toda esa serie de sensaciones. A falta de información al respecto, los más sensibles sucumbiremos con total seguridad ante semejante marabunta emocional.

Para acabar este artículo quiero compartiros mi afán por aprender y conocer en cualquier ámbito, pero en este en concreto aún con más ahínco. “Saber” nos aleja de prejuicios insanos, pero además nos confiere consciencia y racionalidad a la hora de interpretar los hechos.


En mi opinión, y yendo un poco más allá, considero que la educación emocional debería ser asignatura obligatoria desde que ponemos el pie en un centro educativo.


Juzgar a alguien por sentir puede llegar a ser irresponsable y cruel. Es algo que se tiende a hacer sin medir las consecuencias. Pero el que peor parado saldrá sin duda será el agraviado. De ahí la necesidad de crecer con esta capacitación afectiva, a ser posible facilitada por parte del propio profesorado además de por los padres.

Para llegar a la adultez sin traumas, es vital crecer disponiendo de Información que nos permita relacionarnos con los demás sanamente, sabiéndonos defender con asertividad, con las herramientas necesarias identificar patrones tóxicos, para discernir estrategias de superación, pero sobre todo para poder calibrar riesgos antes de vernos involucrados en alguna relación que comprometa nuestro bienestar personal y social.

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