¿QUE ES UNA MOTO?

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José Ignacio García-Muñoz (Queche)

Desde que Sylvester Howard Roper (1823-1896) inventó un motor de vapor alimentado por carbón, y tuvo los huevos de instalarlo en una “cosa” que podía considerarse una motocicleta por el entramado de hierros que lo soportaba, muchos han sido los intentos del hombre por ahorrarse el esfuerzo que supone el pedaleo para impulsar un artefacto a una velocidad más o menos “digna”. Wilhelm Maybach y Gottlieb Daimler (1855) construyeron una moto con cuadro y ruedas de madera (hay que tener valor), dotándola de un motor de combustión interna que desarrollaba la escalofriante potencia de 0,5 caballos, y que prometía una conducción, cuanto menos emocionante. Con semejante bastidor y la “vaporetta” debajo del culo a punto de quemarte las pelotas, (si es que el traqueteo por aquellas carreteras del Señor, no había terminado con ellas antes), había que ser o un loco, o un inconsciente iluminado a punto del ingreso en un sanatorio para enfermedades mentales, para subirse a semejantes artefactos y dar gas; de modo qué, un punto de locura siempre ha estado asociado al motero.

Imaginad un engendro de ese tipo, con su correspondiente…llamémosle “piloto suicida”, bajando a toda velocidad por una pendiente envuelto en humo, ruido y juramentos varios, pero al mismo tiempo con la mirada perdida del que está preso por la pasión, Una sonrisa en la que se incrustan piedras ,polvo e insectos, y en la que se detienen las miradas de incredulidad de los viandantes que consideran al propietario de “aquello” una perdida irremediable para la humanidad. De modo, que ya tenemos otros dos ingredientes que van a acompañar a la moto el resto de sus días: La pasión del que la conduce, y la incomprensión del que no lo hace. Debe ser algo atávico que el paso del tiempo no ha conseguido borrar del inconsciente colectivo, y que hace que, a día de hoy los padres prefieran que sus hijas tengan un novio con coche, mejor que con moto, o lo que es peor; se lo compren a sus hijos (me refiero al coche).

Finalmente, Nikolaus August Otto, inventó el motor de cuatro tiempos (ciclo Otto) y Daimler antiguo empleado de Otto, lo puso en una motocicleta. Posteriormente los hermanos rusos Werner, ensamblaron el motor en una bicicleta y ¡hala!, a vender motos, y así hasta nuestros días.

Recapitulando, podemos considerar a la moto como un artefacto dotado de un motor, alrededor del cual, y para poder conducirlo… y lo que es más importante pararlo, se colocan, bastidor, suspensiones, ruedas, y unos frenos. Como guinda al pastel, unas luces y un montón de cables y componentes eléctricos que, con el devenir de los años, convertirán a los motoristas en victimas de averías inexplicables y expertos en juramentos, que invariablemente comenzarán por: “La madre que parió a…”, y a continuación el nombre del cacharrito que nos ha dejado tirados.

Resumiendo, la moto, es investigación, tecnología, la moto es industria, deporte y ocio, pero sobre todo, la moto es pasión. Sin el tío que va arriba, persiguiendo horizontes tras el sol que se oculta en una tarde de verano. Superando una trialera, bajando dos décimas en un circuito o recreándose en los brillos trapo en mano una tarde de domingo, la moto no es nada. Dicen que los perros se parecen a sus amos y estoy de acuerdo, al igual que las motos, se parecen a sus propietarios, les otorgamos personalidad, carácter, y las dotamos incluso de alma. Son una prolongación, una proyección de nosotros mismos.

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