REJONEO 2

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José Ignacio García-Muñoz (Queche)

Haciendo un pequeño resumen del capítulo anterior tenemos que, son dos las formas de montar que más influencia han tenido en los caballeros de la antigüedad. A saber: a la brida, y a la jineta.

La brida representada por la antigua caballería cristiana, contaba con estribos largos y pierna extendida para facilitar la estabilidad a costa de la movilidad. Un ejemplo actual podría encontrarse en los actuales picadores que montan caballos de mucho peso y protegidos tanto caballo (peto) como caballero (defensa metálica en pierna derecha) por el equivalente actual a las antiguas armaduras. Se complementa con borrenes altos en la silla, y arzones también más altos.

La jineta como decíamos el otro día, utiliza una silla menos aparatosa con estribos más cortos, piernas semiflexionadas y borrenes más bajos lo que facilita la movilidad y la agilidad sobre la silla, llevando a la posibilidad de tener las manos libres para otras tareas.

Cuando nuestros antepasados andaban ociosos en eso de abrirse la cabeza a estacazos (algo que en aquellos tiempos era frecuente), los caballeros utilizaban sus monturas para el arte de la caza o las competiciones; algo sobre lo que no vamos a tratar aquí, y que ha tenido sus derivadas en los famosos toros de La Vega o el de Tordesillas que no entran en el arte de la tauromaquia según nuestro criterio. De aquellas artes de caza o demostraciones de habilidad sobre el caballo, derivan las suertes que hoy en día practican los rejoneadores.

Hemos dicho que al rejoneo también se le llama toreo a caballo, solo que el jinete utiliza su montura a modo de muleta de modo que, aquello de parar, templar y mandar, lo ha de hacer subido en su caballo atemperando las embestidas del toro con diferentes ritmos de su cabalgadura. No entraremos en la doma que requiere el animal para hacerle apto para el rejoneo, pero sí en los diferentes tercios, y la variedad de suertes que podría ejecutar el rejoneador según su nivel de competencia y grado de inspiración. En la lidia a caballo existen tres tercios:

PRIMER TERCIO O DE REJONES DE CASTIGO

Como en su homónimo del toreo a pié, se trata de parar al animal que sale con “muchos pies” haciendo que el toro persiga al caballo lo cual se puede hacer “doblándose mucho” es decir describiendo grandes círculos, o doblándose poco con círculos más pequeños. En ambos casos se deben hacer hacia la izquierda y procurando dejar al toro en los medios. A continuación se clavan los rejones de castigo (entre uno y tres según la plaza) que serían el equivalente a los puyazos de los picadores, pero menos traumáticos.

Es en este tercio cuando el rejoneador debe estudiar al toro para comprobar querencias y formas de arrancarse; si corta la embestida, si persigue, si se cruza, por qué lado etc. Son los rejones en los que se despliega una banderola con la que el rejoneador torea al toro, y normalmente se clavan al cuarteo, aunque siempre son el toro y el estudio de su comportamiento los que dictan el hacer del jinete, la elección del terreno, y el recurso más adecuado.

En Portugal nuestro país vecino, se utilizan en este tercio “farpas” o rejones de arpón, que son menos pesados por lo que es más fácil hacer puntería, y menos lesivos por lo que el toro queda más entero

Cuando se lidia a dúo, solo uno de los rejoneadores va armado mientras el otro solo lleva el palo del rejón con la banderola.

Citaremos como curiosidad del reglamento el hecho de que el rejoneador ha de presentar dos caballos como mínimo por toro que ha de lidiar, añadiéndose uno más si el toro está en “puntas”; es decir con las defensas intactas.

En este tercio, es cada vez más frecuente el toreo utilizando el sombrero o la banderola del rejón de castigo como parte del lucimiento, y no solo para parar al toro.

SEGUNDO TERCIO O DE BANDERILLAS

Este es el tercio de mayor lucimiento, el equivalente a la faena de muleta, y el rejoneador exhibe su dominio sobre el caballo y hace alardes de doma. Las banderillas al ser más cortas exigen mayor cercanía con el toro, y es prácticamente obligado reunir el par que se ha de sacar a la altura del ala del sombrero del rejoneador. En el reglamento nacional se contemplan tres pares de banderillas que en el autonómico de Andalucía se elevan a cuatro. Es el tercio en el que se utilizan más caballos, y se hacen más adornos como la corveta, la levada o el jambete.Se puede clavar de frente, al cuarteo, al quiebro, al pitón contrario, al violín, a una o dos manos. Banderillas cortas, o rosas que se clavan muchas veces utilizando el caracoleo; suerte en la que caballo y toro giran en círculo mientras el rejoneador va dejando las farpas. Se tiene referencia de esta suerte allá por 1790 en una corrida de toros en Madrid donde se lidiaron 18 toros. La suerte al violín fue creada por Bernardino Landete, y el rejoneador clava con la mano derecha por el lado izquierdo asemejando un toque de violín.

Las banderillas cortas son patrimonio del “cavaleiro” portugués José Bento, y a partir de ahí muchos otros como Álvaro Domecq Diez.

Hablando de cavaleiros portugueses, cabe decir que, a diferencia de los rejoneadores españoles que visten atuendo corto vaquero, los portugueses visten a la “Federica” que no es más que un traje de caballero del siglo XVIII en tiempos de Federico II “El Grande de Prusia” donde lo más llamativo resulta la camisa rematada con chorreras, y el tricornio adornado con plumas de avestruz. El cavaleiro “amador” que es aquél que no ha debutado como cavaleiro “praticante” se viste de corto a semejanza de los rejoneadores españoles si bien normalmente no llevan zahones.

ULTIMO TERCIO O DE MUERTE

Como su nombre indica, se corresponde con la “suerte suprema” del toreo a pie. Es de todas las suertes la que guarda mayor semejanza con las antiguas artes de caza

Aquí hemos de detenernos unos instantes ya que esta suerte entraña grandes dificultades: en primer lugar, hay que conjugar dos elementos en movimiento como son caballo y toro, por lo que la precisión para dejar el rejón en lo “alto” es muy difícil; en este punto por lo general se suele ser más benevolente que en el toreo a pie perdonándose con más tolerancia los rejones desprendidos, contrarios, atravesados, o bajos. Por la situación del rejoneador por encima del toro, es casi obligado clavar en vertical, con la mano muy arriba, y en el círculo reducido de las agujas del toro, y para más dificultad, al contrario que en el toreo a pié, el toro echa la cabeza arriba y “se tapa la muerte”.

Si el rejoneador no consigue su objetivo desde el caballo, puede echar “pie a tierra” y terminar la faena como los toreros de a pie, aunque también podría hacerlo el sobresaliente de espada si bien es cierto que esto último es muy poco habitual.

Resulta frecuente que después del primer rejón, el toro se acune en las tablas y no haya manera de clavar un segundo rejón como marca el reglamento, y hay que recordar que el rejoneador solo tiene cinco minutos desde que empieza el tercio por lo que si el toro se “amorcilla”, acude raudo a por el descabello porque a partir de aquí, solo dispone de dos minutos adicionales.

No suele verse con agrado por los aficionados, el hecho de que en esta última parte de la lidia después de la muerte del toro, el rejoneador acuda a su caballo más virtuoso, capaz de hacer más adornos y alardes de doma para calentar al respetable convirtiendo este tercio en una especie de demostración circense.

En el próximo capítulo, veremos las diferentes suertes del rejoneo y la forma de ejecutarlas, para así juzgar con conocimiento de causa esta espectacular forma de lidiar. También veremos algunas sutilezas a la hora de observar a caballo y jinete. ¿Se ha fijado usted en como coloca las orejas el caballo durante la lidia? Hasta la próxima.

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