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José Ignacio García-Muñoz (Queche)
Hay personas que no pueden haber nacido más que en el lugar que lo han hecho porque así lo quiso la divina Providencia, y Carlos Redondo, no podía haber nacido más que en Daimiel, porque el destino le había elegido para cantar “Somos de Daimiel”, y darnos motivos para que nos sintiésemos orgullosos no solo de él, sino de ser daimieleños, y así se lo debió decir nuestra morenita virgen de Las Cruces; por eso el chiquillo se vino a Daimiel, a nacer aquí .Y esta es la herencia, que al final de su jornada Carlos nos dejó, como a su vez lo hiciera con él su padre; cabeza alta y en la conciencia nada que pesara.
Dicen que Carlos Redondo ha muerto, pero yo no estoy de acuerdo.

Sus pasos resonaran en la calle Jesús muy cerquita del Nazareno, como en tantas otras que han sabido de él. Sus canciones forman parte del aire que mece el trigo y se cuelan por los ojos de Molemocho, y entre los tarayes y la masiega de la Isla del Pan. Rozan las campanas de San Pedro, y el ábside de Santa María. Trepan por la cintura de La Manola, y después, toman la sombra bajo el olivo milenario, para terminar, meciéndose en la roja panza de las nubes en los atardeceres de Navaseca. Carlos está en los microsurcos del tiempo, donde su voz ha quedado recogida para siempre en ese gran disco que todos vamos grabando durante nuestra vida. Carlos Redondo suena a Daimiel, y Daimiel suena a Carlos Redondo un obrero aventurero.

Mañana, cuando se inicie su sepelio, no cabrá un alma en el tanatorio, la iglesia ni en el camposanto, y lo digo literalmente porque solo un alma, la de daimieleños de todos colores, caminarán unidos al lado de Cristo tras el cortejo; el alma de Daimiel. Ciertamente, Carlos no podía haber nacido en otro sitio que no fuese Daimiel, al igual que Maradona solo podía ser argentino o Curro Romero sevillano, de vez en cuando, hay cosas que son como deberían ser
Dicen que Carlos Redondo falleció el jueves por la noche, pero yo no estoy de acuerdo con eso, yo estoy de acuerdo con San Agustín De Hipona…

La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, vosotros sois vosotros. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo Dadme el nombre que siempre me habéis dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho. No uséis un tono diferente. No toméis un aire solemne y triste. Seguid riendo de lo que nos hacía reír juntos. Rezad, sonreíd, pensad en mí. Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?
Descansa en paz querido Carlos y que la tierra te sea leve. Nos seguimos escuchando.