JESÚS SIN SOGA

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Miguel Rodríguez Mejía

De los paseos por la Plaza del Salón de una ciudad de Andalucía saliendo de la Calle Morería a Santa Cruz  y cruzando hasta la Iglesia de Santa Bárbara que está en el vértice opuesto, eran de mis pasos más habituales a diario, para contemplar de los mejores barrocos que he visto en tan poco recorrido y pasaba por un oratorio en el que veía la imagen de un Nazareno con el cíngulo borrado del retablo.

En el siglo XV, en calle Juan Perea, entre San Juan y San Gil, vivía un zapatero llamado Maese Luis, fervoroso devoto del Nazareno de la capilla existente en el exterior de la Iglesia de Santa Bárbara, (imagen que yo mismo visitaba cuando era joven e iba por temporadas a ver a mis abuelos). El tal Maese Luis, tenía dos hijos pequeños y su mujer estaba bastante enferma. El hombre estaba dominado por el vicio del juego y todo lo ganado lo gastaba en dados y tableros, por lo que la familia pasaba mucha necesidad aunque al artesano no le faltaba el trabajo, pero las malas compañías y sus ánimos le llevaban a perder casi de inmediato todo lo que ganaba cegado por su vicio.

Había empeñado muchos objetos valiosos y sentimentales en casa de un judío llamado Samuel, que habitaba en la Calle Morería más allá de la actual Plaza de Abastos. Una noche llegó a casa y la mujer del zapatero agonizaba por la enfermedad y la falta de alimentos, sus hijos estaban asustados y llenos de temor por la situación de su madre y porque en esa casa no había medios para hacer nada por ella, se veían desamparados. Maese Luis acudió al Nazareno, para suplicarle con dolor y arrepentimiento que lo amparara y lo ayudara. El Santo Cristo cobró vida y entregó al hombre un cíngulo o cordón de oro que ceñía su cintura, haciendo que se convirtiera en el precioso metal, para socorrer a su familia. Asombrado por el prodigio y lleno de alegría, corrió para vender el oro del sagrado objeto, pero, al pasar por la casa de juego una vez que había vendido el cordón, olvidó el milagro y perdió el importe de la venta. Llegando a su casa tal y como comenzó la noche. Su arrepentimiento no le había servido de nada.

La leyenda asegura que Jesús Nazareno, al ver la ingratitud de Maese Luis y sabiendo que no podría negarle su auxilio si otra vez se lo pidiese, dispuso que se le borrara el cíngulo para siempre, cada vez que se lo pintasen, cosa que parece ser ocurrió en varias ocasiones. Este es el motivo por el que la imagen no tiene cíngulo en su túnica y se le conoce desde entonces con el nombre de Jesús sin Soga.

Con posterioridad a los hechos, se realizó una talla de Nuestro Padre Jesús sin Soga que es una talla atribuida al escultor José Montes de Oca (1675-1754), que, según el Profesor José Hernández Díaz, la realizó en 1733. De un gran realismo, sigue las características de las mejores obras de Montañés y Juan de Mesa.

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