EL TRABAJO DEL ESPARTO

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Jesús Camacho

No existen datos que demuestren que el esparto haya sido utilizado durante el paleolítico aunque se piensa que durante el paleolítico superior la fibra de esparto podría haber sido manejada en la península ibérica por el homo sapiens para coser, siendo a partir del Neolítico cuando ya se puede atestiguar el uso de esta materia.

Como se indica, el uso de la fibra de esparto para fabricar objetos en el sureste de España es inmemorial, posiblemente tan antiguo como los primeros asentamientos humanos como así lo demuestran las excavaciones arqueológicas que han dejado documentado los múltiples usos del esparto en épocas prehistóricas: cuerdas de distinto grosor; capazos y cestos para usos domésticos, agrícolas, mineros y marítimos; esteras y trenzados diversos, suelas de sandalia y hasta prendas de vestir.

Existen hallazgos muy interesantes del 3500 a.C. en La Cueva de los Murciélagos de Albuñol, en la costa de Granada, donde junto a varios esqueletos hallamos indumentaria y utensilios fabricados con fibra de esparto.

Sandalias de esparto. Neolítico. Cueva de los Murciélagos de Albuñol
Cesto de esparto. Neolítico. Cueva de los Murciélagos de Albuñol

Durante la época ibérica fue normal el uso del esparto para realizar diferentes objetos, como sandalias o cuerdas y en la época romana, la producción de objetos realizados con esparto se exportaba más allá de las zonas del Mediterráneo occidental donde la planta es natural. En la Alta Edad Media continúa el uso del esparto, aunque no hay referencias directas y durante la Baja Edad Media, se constituyen gremios específicos para la industria del esparto. A partir de aquí, el proceso de producción del esparto se iría diversificando y especializando en diversas ramas o secciones y localidades enteras, basaron su economía en esta actividad hasta la década de los años 60 del siglo pasado.

En los años cuarenta del siglo XX el esparto adquiere una relevancia económica sin precedentes, siendo considerado como “fibra nacional” y controlado por el gobierno central y por los Ayuntamientos, en un panorama de penuria y desempleo general, que exigía a duras penas un salario digno para un áspero trabajo para aquellos que no tenían más recursos que sus manos.

La localidad de Cieza en Murcia, se convierte en el primer centro de manufactura de esparto de España con cincuenta fábricas aproximadamente, y más de la mitad de su población dedicada a esta industria y en la Sierra del Segura de Albacete, a partir de los aquellos años 40 aparecieron muchas fábricas de esparto en diferentes municipios como Molinicos que llegó a producir más de cinco millones de kilos al año, Ayna y Elche de la Sierra sumando tres millones, Liétor cuatro millones y Férez y Socovos un millón.

En la década de los años cincuenta y ante el colapso económico generalizado, la Dictadura franquista se vio obligada a autorizar la importación de otras fibras. También en esos años tiene lugar un proceso de mecanización donde se eliminan poco a poco los utensilios manuales sustituyéndolos por maquinaria más perfeccionada que mejoraba la calidad de la fibra de esparto y reducía la insalubridad de las fábricas por la gran concentración de polvo.

Ante esta nueva realidad, cierran las empresas fuertes que no consiguen adaptarse a los nuevos tiempos y es en los años setenta cuando las fibras sintéticas derivadas del petróleo ganan terreno al esparto. Con la llegada del plástico, los artículos ya no resultaban prácticos ni rentables y este hecho le daría, en términos taurinos, el estoque final a la industria espartera.

El esparto, es una planta de la familia de las gramíneas, de gran porte, robusta, de hojas estrechas y muy tenaces que se cría en los matorrales aclarados de las zonas inferiores y de media montaña, sobre materiales de naturaleza caliza. A veces forma comunidades relativamente densas que reciben el nombre de espartal, que se engloba dentro del paisaje estepario. Se trata de una formación vegetal autóctona, propia del clima mediterráneo, que dentro de Europa tiene sus mejores representaciones en el Sureste semiárido ibérico.

El esparto lo trabajaban desde los niños a los más mayores. A menudo, se juntaban a la luz del candil haciendo vencejos para atar la mies o cambiarlos por comida, enseres, etc.

El esparto se coge en agosto y lo recoge el espartero o arrancador de esparto provisto de un pequeño instrumento, generalmente de hierro, llamado palillo, sujeto con una cuerda a la muñeca de su brazo, pone el pie sobre la atocha, coge un manojo de hojas de esparto, las enrolla en el palillo y tira de ellas con las dos manos para arrancarlas de un fuerte tirón. En otros tiempos, el espartero llevaba sobre su espalda los haces de esparto arrancado hasta la tendía, que era el lugar del monte donde se pesaba en una romana, y luego se colocaba extendido en el suelo para que se secara. Sometido a los efectos del sol y del aire durante veinte o treinta días, el esparto cambia el color verde por otro claro dorado, y la hoja, flexible antes de ser arrancada, va adquiriendo una notable dureza. Cuando el esparto adquiere un color amarillo huevo, se puede considerar terminada la tendía. Entonces el esparto es atado en bultos que tienen un peso medio de unos doce kilos para facilitar su transporte posterior a los almacenes.

Para el cocido del esparto, este se sumerge en balsas de agua para su ablandamiento, eliminando con este proceso determinadas sustancias que forman parte de la planta y proporcionar en tratamientos posteriores la obtención de una fibra de esparto apta para el hilado o tejido. En la balsa, el esparto se mantiene cubierto por el agua de treinta a cuarenta días y cuando el balsero considera que esparto está ya cocío, se vacía el agua de la balsa y después se saca el esparto del agua y se extiende en una tendía cercana a la balsa para que se oreé por la acción del sol y del aire. Una vez atado el esparto cocío en bultos, quedaba listo para ser distribuido para su posterior picao.

En la industria, el picao se llevaba a cabo extendiendo el esparto sobre unos sillares de piedra (picaeras) y sometiéndolo a la percusión de unos mazos de madera dura, grandes y pesados, accionados mecánicamente a través de un sistema de poleas para así desprender la parte leñosa. Las obreras picaoras, sentadas en el suelo y atendiendo cada una de ellas a dos mazos simultáneamente, debían introducir el esparto entre piedra y mazo y voltearlo con el fin de conseguir un picado parejo.

Finalmente, el rastrillado tiene por objeto separar los haces de fibra que integran las hojas del esparto una vez picado, despojándolas de sus partes leñosas con un rastrillo para su utilización en la industria textil y de cordelería. Con un tablero fijado a la pared y armado con numerosas púas de acero dispuestas en filas alternas, con las puntas hacia arriba, el rastrillaor, de pie frente al rastrillo, introducía entre las púas el esparto a golpes, de arriba abajo, tirando de él hacia sí y peinándolo. De esta manera, a golpes y tirones sucesivos, repetidos y numerosos, lograba el rastrillado uniforme del esparto. Con el paso del tiempo desaparecieron los viejos rastrillos manuales, y el rastrillado se empezó a realizar de forma mecánica en máquinas rastrilladoras de varios tipos.

El esparto fue durante décadas la mayor explotación forestal de la Península Ibérica y esta planta, que ya existía antes que el propio ser humano, fija el territorio, evita la desertización y, además, es materia prima para una artesanía única que la Asociación Folklórica Virgen de las Cruces en su Escuela Local de Folklore, se afana en dar a conocer a todas aquellas personas que así lo deseen, valorando antiguos y exclusivos oficios.

El sábado 10 de junio será una buena oportunidad para conocer la historia de este trabajo artesanal que suma miles de años y que cada vez gana más tiempo y presencia entre nosotros, como así podemos ver año tras año con el número de personas interesadas en aprender el añejo oficio del esparto en las clases de la Escuela Local de Folklore y a las que os animamos a sumaros a partir del próximo mes de octubre.

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