VIENE LA PRIMAVERA

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José Ignacio García-Muñoz (Queche)

Poco a poco, nos van dejando las grullas. Tal vez desorientadas por este invierno que se nos niega, han emprendido camino de regreso a su origen escandinavo. Sólo, unas pocas, quizá las más perezosas, o más necesitadas de la tibia caricia del sol, trompetean todavía al atardecer. Los flamencos que han tomado el relevo, colorean de rosa la superficie de Navaseca ensayando torpes, dignos pero elegantes, sus danzas de cortejo.

Salpicados acá y allá, zampullines, patos de diferente condición, fochas, los fieles ánades, cigüeñuelas y gallinetas, bajo la mirada atenta del aguilucho lagunero, asisten entre cansados y aburridos a la ceremonia de cuellos enlazados y delgadeces rosas subiendo y bajando en desgarbado zapateo. Más allá, la malvasía con su aspecto de púgil fiero, trata de impresionar a cuantas hembras tengan a bien prestarle atención al tiempo que, en furibundas arremetidas trata de poner en fuga a sus competidores. Es tiempo de emparejamiento, tiempo de preparar el futuro porque la naturaleza obedece a un reloj inexorable. El sol, hoy velado por girones de tímidas nubecillas, se ha vestido de amarillo enmarcado en un perfecto círculo.

Una tardía cigüeña, siempre un buen presagio, se dirige a su espadaña. Las viñas, discretas, se preparan para dormir atesorando en su interior lo que será motivo de alegría o tristeza; el vino sirve para ambas cosas. Los almendros, heraldos de efímera librea blanca y rosada, anuncian que despacio pero imparable, se acerca la primavera.

Al olmo viejo, hendido por el rayo
Y en su mitad podrido.
Con las lluvias de abril y el sol de mayo
Algunas hojas verdes le han salido.

El olmo centenario en la colina
Un musgo amarillento.
Le lame la corteza blanquecina
Al tronco carcomido y polvoriento.

Antes que te derribe, olmo del Duero
Con su hacha el leñador y el carpintero.
Te convierta en malena de campana
Lanza de carro o yugo de carreta.

Antes que rojo en el hogar, mañana
Ardas de alguna mísera caseta.
Antes que el río hasta la mar te empuje
Por valles y barrancas.

Olmo, quiero anotar en mi cartera
La gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
También hacia la luz y hacia la vida
Otro milagro de la primavera.

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