LOS CANARIOS, HISTORIA DE UNA AVENTURA FAMILIAR

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Ángel  Vicente  Valiente  Sánchez-Valdepeñas

La historia comienza con Antonio Fernández Sáez, que en 1947 fundó el establecimiento de “Los Canarios”. Antonio trabajaba en aquella época de chófer del propietario francés de La Olivi. Primero abrió un negocio de mercería. Después se especializó en la venta de ultramarinos finos,  licores a granel y  embotellados de toda clase. Regentaba el negocio con la ayuda de su hijo Sandalio y una dependienta (la Pepa). Le puso a la tienda el nombre de  Los  Canarios porque tenía afición a la cría de estos alegres pájaros.

En esta fotografía podemos contemplar Le  Castellet , un palacete situado junto a la fábrica de La Olivi.  Está construido sobre dos plantas,  tejados abuhardillados de gran pendiente y torre circular en una de sus esquinas. En este edificio ondeó la bandera francesa,  al tratarse de la residencia del agente consular francés Max Cassin, probablemente aquel a quien Antonio transportaba. El complejo industrial estaba situado junto a la estación de ferrocarril, con el fin de embarcar productos vinícolas , aceite y alcoholes.

Sandalio era ferroviario. En 1957 lo ascendieron a jefe de estación y lo trasladaron a Teruel. Entonces, su hijo, Jesús (de diecinueve años) decidió continuar con el negocio. Por aquel entonces, la tienda estaba situada en la acera de la antigua Farmacia de Simal. Con una imagen borrosa,  la recuerdo como un establecimiento elegante, delicado y a Jesús como persona de un trato sereno y amable.

Algunas veces acompañaba a mi madre a comprar algunos productos en las fiestas de Navidad. Yo callaba, escuchaba la conversación, pero sobre todo contemplaba las botellas de licor  con colores variopintos, los mazapanes, los botes de melocotón. También comprábamos el famoso vino Quina Santa Catalina, que decían que era bueno para el crecimiento, ya que mi madre me veía un poco canijo.

En 1972 se mudaron enfrente, a la altura del número 5, es decir, que llevan más de setenta años en la misma calle. Por eso, a la calle Alfonso XII se la ha conocido como la calle de Los Canarios.

            La Semana Santa era muy importante para la tienda, ya que se vendían a granel productos como el aguardiente, la miel o el azúcar necesarios para la elaboración de los dulces típicos,  como las rosquillas,  los cortadillos,  los barquillos. También había mucha demanda de bacalao,  para los potajes de vigilia.

 En las fiestas de Navidad era importante para el establecimiento la venta de productos navideños como los mazapanes,  la sidra o el vermut, todos ellos de primera calidad.

Igualmente se vendían a granel la fresa, la zarza, el limón,  café recién molido,  coco. Estos productos no se encontraban, por aquel entonces, en las otras tiendas de alimentación o ultramarinos. Es decir, en aquellos tiempos Los Canarios era una tienda gourmet.

            En las ferias y fiestas del pueblo acudían a la tienda pandillas de mozos con garrafas de plástico para que las rellenasen con mistela  o  vermut. Entusiasmo y algarabía propios de la edad. Así que el botellón no es un invento de ahora.

            Jesús llevó las riendas del negocio hasta el año 1980, en el que falleció. Entonces, continuó con el negocio su esposa, Paqui,  con la inestimable ayuda de sus cuatro hijos.

Con la llegada de los supermercados a Daimiel,  hubo que renovar el negocio, pasando de vender los productos de alimentación a vender prensa y revistas,  además de comercializar los nuevos juegos de loterías y apuestas del Estado. En 1985, a las típicas quinielas de fútbol se fueron añadiendo otros tipos de apuestas,  como la lotería primitiva,  la bonoloto,  etc.

             Cuando Paqui se jubiló,  continuó con el negocio una de sus hijas,  Mari Carmen,  actual gerente del establecimiento.

En 2007 Los Canarios  recibieron de AEDA  (Asociación de Empresarios de Daimiel) el premio a la Trayectoria Empresarial Familiar;  un reconocimiento al trabajo de varias generaciones de esta familia.

Los Canarios han sobrevivido a las transformaciones de la calle Alfonso XII,  a la desaparición de edificios, al cambio de dirección en la circulación de vehículos, a los cambios de las mentalidades, etc.  Permanece,  como establecimiento ejemplar, resistiendo al paso del tiempo y sirviendo con singular amabilidad  a los clientes. Nos recuerda que es muy importante en los negocios la capacidad de adaptación a los tiempos, pero es más importante todavía el trato delicado, exquisito a los daimieleños. Los Canarios ha sido siempre un local en el que uno se siente como en casa, pudiendo  conversar amigablemente, pausadamente con los vendedores. Una cosa que se ha ido haciendo cada vez más difícil con la nueva filosofía de los supermercados.

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