EL VINO Y LOS SALMONES

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José Ignacio García-Muñoz (Queche)

En un principio, el salmón dependiendo de su cocinado, marida en general bien con vinos blancos. Un Chardonnay o un Viognier entre los extranjeros, y si optamos por los nacionales, un Rioja, o un Ribeiro con cuerpo (sobre lías, o con paso por barrica). Pero como las formas de cocinar un salmón son casi infinitas habremos de tener en cuenta que, si lo cocinamos como un bistec, un tinto con poco tanino estaría indicado para que la astringencia no nos estropee el sabor del pescado. Todo esto, se complica si añadimos salsas o dejamos la piel, porque entonces el abanico de posibilidades, se amplía a los rosados como el Lambrusco, o a un Garnacha tinto…

Llegados a este punto, usted querido lector se preguntará: ¿y para qué demonios me cuenta a mí este pesado todo esto? si al final yo, que vengo del trabajo más zarandeao que el somier de Julio Iglesias, no tengo ganas de complicarme la vida y me siento a la mesa “Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos…” tan ricamente con mi vinito de siempre.

Pues resulta, que el salmón es (perdóneme la pedantería) una especie Semélpara.

¡Arrea cojones! ¿y eso qué es?

Se les llama Semélparas a aquellas especies que se caracterizan por tener un solo episodio reproductivo antes de morir.

El salmón, pertenece a esta clase de animales (aunque también hay plantas e insectos)

Ciertamente, basta fijarse en la cara de un salmón, para darse cuenta de que su vida no es muy alegre. Tras ocho años en el océano comiendo pequeños peces y crustáceos (la cosa no da para un centollo), un día decide no sin esfuerzo remontar el rio donde nació, y tras librase de pescadores, osos, águilas, nutrias y demás fauna ávida de su rosada carne, llega a un remanso del río donde desparrama su esperma por encima de la multitud de huevos que tapizan el fondo, y a continuación muere. Algo así como Torrente cuando le propone a su compañero de vigilancia dentro del 1430 “vamos a hacernos unas pajillas”, pero sin mariconadas! Tanto esfuerzo para un rato de onanismo acuático, no es justificación para toda una vida de privaciones pienso yo, y la verdad, es que la naturaleza no ha sido muy generosa con el salmón de ahí su cara de desesperado; como el que llega a la discoteca diciendo: ¿Dónde están las tías, donde están las tías? Y luego no se come una rosca. Esa cara puede verse a la puerta de numerosos garitos hoy en día.

Pero… ¿De dónde viene la palabra “Semélpara”

Resulta que Zeus, tenía una amante mortal que se llamaba Sémele. Resulta también, que Hera, esposa de Zeus, no aguantaba los celos hacia Sémele por razones obvias y en más de una ocasión, habló con la amante de su esposo para convencerla de que dejara en paz a su marido, pero Sémele que se había quedado embarazada del dios, no atendía a razones.

Cuando Zeus mantenía relaciones con Sémele, adoptaba forma de mortal, y Hera, que no daba puntada sin hilo, convenció a Sémele de que le pidiera a Zeus que se presentara en su forma original, cosa a la que este se negaba constantemente hasta que un día rendido por la pesadez de Sémele, dejó escapar los rayos y el fuego de que estaba construido y su amante quedó convertida en un montoncito de ceniza, como si alguien se hubiese fumado un puro.

Zeus, rescató de entre las cenizas el feto que Sémele llevaba en sus entrañas, se lo implantó en un muslo para que la gestación llegara a buen fin, y meses después nació Dioniso el dios de la vendimia y el vino, de ahí que las especies que mueren en el momento de reproducirse reciben el nombre de Semélpara.

Y hasta aquí la tabarra de hoy. Agradezco el hecho de que hayas aguantado hasta el final, y solo reclamar tu atención en el modo en que Zeus se implantó el feto en el muslo…Quizá lo podríamos considerar el primer injerto en la historia de la humanidad, cosa que después de la plaga de filoxera allá por 1836 ha resultado ser un invento de gran utilidad para que sigamos bebiendo vino.

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