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Uno de los dulces más añejos de los que tenemos testimonio, son las torrijas, con sabor de toda la vida ligado a la Semana Santa. Ayuno y penitencia propio de Cuaresma, se “compensaba” con las sobras de pan, pan duro, bañado en leche y miel, todo para cumplir con la abstinencia cárnica. Según cuentan informes históricos fiables, este es el motivo del consumo de la torrija en Semana de Pasión con elaboración muy variada en función de zonas y lugares.
Aquí, en Daimiel, torrijas, rosquillas, barquillos o roscoutrera, comparten protagonismo gastronómico en nuestra Semana Grande.
Edu Lara nos deja su pincelada particular con esta receta que nos proporciona manjar sencillo y delicioso a la vez.
Ingredientes:
*1 barra de pan (especial torrijas o del día anterior).
*Pan de molde para torrijas, con miga.
*1 litro de leche entera.
*5 ó 6 huevos grandes.
*1/2 Kg. de azúcar.
*Canela.
*Piel de 1 limón (infusionar).
*1 litro de aceite de girasol o de oliva 0,4% suave.
*Miel (la conveniente para hacer néctar con agua levemente calentada)
Para las torrijas al estilo tradicional, una vez rebozadas, espolvorear azúcar y canela. Para las de miel, una vez secas las torrijas, reboza con néctar de agua y miel previamente elaborado en un cazo.
Elaboración:
En una sartén amplia, añadir abundante aceite de oliva o girasol, un litro aproximadamente. Calentar a temperatura media alta (para freír). En otra olla se pone la leche y la piel de limón para infusionar. Calentar la leche. Las torrijas, cortadas al biés en rebanada larga, se mojan en leche empapando por los dos lados, haciendo lo mismo en huevo.
A continuación, freír en el aceite por ambas caras hasta que se hagan. Tener preparada una bandeja amplia con papel de cocina, para quitar el exceso de aceite una vez fritas. En bandeja aparte, poner abundante azúcar y canela, mezclándolo todo y echar por encima a las torrijas.
Una vez fritas, secas y rebozadas tanto en azúcar y canela como en almíbar de miel (mezcla de miel y agua), se ponen en bandeja amplia, unas y otras por separado. Ya están listas para comer.
Las torrijas se deben comer templadas, así están más sabrosas y tiernas, dependiendo del gusto de cada comensal.
Siglos atrás, las torrijas aliviaban a las parturientas en busca de recuperación. En nuestro tiempo, este bocado forma parte de la tradición gastronómica, sobre todo en la Semana Santa.
Buen provecho. Y el año que viene, más.
Edu Lara.