14,257 visitas, 1 visitas hoy
Uno del pueblo.
Y “forjó” realidades desde el acero y el metal. Desde los seis años, Manuel Muñoz de Morales Baeza, daimieleño él, comenzó a “tirar del fuelle” en la fragua de su padre, cuando por la tarde iba a llevarle la merienda. Felipe Muñoz de Morales era maestro en el oficio , aprendido de generaciones anteriores, un artesano de época. Nuestro personaje, Manuel, lleva en la sangre ascuas, chuscas, y sonido rítmico de yunque y martillo, que a su vez transmitió a sus vástagos. Hasta cinco generaciones desde bisabuelo a hijos, ha contemplado y transferido Manuel, Manolo “el herrero”, extendiéndose el oficio también por la rama materna. Justifica lo de la casta y el galgo…

Manos curtidas las de nuestro artesano por el contacto con el duro y frío metal, más el calor cercano del fuego de la rudimentaria fragua de fuelle. Con doce años dejó la “escuela Corrales”, donde hoy se ubica el mercado, asistiendo por la noche a las clases particulares de Doña Felicidad, hasta concluir su etapa escolar. Y desde la constancia diaria en el trabajo, machacando y machacando, Manolo se fue afinando. Aperos de labranza, carros , galeras, herrajes para estos carruajes, forja, hierro y todo lo que de él se deriva, soldaduras-autógena y eléctrica-, fueron elementos sobre los que fraguó la profesión en compañía de su padre, de inicio, y posteriormente como autónomo en la calle Magdalena 36, habitáculo reducido pero suficiente para albergar día a día experiencia , historia, trabajo, relaciones sociales y medio de vida.

En este entrañable y familiar rincón, sus dos hijos se iniciaron en la profesión. Al paso de los años, nuestro protagonista evolucionó desde el cliente agrícola hacia la carpintería metálica, diseñando y fabricando puertas, rejas, balcones…., siempre desde el hierro y apoyado en la soldadura eléctrica para hierros y aceros, complementada con la autógena para aluminios, tubos de riego, trabajos en fincas de regadío….

Personaje muy popular en Daimiel, si se pregunta o menciona su nombre, todos saben quién es Manolo “el herrero”. A sus ochenta y un años y jubilado desde los sesenta y cinco, dice que “aún no se me ha ido el olor del metal y como hijo de herrero sigo sin tener miedo a las chispas”. Le acompaña casi siempre, como no podía ser de otra manera, una salud de hierro, fraguada en un buen estómago, ayudando todo ello a la forja de una personalidad definida, con vocación y amor por una profesión hasta llegar a modelar un buen oficio, del que se enamoró cuando fue capaz, por primera vez, de soldar dos metales. Cuatro hijos-dos chicos y dos chicas-, diez nietos y dos biznietos, los amores de su vida junto a “Tito”, su mujer.

No perdía el tiempo nuestro Manolo, dedicando sus aficiones al atletismo, el fútbol y musicalmente, pandereta de la tuna. Hoy lo vemos por todas partes a lomos y pedaleando su inseparable bicicleta.

Fragua, yunque, martillo , tajadera, punzones , macho pilón…, con la combinación de todos ellos, se realizaban los trabajos en la herrería de Manolo , desde aguzar y calzar rejas los sábados, hasta las más avanzadas transformaciones lograda con las soldaduras, con resultados finales de trabajos más distinguidos.

Nos recuerda el bueno de Manolo al gremio de los herreros, numerosos en Daimiel en épocas de lento desarrollo. Pepe el herrero, Bernardo, Teodoro, Córdoba, “Calerillo”, Pepe Baeza, Isidro Madrid, Lucas el herrero, Ruperto Núñez, “Tinico” y Juan Félix, “Pitones”, Manolo Rodríguez, Julio Martín de la Sierra… , fueron exponentes de un oficio artesano iniciado desde temprana edad, donde aprendieron a «ser yunque hasta llegar a ser martillo». Todos “se batieron el cobre” en el oficio, creciendo “a marcha martillo”, con fuerza y vigor ante el yunque hasta obtener trabajos de “maza y martillo “, y sin jugar con el cercano fuego, ”con los tornillos bien apretados”, “a Dios rogando y con el mazo dando”.

Manolo “el herrero”, hombre pacifico, continúa cercano a las chuscas, elaborando caprichos desde la forja artesana para familiares y amigos, alargando su oficio, su mente, su vida…, en un oficio desaparecido, arte en manos de los antiguos herreros, honorable profesión.

La “fragua de Vulcano” forma parte del relato mitológico. La fragua de Manolo “el herrero”, forma parte de la historia viva de Daimiel.
