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Es cada vez más notorio el interés de las instituciones públicas y privadas en los adornos navideños. En cualquier rincón de España vemos a través de las diversas cadenas televisivas montajes ornamentales más o menos refulgentes que captan nuestra atención. Figuras y motivos atrayentes, acordes con el fundamento de la celebración navideña o los más materialistas decorados que incitan al consumo. El denominador común está en esas luces cuya simple contemplación estimulan los sentidos, elevando el ánimo al percibirse la magia transmitida por el peculiar “mensaje luminoso”.
Luces, sonidos musicales, gente por la calle, con semblantes risueños, abuelos, padres, niños, castañas, tallos…, juguetes, perfumes, comercios transmitiendo fantasía y ofertando los productos habituales de cada gremio, pero que en estas fechas los vemos y analizamos con ojos diferentes, quizás llevados por esa burbuja fantástica que aún sin querer termina por conquistarnos.
Al producirse el encendido de las luces, se enciende también el mundo de la fantasía, la ilusión. Decorar nuestro entorno con buen gusto, seguro que reactiva el optimismo al personal y anima al consumo, que, como todos sabemos, repunta y de qué forma en estas fechas de luz, agasajos y buenas sensaciones.
Noventa y seis aros de leds iluminan la Navidad en Daimiel. Sus calles céntricas resplandecen con símbolos o figuras típicas del momento, añadiendo a ello las iniciativas de comerciantes o comunidades de vecinos que, sin complejos, celebran esta época anunciando con simbología precisa la Natividad. Pinos luminosos, campanas brillantes, figuras de Papá Noel que destellan, cascadas de leds, estrellas centelleantes que irradian ilusión… Un taller de empleo en su día, Entreluces, creó este decorado fantástico que luce en la Navidad de Daimiel, todo ello refrendado por un colorido pino de luces cambiantes instalado en la fuente de la Plaza de España.
Luz, vida, ambiente…, se activan las emociones y Daimiel resulta bonito con las luces de Navidad encendidas. Brillamos con luz propia. Pero no olvidemos que hay que compartir.