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El 12 de octubre del 2009, el diario de tirada nacional El Pais se hacía eco de la noticia de la agonía que sufría el Parque Nacional Las Tablas de Daimiel y titulaba así: «Un insólito incendio subterráneo azota las Tablas de Daimiel». Era la consecuencia del último episodio de sequía que sufría el humedal. En agosto de 2009 se detectó que la turba había entrado en combustión.
Durante miles de años, bajo el agua de las Tablas se ha acumulado materia orgánica, principalmente de origen vegetal. En esas condiciones, sin oxígeno y empapada en agua, se produce la turba, una especie de carbón vegetal.Cuando el suelo se seca, la turba pierde agua, se encoge y agrieta el terreno. El aire comienza a circular por los huecos y la turba, formada en ausencia de oxígeno, comienza a oxidarse y se calienta. Cuando supera cierta temperatura, entra en autocombustión, ardiendo por sí misma bajo el suelo. La autocombustión no es más que la oxidación a toda velocidad.
Difícil solución tenía y planeaba la descatalogación de las Tablas de Daimiel, que forma parte de La Mancha Húmeda, como Reserva de la Biosfera . Las administraciones empezaron a trabajar con diferentes medidas, una fue la construcción de catorce nuevos sondeos, que con los ya existentes, podrían verter hasta 1500 llitros por segundo.Otra fue la autorización del Gobierno a la utilización parcial, temporal y excepcional de la Tubería de la Llanura Manchega para hacer llegar agua desde el ATS hasta la Cañada Lobosa, en el Parque Nacional.
A pesar de estas medidas, el milagro se obró llegando de manera natural las cuantiosas lluvias caidas en el invierno a finales del 2009, lo cual provocó la recuperación milagrosa del Parque.Los aportes que llegaron a través del Guadiana por medio de su afluente el Azuer y mayormente por el río Cigüela, provocaron la inundación total del entorno.Todas las zonas calientes, producidas por la combustión de las turbas, fueron neutralizadas.
Esta generosa lluvia, que se prolongó durante el año siguiente, obró el segundo milagro hídrico, que recargó los acuíferos subterráneos haciendo posible que el río Guadiana empezara a manar, hecho que no se producía desde los años 1977 y 1978.