OPPENHEIMER O LA CIENCIA DE LA DESTRUCCCIÓN

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Ángel Vicente Valiente Sánchez-Valdepeñas

Hubo un tiempo en que los físicos se sentían orgullosos de poder investigar las propiedades de la materia como nunca antes se había visto. Avanzaban por un territorio desconocido y sorprendente. Elaboraban teorías incomprensibles y de vez en cuando las sometían a prueba. Eran profesores de universidad. Su vida transcurría con plena tranquilidad, describiendo a sus alumnos una nueva forma de analizar la materia o reuniéndose plácidamente con sus colegas en los bares de Londres o de Berlín. Esta nueva forma de concebir la materia hacía uso de nuevos conceptos matemáticos, de tal modo que parecía música celestial. Mientras fumaban en pipa o consumían una cerveza, intercambiaban opiniones acerca de conceptos abstractos y complejos. Nada hacía sospechar que tenían entre sus manos la receta de un modo sofisticado de destruir el mundo. Aunque solo unos pocos privilegiados eran capaces de comprender dichas teorías, todos llegaríamos a comprender sus temibles consecuencias.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el auge del nazismo, muchos físicos alemanes huyeron de su país, instalándose en Reino Unido y en Estados Unidos. No deja de ser sorprendente que gran parte de esos físicos eran de origen judío.

Julius Robert Oppenheimer (1904 – 1967) era hijo de padres judíos, aunque nacido en Estados Unidos. Tras obtener una licenciatura en Harvard en 1925, realizó investigaciones en la Universidad de Cambridge y completó su doctorado en la Universidad de Göttingen (Alemania) con Max Born. Oppenheimer regresó de Europa para enseñar física en la Universidad de California.

El Proyecto Manhattan fue una reacción estadounidense a la creencia de que los físicos alemanes estaban desarrollando la bomba atómica. En 1939 Einstein y Szilard (ambos de origen judío), exiliados en Estados Unidos, enviaron una famosa carta al presidente Roosevelt. En ella le advertían del gran poder destructivo de la fisión del núcleo de algunos átomos. Y predecían que los nazis podrían ser los primeros en desarrollar la bomba. Ante esta amenaza, el gobierno norteamericano puso en marcha un proyecto de construcción de la bomba atómica, en competición con los físicos alemanes.

En todo este proceso hay que mencionar a Werner Karl Heisenberg (Premio Nobel de Física en 1932), que desarrolló toda la teoría que sostiene las bases de la mecánica cuántica. Trabajo en la Universidad de Göttingen, bajo las ordenes de Max Born y, después, en el Instituto de Física Teórica de Copenhage, dirigido por Niels Bohr.

Algunos historiadores sostienen que Heisenberg , que trabajaba para los nazis, tenía todas las herramientas necesarias para crear la bomba atómica antes que los norteamericanos, pero que no lo hizo por cuestiones éticas.

Según la productora Universal Pictures, la película Oppenheimer de Christopher Nolan fue filmada con la tecnología IMAX. De acuerdo con este formato solo algunos cines de España la pueden reproducir de manera adecuada. El formato IMAX se distingue por su extraordinaria nitidez y calidad de imagen. Este tipo de películas panorámicas requieren pantallas y proyectores más grandes.

La película de Nolan, de 180 minutos de duración, reproduce de forma excelente los momentos más importantes de todo el Proyecto Manhattan. Destacan de modo particular las espectaculares imágenes de la primera prueba de explosión de la bomba en Los Álamos. Al contemplarlas nos viene a la cabeza inmediatamente el inmenso poder destructivo, diabólico de este tipo de artefactos. Una luz cegadora inunda la sala en la que se hallan los científicos en medio de un silencio sepulcral, que luego se transforma en un estruendo ensordecedor.

Son especialmente brillantes los diálogos entre los diversos científicos, que van siendo cada vez más conscientes de los peligros de este proyecto. Entre estos peligros, el más amenazante resultó ser la posibilidad remota, pero real, de que la explosión en cadena de los átomos no se detuviera y prosiguiera indefinidamente. Es decir, que la bomba se convirtiera en una verdadera aniquilación del mundo. Por lo que en los instantes previos a la detonación se helaron los corazones de los científicos ( y de los militares).

Las intrigas y acusaciones respecto al pasado de Oppenheimer de la participación en organizaciones comunistas y la posibilidad del espionaje de los rusos es lo menos interesante de la película, a mi modo de ver . Aunque todos estos hechos tienen toda la apariencia de responder a la realidad, creo que desvirtúan el verdadero asunto, que no es otro que utilizar la ciencia para construir el arma definitiva.

La película es un alegato en favor de la paz y la concordia, ante los peligros plenamente reales de una destrucción total. Es paradójico que la primera prueba de la bomba tuviera el nombre de Trinity. Algo así como una burla al Dios creador del mundo.

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