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Uno del pueblo
Que la pandemia está marcando la vida a toda la sociedad, es evidente. Todos sufrimos en mayor o menor medida las consecuencias de esta maldición mundial, por no llamar de otro modo a este horror psicológico que a todos nos perturba y preocupa.

En lo concerniente al deporte, la guerra del COVID19 está marcando ritmo, tiempos y resultados, entre adversidades e incongruencias que las competentes federaciones no se deciden a abordar, ante circunstancias que condicionan resultados que trastornan al más pintado, refiriéndonos a las categorías no profesionales, que menos interesan a los poderes comerciales que promueven las categorías de primer nivel.

Entre partidos aplazados, contagios, ausencia de entrenos y sorpresas de cada día en el número de confinados, según norma sanitaria, nos encontramos con un panorama desolador, lejos de la normalidad que nos ofrece una competición con la natural continuidad.

Desplazamientos obligados para disputar el partido con plantillas que no cubren el once inicial exigible para competir en igualdad, todo debido a las bajas por “positivos”, se están produciendo ante la falta de fechas para más aplazamientos cuando la temporada tiene fecha de caducidad marcada. No es de recibo verse obligado un equipo para afrontar esta situación, ley en mano.
Es el caso de nuestro Daimiel RCF, plagado de bajas por “positivos” y obligado a presentarse en casa del rival de turno para disputar los tres puntos. Ante el Miguelturreño, uno de los equipos puntales del grupo, se presentó el equipo de Roberto Velázquez sin poder completar el once inicial siquiera, perdiendo por tres a cero cuando el colegiado se vió obligado a suspender el encuentro en la segunda parte, ya mediada, tras lesionarse varios jugadores daimieleños y quedar con seis futbolistas el equipo blanco.

Situaciones surrealistas y caóticas que propicia el “bicho”, sin que se tome la medida drástica de cortar estas competiciones descafeinadas y muy marcadas por la pandemia, además del estupor e impotencia de los aficionados, que ven absurdo el panorama de una competición irregular aceptada por la legalidad incongruente y disparatada, que condiciona la realidad del equipo modesto que le toque la china de “positivos” en plantilla.

Anular la competición, quizá fuera lo sensato y razonable, en espera de tiempos mejores con marco normal que se ajuste a la realidad deportiva de cada club.
Así, tal cual padecemos la pandemia, no se debe ir a ninguna parte, no se puede competir. Las situaciones absurdas se repiten ante extravagancias inéditas en césped y despachos. La solidaridad entre equipos se hace insostenible ante esta esperpéntica competición que perjudica a todos hoy por ti, mañana por mí. Hubo acto de protesta solidario entre ambos equipos por el no aplazamiento del partido instantes inmediatos al pitido inicial del colegiado. Futbolistas sin entrenar y con claro desánimo ante lo que acontece, no propicia deseos y tensión competitiva, básica para que un campeonato discurra con normalidad. Se hace sentir la impotencia entre directivos ante este caos incomprensible, que tanto está perjudicando al equipo de nuestra ciudad, el Daimiel RCF.
