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José Ignacio García – Muñoz (Queche)
El próximo día 7 de junio con permiso de la autoridad competente, y si el tiempo no lo impide, Ricardo Fernández del Moral Pozuelo se encerrará en la plaza de toros de Daimiel para, a la luz de las velas torear cuantos morlacos tengan a bien salir por esa puerta de chiqueros que es su garganta.
Sin ningún género de dudas, vamos a disfrutar de un espectáculo único e irrepetible, porque Ricardo nunca se deja nada, y aunque tras su aspecto campechano y su bonhomía no lo parezca, se esconde un lidiador arriesgado y emocionante.

Dicen los que lo han hecho, que torear a la luz de la luna en el campo, teniendo a los astros sentados como espectadores en el tendido del universo, es una experiencia sublime; una comunión con el toro cercana a lo religioso, e imagino que cantar flamenco, bajo la trémula luz de los candiles utilizando la guitarra por muleta, debe ser algo muy parecido. Y si en los tendidos, confundidos entre la penumbra se encuentran familiares, amigos, paisanos y aficionados venidos de cualquier rincón, además de emocionante, debe producir un cosquilleo en los adentros, similar al que sienten los toreros ante tal responsabilidad mientras rezan a los santos de su devoción.
Seguramente que con vestido azabache, Ricardo iniciará el paseíllo con la confianza que supone el hecho de tener en su cuadrilla toda una cofradía con el color taurino por antonomasia, y como apoderados, ni más ni menos que al Santísimo Cristo de la Columna, y a Nuestra Señora de la Amargura.

No sabemos que toros le tocaran en suerte a Ricardo, pero seguro que ya está hojeando ganaderías que se ajusten a su particular manera de interpretar el toreo; aunque como torero poderoso que es, le da lo mismo si el toro de la soleá viene de la ganadería de Jerez, Triana, Utrera, Los Puertos, o del Zurraque. Lo mismo sucede, si el ejemplar de la malagueña ha pastado en los prados del Mellizo, La Trini o Juan Breva, y otro tanto si el toro sale por alegrías y ha sido herrado en Cádiz, o Córdoba, en las ganaderías de Aurelio Sellés, La Niña de los Peines, Chano Lobato o Sebastián El Pena.
Lo que sí tengo claro, es que Ricardo va a salir a “revienta calderas”, y que va a pisar unos terrenos donde la emoción está asegurada.

En una reciente conversación con Ricardo, me transmitía su admiración por el gran cantaor Antonio Fernández Díaz “Fosforito”, porque no se guardaba nada en la garganta aun a riesgo de estrellarse contra alguna nota, y es lo que le pasa a los que se arriman, que transmiten emoción, y aunque cada cante al igual que los toros tiene su lidia, estoy seguro de que nuestro paisano no va a meter el pico, ni a sacarse el toro hacia afuera. Cuando ustedes vean que Ricardo coge la muleta (guitarra) y arma el estaquillador (cejilla) poniéndola entre el seis y el siete, prepárese para la emoción, y ver cantar al hilo del pitón, donde está el sitio de los que se pegan el arrimón, de los que transmiten, de los que cantan con verdad aunque puedan resultar cogidos.
¡Que Dios reparta suerte!