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Paki García Velasco Sánchez
Hoy celebramos el día Mundial de la Poesía. Una fecha que, según tengo entendido, fue la UNESCO en aquel octubre de 1999 y en París durante su 30° reunión, donde el organismo decidió establecer el 21 de marzo, como Día Mundial de la Poesía, a propuesta del editor Antonio Pastor Bustamante.
Se cree que la poesía se remonta a la época egipcia debido a ciertas inscripciones jeroglíficas de carácter religioso, que datan de 2.600 a.C.
Aunque si hablamos de textos escritos, no podemos dejar de lado el llamado «Poema de Gilgamesh», considerado el registro más antiguo de origen sumerio y que fue encontrado en tablillas de arcilla. Se trata de un bello poema que cuenta las emocionantes aventuras y peripecias del rey Gilgamesh con seres mortales, gigantes, semidioses y dioses. Es una narración en verso que está basada en cinco poemas independientes sumerios, que constituyen la obra épica más antigua conocida.

Y es que la poesía, (para todo aquel que le guste), es un pequeño regalo para el alma, es un género literario que nos invita a detenernos y dejar que las palabras nos acaricien el corazón. Ya que, en cada verso, hay un pedacito de magia capaz de iluminar el día más gris.
La poesía muchas veces habla por nosotros, habla de lo que no siempre podemos decir, de los sentimientos que nacen en lo más profundo y que, a través de un poema, encuentran su voz.
Y es que muchos poemas nos invitan a redescubrir la belleza oculta en sus palabras, a dejarnos llevar por los susurros de los poetas que, con su ternura, nos enseñan a ver el mundo de una forma diferente, más amable y más profunda. Es un recordatorio de que, en un verso, siempre hay un rincón donde poder soñar sin límites, donde encontrar consuelo y dejarnos el corazón.
La poesía la podemos encontrar de muchas formas: en cada rincón de la vida cotidiana, también se esconde en las notas de esa canción que nos besa el alma, en la silueta de una imagen que nos habla sin palabras, o en las páginas de un libro que nos invita a viajar a mundos lejanos. La poesía está en el susurro del viento, en los colores de un atardecer, en las emociones que despiertan los pequeños momentos de cada día.


Es un lenguaje que trasciende el tiempo y el espacio, manifestándose en todo aquello que nos llena profundamente y nos recuerda que la belleza está en cada uno de nosotros, en nuestras palabras, en nuestros gestos o en la manera que vemos el mundo. Se encuentra, en nuestra capacidad de sentir, de imaginar y de encontrar poesía en todo lo que nos rodea, en cada pequeño detalle, en cada suspiro que nos conecta con el mundo de una manera única y profunda.
Y ya terminando, y para conmemorar la fecha de hoy, me quedo con esta composición tan antigua y que seguro a más de uno os contaría vuestra madre cuando erais pequeños. Yo cada vez que la escucho es como un abrazo de nostalgia a lo más tierno, es como ver a mi yo de niña regresar a casa de nuevo, a esos momentos de calma y amor que siempre llevo en el corazón.

MI GATO SERAFÍN
“Una vez tuve yo un gato
blanco y rubio tan monín
tenía el rabo así de gordo
y se llamaba Serafín.
¿De qué os reís?,
¿Es que un gato no puede llamarse así?
Pues el nombre es muy bonito.
y estaba puesto por mí.
Casi siempre se dormía
enroscado en su sillón
y desde lejos al mirarlo
parecía un almohadón.

Una tarde de visita
llegó una amiga de mamá
tan cortísima de vista
que no veía hasta allá
Y era gorda,
tan gorda como un balón,
y cada dedo, ¡Dios mío!,
¡parecía un salchichón!
Entró la vieja en la sala
con las gafas sin poner
y en el sillón de mi gato…
¡allí se dejó caer!

Cada vez que lo cuento lloro
ya no puedo contar más
aplastó a mi pobre gato
por delante y por detrás.
Lo dejó hecho una torta
Aquel que era tan monín
¡Maldita la vieja gorda,
y pobrecito Serafín!