PEDRO ROMERO

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José Ignacio García Muñoz (Queche)

Pedro Romero Martínez, fue un torero representante de la escuela de Ronda que nació en 1754, concretamente un 19 de noviembre en el seno de una familia de estirpe ya que, su padre Juan, y sus hermanos José y Antonio también fueron toreros.

Dicen que en su dilatada vida como matador pasaportó a más de 5600 toros; sí, han leído bien, y salvo en una ocasión en que resultó prendido rompiéndosele la taleguilla, jamás sufrió percance alguno, lo que da a entender la maestría de este torero que le coloca en el olimpo de los monstruos del toreo. De condiciones físicas portentosas y una figura atlética envidiable, estuvo siempre por encima de los toros que tuvo que lidiar, siendo sobre todo un grandísimo estoqueador; suerte esta, que en las corridas de entonces era considerada muy por encima de la faena de muleta que normalmente era un mero trámite.

Encarna Pedro Romero el paradigma de torero poderoso y fiel representante de la sobria escuela rondeña que mantuvo disputa en su época con la sevillana mucho más pinturera, y que encontraba en Costillares a su máximo representante del momento. Y aquí, es donde la historia termina por situar a Pedro Romero, ya que Pedro Romero fue o vino al mundo, para entablar dura pugna con Costillares, no solo por representar escuelas taurinas diferentes; algo que tampoco fue para tanto, sino para vengar a su propio padre Juan Romero al que Costillares relegó a un segundo término en el plano profesional al igual que lo hiciera con Pepe Hillo. Por tanto, podemos concluir que Pedro Romero fue la china en el zapato de Costillares. No introdujo ninguna novedad, ni aportó a la fiesta otra cosa que no fuese su consistencia como matador, y su poderosísimo toreo .Murió de mayor el diez de febrero del año 1839 a los 85 años cuando había desempeñado la labor de director de la escuela de tauromaquia de Sevilla que en un principio había recaído en su yerno: Jerónimo José Cándido, por designación de Fernando VII.Enterado Romero de que su yerno; al que él llamaba “jeromo”, había sido designado este como director, Pedro reclamó para sí mismo ese puesto escribiendo una carta al mismísimo Fernando VII que, ante el apabullante historial de Romero , no tuvo más remedio que revocar su decisión poniendo al de Ronda al frente de dicha escuela con un sueldo de algo más de 2000 reales de la época, y es que Romero nunca se dejó pisar por nadie en ningún terreno, argumentando entre otras cosas como mérito en su carta: “yo nunca toree para el francés, algo que no pueden decir otros”. El mismísimo Goya lo inmortalizó en un retrato que desde 1966 pertenece a la fundación Kimbell. Leandro Fernández de Moratín, lo calificaba como un hombre “bravo, autocontrolado, valiente y muy guapo”

Tras su magisterio en la escuela sevillana, murió en la pobreza no sin antes haber dejado su impronta en toreros como Paquiro, Desperdicios o Cúchares, ya que los avatares históricos hicieron efímera la labor de la escuela, que cuatro años más tarde se cerró siendo regente María Cristina madre de la infanta Isabel .

Para finalizar, vamos a comentar algunos de los principios que en esta escuela impuso don Pedro Romero, y que no hacen, sino resaltar la sobriedad con que se condujo el rondeño durante su vida profesional.

Primer principio:

El cobarde no es hombre, y para el toreo se necesitan hombres

Segundo Principio:

Más cogidas da el miedo que los toros

Tercer Principio:

La honra del matador está en no huir ni correr delante de los toros teniendo muleta y espada en las manos

Cuarto Principio:

El torero no debe saltar nunca la barrera una vez se presente en el ruedo, porque esto ya es un caso vergonzoso.

Quinto Principio:

Aguantar sin moverse porque el toro ciega al embestir y es fácil esquivar la cabezada.

Sexto Principio:

El torero debe contar con sus manos y no con sus pies, y en la cara del toro ha de matar o morir antes de achicarse.

Séptimo Principio:

Parar los pies y dejarse coger para consentir al toro y que descubra la muerte (aquí vemos los cimientos de la moderna estocada tanto recibiendo como al “vuelapies”

Octavo Principio:

Más se hace en la plaza con una arroba de valor y una libra de inteligencia, que al revés.

Téngase en cuenta como venimos repitiendo en esta serie de artículos sobre los fundadores del toreo, que los modos y maneras de la época no eran los de ahora, y que después de entrar a matar, era costumbre que casi todos los toreros practicaban el soltar los trastos y subirse a la primera barrera que encontrasen sin suponer desdoro alguno tal actitud; esto Pedro Romero no lo hizo nunca pese a la bronca embestida de los toros de la época.

Mucho han cambiado las cosas desde entonces, y en contra de lo que opinan los detractores, la fiesta se ha refinado y sofisticado mucho; habiendo contribuido a ello personajes como el que hoy es nuestro protagonista: un tío de los pies a la cabeza.

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