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Uno del Pueblo
Fotografías: “Queche”
Auténtico placer era lo que experimentábamos un trío de daimieleños al contemplar desde el observatorio de la Laguna Permanente de Las Tablas la vida de tantas especies que pueblan el Parque Nacional. Se justifica sobradamente la declaración de Parque Nacional que asegura supervivencia de avifauna que utiliza como área de invernada este ecosistema único en Europa.

Las Tablas de Daimiel es sin duda el atractivo turístico de nuestra zona, con trompeteo característico de grullas provenientes del Norte de Europa en busca de alimento y condiciones climatológicas. A horas tempranas o con la puesta de sol, el avistamiento de esta especie de fácil identificación por su particular vuelo en bandadas en forma de uve, captan especial atención para expertos o quienes decidimos de vez en cuando disfrutar de la naturaleza. Y todo esto, a tiro piedra de nuestros domicilios, sin que sea imprescindible ser eruditos en el mundo de las aves o expertos en materia medio ambiental.


Las sensaciones que transmite la visita a esta Reserva de la Biosfera, uno de los ecosistemas más valiosos de nuestro planeta, despierta sentidos tal vez dormidos o desconsiderados hacia lo propio, lo cercano, lo que está ahí siempre, es como si ese gran regalo de la Naturaleza nos hubiera llegado como legado histórico per ser, por sí mismo, como el que no quiere la cosa, herencia desconocida que se mantiene por su singular cualidad a pesar de los dimes y diretes de la clase política en busca de paliar la sed de Las Tablas con decisiones poco “naturales” para las múltiples especies de aves que dan y reciben vida de nuestra gran joya medioambiental.

Los contrastes de luz, entre momentos de sol y nublados, proporcionan colores distintos en el agua, o en plumajes de las especies, o incluso perspectivas diferentes para el ojo humano, confundido ante la inesperada y desconocida belleza que aporta lo natural. Gentes de otros países, con idiomas distintos, se integran con el habla común y la fuerza de la naturaleza, que emana desde el Parque Nacional Las Tablas de Daimiel, pleno de gansos o ánsares comunes, fochas, pollas de agua, tarro blanco, ánade friso, ánade azulón o real, porrón europeo, cigüeñas, flamencos, garceta grande, aguilucho lagunero, porrón pardo, ánade rabudo, porrón moñudo, gaviota sombría, cerceta pardilla, pato cuchara, pato colorao, cerceta común, o tarabillas o petirrojos atrevidos que incluso posan con arrogancia ante el sorprendido “explorador”. Alguna avefría e incluso gansos del Nilo, se dejan ver por el semi encharcado paraje daimieleño.

Abríguense, provéanse de prismáticos y el buen asesoramiento del amigo conocedor del Parque y sus habitantes habituales. Podrán contemplar un espectáculo proporcionado por Madre Naturaleza, a tiro piedra del sillón – ball domiciliario, recurso crónico e instintivo para muchos de la especie humanoide. Si de cuando en vez se desplazan a nuestro humedal en condiciones descritas, tiempo y forma, ya verán como repiten de motu propio.


Disfruten de una visita distinta, que a buen seguro ampliará conocimiento acerca de la grandeza de nuestro Parque Nacional. Las sensaciones recibidas siempre serán positivas, desde la fuente de una Madre Naturaleza que nos infundirá incluso más ganas de vivir. Belleza y espectáculo natural pleno de vida. Todo aquí, muy cerca, sin ir más lejos.
