¿EXISTE EL MAL EN EL SER HUMANO?

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Desde un Mardetrankilidad

El mal está ahí afuera.

Cuando era joven, de edad quiero decir, y teniendo como base tanto los preceptos de la educación cristiana que me instaban a poner la otra mejilla ante cualquier agresión, así como los valores que mis padres imprimieron en mi código ético, siempre pensé que, si me limitaba a ser buena persona y actuaba de buena fe con mis congéneres, todo me iría como la seda.

La idea que subyace en esta manera de proceder, es algo parecido lo que Platón quería transmitir con su frase … “Buscando el bien de tus semejantes, encontraremos el nuestro”… ¡Y UNA LECHE!.

PLATÓN al igual que otros muchos filósofos de distintas épocas, clérigos, iluminados y hoy en día toda la patulea de “coachs del positivismo barato”, obviaron un hecho que creo haber constatado a lo largo de mi experiencia vital, en más de una ocasión por desgracia.

Y el hecho en sí es el siguiente: Si existen personas malas, malas hasta decir basta. Personas cuya toxicidad igual no es percibida a priori, pero que con el tiempo acaban dando la cara si o si.

Y lo más importante, tengo el convencimiento de que sea como fuere, deberíamos ser educados y advertidos desde la más tierna infancia de ello para así evitar que desde el parvulario nos convirtamos en el objeto de las fechorías de algún energúmeno maléfico.

Estaréis pensando que en este artículo, o bien estoy siendo sarcástica de más o se me ha debido de ir la pinza, pero nada más lejos. Ciertamente me propongo demostrar o al menos esclarecer, que dentro de nuestra especie existen individuos con carga negativa harto peligrosa. Personas que dentro de su mapa de vida tiene como objetivo causar mal, dañar o acarrear tal caos en su prójimo hasta el punto que finalmente estos acaben siendo un despojo emocional incapaz de levantar cabeza.

Y a veces lo hacen motivados por algún interés personal y aprovecharse de alguna ventaja que provenga del otro, o sencillamente… porque sí. Y esto sí que me pone el pelo de punta, os lo juro.

Indagaré dentro de mis posibilidades para acercarme todo lo que pueda a las bases científicas que den aval a mi teoría para posteriormente hacer llegar todo ese conocimiento a cuantas más personas mejor a través de este artículo. Sólo así estaremos preparados para hacer la única cosa que se puede hacer cuando la vida te topa con alguien de estas características, HUIR.

Sólo SABER Y DISPONER DE INFORMACIÓN, nos dota de las herramientas necesarias con las que poder, en primer lugar, estar alerta y detectar patrones, y en segundo defendernos y escapar.

Ojalá hubiera podido disponer de toda esta información hace muchos años. Cuando era una jovencita adolescente con ínfulas de salvadora y “defensora de pobres”. Recuerdo que ese era el apelativo con el que me tildaba mi abuelo Manuel cuando me enfrascaba en tórridas y truculentas diatribas tratando de salvaguardar la idea de que el hombre es bueno por naturaleza o por poner un ejemplo, que aquella amiga que me daba consejos de córtame el pelo al 1 porque me favorecería, lo hacía porque me quería muchísimo.

Podría poner, ahora que estoy versada en la materia, mil ejemplos, pero no pretendo contaros mi vida. Tan sólo divulgar una información que estimo vital para manejarse por el mundo con protección.

Hombre-bueno & hombre malo.

Recuerdo que cuando en las clases de filosofía del instituto se trataba este tema, generaba en mí un gran conflicto interno.

A veces me ponía del lado de Rousseau y asumía que era la sociedad quien corrompía al hombre. Otras en cambio apoyaban incondicionalmente la tesis de Hobbes. Si ya sabéis, aquel famoso filósofo que postulaba que “el hombre es un lobo para el hombre”, y que en estado precivilizado lo que impera es la guerra de todos contra todos. Vamos el “sálvese quien pueda” o que todo vale a la hora de salir adelante.

Para Hobbes el ser humano es agresivo y egoísta: si quiero una manzana y tú la tienes, yo te la voy a quitar. No hay ley, ni límites que lo impidan, de modo que, si para obtener la manzana te tengo que matar, te mato. La manzana o la hembra de turno o el territorio con todas las materias primas que éste alberga, ya me entendéis. Ah y reitero que todo esto según este autor es sería en estado precivilizado.

Creo que el principio de su razonamiento radica, por un lado, en las circunstancias adversas del entorno en ese preciso momento de la cronología del mundo y por otro en nuestra herencia genética teniendo en cuenta que en algún momento de la historia de la humanidad fuimos un grupo de mamíferos prehomínidos formando parte de una manada.

Cierto es también que somos seres sociales como argumentaba Rousseau y que, en ese proceso de socialización, y conforme se fue asegurando y mejorando las condiciones de vida del hombre, el belicismo fue dando lugar a largas fases en las que la paz permitía que se produjera avance y progreso.

Y si bien esto es cierto, también lo es que en nuestro encéfalo aún existe un cerebro reptiliano cuya misión es responder ante determinados estímulos del entorno que, o bien nos pongan en peligro, o nos apremie a cubrir nuestras necesidades básicas a toda costa.

Pero si recordáis el artículo que escribí sobre la “ALTA SENSIBILIDAD”-, la autora Elaine Aron defendía que en aquellos ancestrales grupos de homínidos, algunos individuos comenzaron a presentar la capacidad de conocimiento mutuo, una sensibilidad especial que resultaba ser especialmente adaptativa para la supervivencia del grupo. Algo parecido a lo que hoy denominamos inteligencia emocional, es decir una mezcla entre intuición natural y capacidad empática.

Con toda esta información y después de darle mil vueltas al asunto asumo que es más que probable que ambas características siguen presentes hoy en día en el hombre, lo que significa que en mayor o menor proporción convivimos en este planeta dos tipos de seres humanos: los que heredamos y mejoramos esa capacidad empática que nos lleva ponernos en la piel del otro desarrollando sentimientos de generosidad, cooperación, solidaridad, concordia y comprensión, en tanto que otros se mueven aún desde un esquema muchos más individualista y de supervivencia.

Tengo la certeza de que cuando dos personas se enfrentan dialécticamente desde estos patrones de pensamiento, difícilmente llegarán a entenderse y avenirse. Es como tratar de mezclar agua y aceite, como si hablasen un lenguaje diferente en un mundo diferente y movidos por valores diametralmente opuestos.

¿Es posible que esa arbitraría mutación fuera la chispa que cambiara la manera de pensar de algunos de aquellos homínido o viceversa?.

Bueno quizás por ignorancia he simplificado en exceso un proceso que ha conllevado millones años, pero tengo claro que ese “clik se produjo y que algunos humanos es probable que seamos herederos de aquella empatía y bondad como emociones que surgieran a consecuencia de aquel cambio evolutivo.

Lo que está claro es que en la actualidad la dualidad existe y persiste. De un lado estarían los que miran al mundo desde su obligo dejados llevar del mantra del “Yo, mí, me, conmigo y si acaso mis allegados”.

Del otro los que nos manejamos desde la tolerancia y el respecto como valores esenciales para la convivencia. Movidos por la benevolencia y la amabilidad propias de los seres empáticos, y que encima hemos de soportar en más de una ocasión que se nos tilde de “buenistas”

¿Buenistas por ser sensibles con el dolor y necesidades de cualquier ser humano, proceda de donde proceda y sea de la raza que sea?

Sigo estando convencida de que este esquema de pensamiento es algo infantil e inmaduro porque nadie conoce las cartas que la vida nos repartirá en la siguiente mano de la partida.

La historia es el mejor de los ejemplos para comprobarlo. Hoy vivimos las bonanzas de un país occidental estable, llámese… Ucrania y mañana amanecemos en guerra, o con un corralito o con un genocida en el gobierno decidiendo quien vive y quien no.

Y sin esperarlo, pasamos de ser ciudadanos de primera a refugiados huyendo de las bombas con lo puesto, o quien sabe, incluso emigrantes pagando los ahorros de toda una vida para abandonar la tierra en que nacimos para salir de la miseria.

Quien nos puede asegurar que un día no seamos nosotros mismos, si si, los que mirábamos para otro lado para no impregnarnos del dolor y la necesidad ajena, o abiertamente despreciábamos al extranjero que osa pisar nuestro suelo para buscarse la vida, los que precisemos ayuda, solidaridad, aceptación y comprensión por parte de otros congéneres.

Categorizando el mal.

Hasta ahora hemos hecho un ejercicio en el que hemos presentado al ser humano con características más negativas a nivel adaptativo como fruto de la experiencia y el entorno, sobre todo cuando este es hostil.

Dentro de la psiquiatría y la psicología a este patrón conductual ya se le puesto nombre y no es otro que TRASTORNO DE PERSONALIDAD.

Pero yo quiero ir un paso más allá, y sumaré a estas personas con conductas digamos desleales o alevosas, otro grupo, aquellos que ya nacen con tendencias malignas y así lo expresan en su conducta desde su más tierna infancia. Pues sepan ustedes que también en estos casos encontramos una explicación en la ciencia y poco a poco iré desgranando la cuestión para llegar al meollo.

Desde la psicología se han venido haciendo distintas categorizaciones de las personalidades humanas y también de sus desviaciones. El DSM es una manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales y en la actualidad está en vigor su quinta edición.

Con este artículo no quiero entrar en aspecto teóricos-científicos acerca de los trastornos mentales, máxime cuando los propios profesionales de la psicología y psiquiatría a veces encuentran gran dificultad para hacer un diagnóstico certero.

Aunque a mi mente curiosa le encanta disertar acerca de este tema, dejo claro que todo lo que expreso en adelante será fruto de lo leído e investigado, que no ha sido poco. Nada sale de mi mente sin ton ni son.

Para empezar a adentrarnos en el tema considero necesario en primer lugar dejar clara la diferencia entre trastorno de la personalidad y condición estructural de la mente con la que la persona nace.

Un trastorno mental se adquiere, es decir, se tiene o desarrolla a consecuencia de alguna carencia o experiencia traumática fundamentalmente en las primeras etapas de la vida. Incluso puede deberse a todo lo contrario, lo que viene siendo un exceso de protección y validación por parte de los padres.

Lo fundamental que hemos de entender en este sentido, es que los trastornos en mayor o menor medida son tratables o modulables, cuando la persona asiste a consulta con un terapeuta preferiblemente especializado en dicho trastorno. Probablemente un psicólogo recién salido de la carrera, por más intención e interés que le preste al caso, no obtendrá resultados positivos cuando se enfrente a cierto tipo de perfiles.

En principio cuando pensamos en la palabra trastorno mental lo asociamos a la desregulación de las emociones, sobre todo a emociones como angustia o tristeza, que puede llegar a ocasionar disfuncionalidad en algunas áreas de la persona.

Nos vienen a la cabeza sobre todo en desórdenes como la ansiedad o la depresión, la bipolaridad, trastornos alimentarios, psicóticos o del neurodesarrollo.

Sin embargo, existen otros tipos de trastornos que se ubicarían dentro del clúster B del DSM 5, a los que debemos prestar especial atención y cuidado teniendo en cuenta que sus conductas pueden ocasionar en las personas con las que conviven secuelas a nivel emocional bastante lesivas.

Vamos que sin exagerar ni un pelo, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que son bastante peligrosos o tóxicos para sus congéneres. De hecho, diversos autores se refieren a algunos de ellos como parte de la “triada oscura”. No digo más.

Dentro de este grupo se encontraría los trastornos narcisista y antisocial de la personalidad que englobarían los perfiles a los que vengo refiriéndome desde el inicio de este apartado.

Aclaro antes de seguir avanzando, que en la vida real todas las personas podemos mostrar en algún momento y circunstancia rasgos disfuncionales en mayor o menor medida, y es en base a esta proporcionalidad, y sobre todo por sus efectos en las relaciones con los demás, como los profesionales de la salud mental construyen y argumentan su diagnóstico.

Es la frecuencia, y por lo tanto, la acumulación y reiteración de dichos rasgos lo que definirá un patrón y en consecuencia un juicio aproximativo.

Aun así, y según las observaciones de muchos terapeutas, tanto el trastorno disocial, como el narcisista de la personalidad, responden por desgracia mal al tratamiento ya que los individuos que lo muestran tienden a pensar que poco les puede aportar alguien que consideran inferior a ellos mismos.

Trastorno narcisista & Psicopatía

Curiosamente, aunque todos conocemos el mito de Narciso, ése joven que se amaba tanto que tanto a sí mismo, que al ver su imagen reflejada en el rio, un día se cayó y murió ahogado, pocas personas saben en realidad de lo que implica dicha palabra cuando por delante viene acompañado del término TRASTORNO de personalidad.

Igualmente ocurre con la PSICOPATÍA. La mayor parte de la población al ser cuestionados sobre esta alteración, hace mención de la imagen del psicópata que se nos ha vendido través de las películas. Ya sabéis, cuando oímos el vocablo, nos viene a la mente la figura de Aníbal Lecter, Norman Bates, el asesino de SAW, o el poco favorecido personaje que interpreta Javier Bardem en “No es país para viejos”.

Alguien que en principio se muestra educado y agradable, pero que guarda en el armario decenas de cadáveres a los que ha elegido para ser sus víctimas de forma pormenorizada o sencillamente aleatoria.

Ambos perfiles, tanto el trastorno narcisista como la psicopatía (esta última se englobaría dentro del trastorno antisocial de la personalidad), tienen características comunes y otras que les diferencian, ya hablaremos más tarde de ello, pero lo que sí o sí hemos de grabar a fuego en nuestra memoria es que, tanto el narcisista perverso como el psicópata integrado, tienen una agenda encubierta para satisfacer sus intereses y necesidades y harán lo posible por pasar desapercibidos, al menos en las primeras fases y es esto justamente lo que nos pone en peligro.

Hoy en día por suerte, especialistas en la materia empiezan a hablar exhaustivamente en las redes, sobre todo en YouTube, de estos dos perfiles. Y lo hacen porque a lo largo de su experiencia profesional han constatado que existe una gran cantidad de personas que, sin haber sido maltratadas físicamente, presentan graves secuelas emocionales que requirieron una intervención terapéutica larga y profunda para ser rehabilitados.

Se dieron cuenta de que es la ceguera social que existe acerca de esta problemática, lo que nos convierte, sobre todo a las personas empáticas con tendencia a querer ayudar y facilidad para adaptarse, en presas fáciles para estos depredadores emocionales. Porque eso es lo que verdaderamente son y hemos de ser conscientes de ellos.

Pero también están haciendo esta encomiable tarea divulgativa a fin de que las secuelas del abuso emocional que las personas de estos dos perfiles infligen a sus víctimas, no pasen desapercibidas y sean consideradas como punibles ante la Ley. Frente al abuso físico que deja marcas claramente identificables, el abuso emocional casi no se tiene en cuenta.

Pues bien, sepan ustedes que las consecuencias psicológicas de años de abuso emocional pueden provocar en quien lo sufre cuadros ansioso- depresivo graves, somatizaciones físicas significativas, incluso intentos autolíticos sobre por la dificultad de hacer entender a los demás lo que les está sucediendo.

A todo este conjunto de síntomas que la víctima exterioriza se le denomina cuadro de estrés postraumático relacional complejo. Algunas personas que tuvieron la mala suerte de compartir su vida con narcisistas perversos o psicópatas integrados verbalizan después de haber logrado dejar una relación, que es como si les hubiera pasado por encima una apisonadora. Quedan totalmente destruidas, hiper reactivas, con miedos patológicos, con enfermedades normalmente autoinmunes, con confusión, problemas de memoria y atención, o lo que es peor, con una anhedonia absoluta ante la vida que sigue pasando inexorable delante de ella.

¿Por qué es invisible el abuso emocional?

  • En primer lugar y como ya dijimos anteriormente, porque no físico. Salvo excepciones y sobre todo cuando se trata de narcisistas “somáticos” (menos sutiles en las conductas) los narcisistas y psicópatas someten a su víctima sin dejar una sola marca, ni heridas, ni cicatrices, pero si una serie de alteraciones que se denominan, como ya dijimos anteriormente, Trastorno de estrés postraumático relacional complejo.

En caso de no ser tratado debidamente este cuadro podría incluso abocar a quien lo sufre a conductas autolíticas. Ojo, con esto no quiero decir que no puedan producirse también agresiones físicas, pero son más escasas, sobre todo si con el abuso emocional el perverso ya consigue su objetivo.

  • Es más difícil de identificar a primera vista porque es gradual. Evidentemente si desde el día 1 el narcisista/psicópata se portara mal descaradamente con nosotros, nos pondríamos a buen recaudo sin dudarlo.

Lo que se produce es una abrumadora suerte de halagos y buenos actos, sobre todo en las primeras fases de la relación (Love bombing), entre los que van entretejiendo gestos de manipulación o poco apropiados que irán “in crescendo” conforme la convivencia avance. Nuestra mente, que no entiende como alguien que te quiere tanto en ocasiones, puede ser tan cruel y desleal en otras, buscará mil explicaciones para descifrar la incógnita. Y sabéis por donde empieza a culpabilizar… por unos mismo, con discursos del tipo…

  • Seguro que algo habré hecho mal par que un hombre tan generoso a veces se vuelva un monstruo.
  • Mañana procuraré dejar todo hecho y así evitar que cuando llegue a casa me vuelva a gritar y denigrar.
  • Bueno, igual si dejo de salir con mis amigas él se tranquiliza. Total qué trabajo m cuesta.
  • Cuando me dice que no quiere que me vista así, es porque me quiere muchísimo. Seguro que son celos.

Todos estos mensajes confusos dentro de la cabeza de una víctima que intenta dar sentido al sinsentido se denominan DOSINANCIA COGNITIVA.

En cuanto al mecanismo que opera a nivel de enganche adictivo al propio perpetrador se le denomina REFUERZO INTERMITENTE, y es el motivo que hacer permanecer a las víctimas ligadas patológicamente al abusador sin ser capaces de abandonar la relación a causa del dolor y desasosiego que nos produce su no presencia.

Este refuerzo intermitente actuaría al igual que lo hace cualquier otra droga adictiva. “ahora me colma de buenos gestos… ahora de maltrata, y no sé en qué momento me tocará una u otra conducta.

Cuando la persona abusada se aleja de su pareja narcisista o psicópata, lejos de sentir alivio y bienestar, atraviesa un auténtico calvario. Un “mono” físico y psicológico ya que le falta toda esa estimulación que recibía constantemente, tanto positiva como negativa.

De hecho, aquellos que ya superaron el abuso y tratan de iniciar otra relación, manifiestan que cualquier intento de acercamiento resultó en vano porque todos los candidatos eran tremendamente aburridos. Ninguno de ellos les procuraba ese nivel de activación malsano pero adictivo.

  • Cursa casi inapreciable a ojos de casi todos ya que no conviven con el “perverso” o no han sido elegidas como víctimas. El resto de mortales sólo verá su máscara de afabilidad. Sólo las víctimas, y quizás algún empático muy consciente, tendrán el privilegio de ver al monstruo que se esconde tras la máscara y verán la maldad que se oculta tras su fría mirada.

¿En qué se diferencias los perversos narcisistas de los psicópatas?

Aunque ambos perfiles (narcisista perversos y psicópatas) comparten muchos rasgos y patrones de conducta hasta parecer calcados, si relatamos las historias de vida con ellos, no son totalmente idénticos. Existen algunas diferencias que estimo conveniente conocer.

  1. El origen. La diferencia fundamental entre los psicópatas integrados (aquellos que no suelen delinquir abiertamente), y los narcisistas perversos, radica fundamentalmente en que los primeros suelen nacer con una alteración en alguna estructura del cerebro que les determina la conducta, en tanto que los narcisistas desarrollan el trastorno en algún momento de sus vidas. Lo normal es que el trastorno de personalidad narcisista aparezca en la adolescencia a consecuencia de alguna carencia, experiencia de vida muy estresante o incluso excesiva sobreprotección durante la infancia.

Digamos a fin de facilitar la comprensión, que el patrón de conducta de los narcisistas es más una estrategia de afrontamiento errónea con la que tratan de manejarse y sentirse validados.

Voy a intentar ser más didáctica con estas dos frases que estimo pueden ayudar a entender la diferencia entre ambos perfiles.

  • El narcisista se hace y el psicópata nace”. Aunque esto no es algo absoluto, dado que puede que algún individuo ante un evento vital en extremo traumático puede llegar a evidenciar la frialdad de un psicópata.
  • Todos los psicópatas son narcisistas (exhiben conductas narcisistas perversas), pero no todos los narcisistas son psicópatas”.

La base de la conducta desadaptativa del narcisista extremo radica en un trauma normalmente acaecido en la infancia y que empieza a hacerse patente en la adolescencia, como un constructo o imagen estereotipada con la que se presentan a los demás. Es esa máscara de ciudadano perfecto y maravilloso a la que nos hemos estado refiriendo a lo largo de todo el artículo.

Sólo con el paso del tiempo, cuando el narcisista se va relajando al sentir que tiene bien pillada a su víctima (ésta ya está enamorada), dejará escapar de forma gradual atisbos de su verdadero ser. Y Ahí será cuando la confusión se instale en la mente de la víctima.

En cambio, la psicopatía se trae de serie. Se han podido detectar patrones antisociales en bebés de 5 semanas. Los rasgos de insensibilidad que exhiben los niños de 2 o 3 años pueden servir como marcador predictor de rasgos psicopáticos en la adultez.

Además, en diversos estudios se han identificado a niños de entre 6 y 13 años con un diagnóstico de conducta de oposición desafiante que terminan por mostrar rasgos similares a los de adultos psicópatas. Por lo cual podría ser otro marcador predictor.

  1. Las posibilidades de cura o tratamiento son, ninguna en el caso de los psicópatas, y escasas en el de los narcisistas teniendo en cuenta que se sienten superiores y sin mácula. ¿qué va decirles un psicólogo a ellos que todo lo saben… (espero que se advierta la ironía). Pueden, si lo ven necesario, fingir que quieren someterse a ese tratamiento. Si esto llegará a suceder de seguro ocurrirán alguna de estas dos cosas; o bien consigue embaucar al propio terapeuta, o a la segunda visita dice abiertamente que la terapia es una soberana pamplina y se negará a volver.
  1. El EGO. Aunque nos parezca raro el narcisista esconde un ego increíblemente frágil detrás de su máscara. No soporta las críticas, menosprecia a todos para validar su superioridad, se mostrará iracundo, impulsivo e incluso agresivo cuando se les contradiga o no logre su objetivo. Aunque bien es cierto es que es un rasgo general, ya que tiene bastante que ver el tipo de narcisista que se trate.

El psicópata por su parte tiene un EGO enorme e inquebrantable. Suelen ser diagnosticados de los 18 en adelante, aunque para que pueda ser diagnosticados como tal, han de haberse producido expresiones de conducta perversa antes de los 15 años.

Los psicópatas tienen conciencia del bien y del mal, aunque a veces no es muy sólida. Es decir, saben que comenten una ilegalidad como robar y que ello está mal, pero eso no les detiene dado que rara vez sienten culpa.

No suelen sentir remordimientos, no saben lo que es la empatía, muestran un encanto superficial, son deshonestos, con tendencia a la manipulación, temerarios y difícilmente crean apegos y afectos.

  1. Prevalencia. Los estudios han demostrado hasta la fecha que los narcisistas pueden llegar a suponer entre el 11 y el 13 % de la población. Imaginaros con cuantos de ellos nos habremos topado a lo largo de nuestra vida en variados ámbitos. Entre el 50 y el 75 % de ellos son varones, quizás porque las características que exhiben se identifiquen más con comportamientos machistas y por tanto no les importe tanto que sean más visibles.

Sin embargo, el trastorno narcisista se da tanto en hombres como en mujeres y por tanto es probable que sencillamente las féminas sean más ingeniosas a la hora de camuflarse.

En el caso de la psicopatía y basándonos en el DMS 5, los datos avalan que entre un 1% y 3,3% de la población mundial puede tener esta condición. Suelen darse más en determinadas profesiones con cierto poder e influencia como políticos, altos ejecutivos, o personas que ostentan cargos de responsabilidad.

Este porcentaje aumenta entre la comunidad penitenciaria masculina que alcanza un 60 %. Por tanto, en el caso de la psicopatía y en base a los datos que se dispone, si que es más frecuente entre los varones.

  1. Diferencias en la emotividad.

Las personas con Trastorno narcisista pueden experimentar un rango amplio de emociones: euforia, ansiedad, enfado, ira, impulsividad, tristeza pudiendo incluso experimentar cuadros depresivos. De hecho, les encanta ser el centro de atención pudiendo llegar a ser bastante histriónicos en este intento.

Por su parte los psicópatas muestran un rango de emocionalidad muy atenuado. Si que aprenden con el paso del tiempo y la experiencia a imitar las emociones (emocionalidad intelectual). Esto significa que pueden emular a la perfección un gran número de emociones humanas como herramienta de persuasión o manipulación. Lo de sentirlas es harina de otro costal.

Apenas experimentan depresión o ansiedad y su capacidad de conmoverse o enternecerse es prácticamente nula.

Pueden engañar o hacer sentir culpabilidad si con ello salen airosos. O por qué no, dar un paso más allá cuando la presa ya ha caído en indefensión, pudiendo llegar a hacer uso de la intimidación, persecución o un comportamiento criminal, sin sentir la más mínima culpa o remordimiento alguno.

Tampoco hemos de esperar que vayan a responsabilizarse de sus actos, sino todo lo contrario. El psicópata será capaz de urdir el argumento perfecto en un abrir y cerrar de ojos para hacer creer a los demás que son ellos lo que le provocaron y obligaron a obrar como lo hizo.

  1. Diferencia entre la tendencia al sadismo y la venganza.

Los individuos que sufren el trastorno narcisista de la personalidad suelen ser sádicos y tienen tendencia a la venganza cuando se sienten ofendidos. No lo dejarán pasar por alto, así como así. Para ellos, hacer daño a otra persona, les hace sentir poderosos además proporcionarles sensación de control.

El psicópata, por el contrario, suele ser más frio, calculador y sobre todo selectivo. No reaccionan con sadismo al sentirse ofendidos, más bien se mostrarán indiferentes y harán lo posible por alejarse de la situación.

Si quisieran vengarse por creer que algo es injusto, no será en un gesto impulsivo, sino en un proceso controlado y minuciosamente planificado que esté a la altura de su grandiosidad.

Es más, un psicópata podría poner a prueba alguien torturándole exclusivamente para ver cuáles son sus límites. Es decir, con una función más incidental que intencional.

  1. Diferencias respecto al miedo y al rechazo.

Las personas narcisistas tienen un miedo terrible al rechazo, a no ser considerados buenos o a ser descubiertos en su afán por parecer quienes no son en realidad.

En cambio, los psicópatas no son miedosos, en todo caso temerarios. Son arrojados y no se muestran ansiosos en situaciones que implican riesgos o fracaso.

  1. Otras diferencias.

Los narcisistas tienen una característica muy peculiar que suele provocar rechazo o desagrado en los demás de forma natural, y es su tendencia al drama y a expresar sus sentimientos de forma exagerada si algo les ha disgustado. A veces son tan exagerados que resultan muy poco coherente con su propio patrón de conducta, y esto sí que es una bandera roja fea de grande.

Si un narcisista se siente agraviado exigirá una reparación sobre todo porque se sienten muy incómodos en el papel de víctima. Eso o te la devuelve triplicada.

Por su parte los psicópatas son poco dados a drama. Más bien les aburre y no tienen problema en mostrarse totalmente indiferentes y fríos en ese tipo de situaciones, ya que ni les duele el dolor ajeno, ni les importa que piensen de ellos que son unos insensibles.

Sim embargo, dadas sus artes manipulativas, podría fingir sin dificultad estar afectados usando artimañas y una falsa aflicción, lo que da idea de lo complicado que resulta identificarlos.

Conclusión. Salir por patas.

Después de haber leído y analizado la información, y con estas expectativas tan poco halagüeñas, os conmino a seguir el consejo que nos dan los especialistas sobre el tema y del que hablamos al principio del artículo.

En caso de que hubiéramos detectado que tenemos a un psicópata o narcisista como pareja, amigo, madre o padre, la mejor alternativa no es otra que escarpar al ámbito de influencia de esta persona lo antes posible y poner a ser posible un continente de por medio.

De no ser viable la medida, la mejor de las alternativas es el contacto cero del que más detalladamente hablaré en otra ocasión.

Cuando por suerte la información sobre este tema empezó a aterrizar en mi “azotea”, la primera reacción fue de shock absoluto. Por fin había una explicación esclarecedora para algunos episodios de mi vida en los que mi pensamiento lógico y mi personalidad empática fracasaron en la búsqueda de respuesta plausible.

Mi mente empezó a trabajar partir de ese momento como una descosida para tratar de identificar a todos aquellas personas que habían pasado por mi vida y que respondían a este perfil perverso. Y sabéis, me espanté literalmente al comprobar que me faltaban dedos de pies y manos para contarlos.

Ahora me siento más segura. Ya he superado la fase de hiperreactividad. Ya no veo psicópatas o narcisistas hasta debajo de las piedras, pero sí que tengo el radar siempre activo.

Con pesar admito haber tomado la decisión de aparcar o abandonar relaciones con personas con diferentes lazos de afinidad, amistad o incluso parentesco. Y lo he hecho porque ahora ya no me siento vulnerable. Me auto reconozco como ser empático, pero al igual tengo la información y capacidad para identificar la naturaleza de ciertas conductas que rozan el narcisismo o la psicopatía integrada.

Ante la maldad, ya sea disfrazada o explícita, tomo medidas, evito riesgos y me protejo. Vamos, hago exactamente lo mismo que “el Correcaminos” en presencia del coyote… BEEPPPP BEEPPPP, y se te vi… no me acuerdo. (esta frase se la he copiado al Dr. Iñaki Piñuel, al que admiro sobremanera)

Y aunque os parezca una exageración, todo lo que he plasmado en este artículo no es más que la punta del iceberg de una marabunta de información y bibliografía que aborda la temática del abuso emocional.

Tanto contenido que darían para escribir varios artículos. Me paro aquí a fin de que sirva de aproximación e introducción al asunto, y seguramente me anime a continuar esta línea de trabajo porque creo vehementemente la labor pedagógica que supone la transmisión de información como estrategia de afrontamiento ante estos dos perfiles de personalidad.

Y ahora os toca a vosotros reflexionar e identificarlos.

PD. Referencias de profesionales de la psicología que tratan el tema en redes.

  • Iñaki Piñuel.
  • Omar Rueda.
  • Antonio de Vicente.
  • Self Talk.
  • Pulsión de vida.
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