¿DE DONDE VINO EL VINO? CAPÍTULO CUARTO.

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José Ignacio García-Muñoz (Queche)

DEL SYMPOSION AL BAR

Para cerrar esta serie de capítulos dedicados a los orígenes del vino, vamos a tratar un aspecto diferente a lo que es la elaboración, el cultivo, y la comercialización. Vamos a tratar sobre el modo de consumirlo en la antigüedad que, como veremos más adelante no difería mucho de cómo lo hacemos ahora.

Cuando uno tiene sed, es porque los osmorreceptores del cerebro situados en la Lámina y el Hipotálamo fundamentalmente, detectan una disminución de la hidratación y ponen en juego una serie de hormonas como la Vasopresina, Angiotensina y Aldosterona etc. para que el individuo sienta sed, y comience la ingesta de líquidos para recuperar la homeostasis celular (equilibrio) en el medio interno. Si usted está vendimiando con 40 grados a la sombra, está en una sauna, o ha hecho ejercicio vigoroso bajo el sol, el cuerpo le demandará beber para reponer electrolitos y volumen plasmático; es algo fisiológico que regula el sistema nervioso vegetativo, y a lo que deberemos atender lo antes posible en beneficio de la salud.

Resulta evidente, que cuando uno bebe no es consciente de todos estos procesos, es algo involuntario, aunque el hecho de beber no lo sea. En cualquiera de las situaciones anteriores, tomamos una botella de la nevera, bebemos de una fuente o del grifo de casa, o abrimos una lata de refresco; buscamos calmar la sed, no importa donde lo hagamos, la prioridad es calmar la sed en términos fisiológicos, pero… ¿Qué sucede cuando vamos al bar a tomar “algo”, sin que sintamos esa sed fisiológica?

Aristóteles allá por el 384 A.C, decía que, “el ser humano es un ser social por naturaleza”, necesita de los demás para vivir, algo que por otra parte es común a muchas especies de animales.

Aventurábamos el otro día hablando del origen del vino, el hecho de que el contenido en alcohol de aquel vino primitivo y primigenio, pudiera causar en quienes lo bebieron por primera vez los efectos que hoy conocemos como borrachera que, dependiendo de su importancia, podría producir efectos psicotrópicos a los que nuestros antepasados desconocedores de tales efectos debieron otorgar propiedades mágicas, de modo que esta forma de beber que no persigue calmar la sed, siempre ha estado rodeada de una aureola de trascendencia y se ha llevado a cabo en grupo dentro de un ambiente ceremonial. Ciertamente, el vino en sus comienzos se utilizó en ritos iniciáticos o ceremonias de diferente índole, bien por estar reservado a unos pocos dada su escasez, o bien por aquellos que utilizaban sus efluvios como experiencia vital más o menos trascendente, y debemos hacer el esfuerzo de pensar como en aquellos tiempos, en que conseguir vino no era tan sencillo como hoy día, donde por poco dinero podemos conseguirlo y además de una calidad que nuestros antepasados ni siquiera soñaban, y añadiendo el conocimiento de los efectos que sobre el sistema nervioso produce el consumo desaforado.

EL SYMPOSION

El symposion, era una forma “civilizada” de consumir vino colectivamente que pusieron en práctica en la antigua Grecia nueve siglos antes de Cristo. En un principio, el symposion fue un acto dedicado a Dionisos dios del vino. En estas reuniones el simposiarca (el jefe de la cuadrilla para que nos entendamos) repartía y dosificaba el vino, además de rebajarlo convenientemente con agua en diferentes proporciones según el momento, y los servía en recipientes llamados cráteras.

El symposion era una institución importante en cuanto que significaba el consumo de vino en sociedad, ya que, ninguna otra bebida era utilizada, y se paladeaba y disfrutaba de sus cualidades sensoriales mientras se discutía de música, filosofía, arte o política, aunque bien es cierto, que al symposion solo podían acudir determinados colectivos masculinos lo que añadía un sesgo de discriminación.

La ceremonia propiamente dicha, comenzaba con un banquete a base de cereales y carne de animales sacrificados que servían las heteras* al tiempo que interpretaban música y canciones; junto con las cortesanas, las heteras eran las únicas mujeres admitidas.

Esta tradición de los griegos, se trasladó a Roma unida a la adoración al dios Baco que era el equivalente en la mitología romana al Dionisos griego, y a diferencia de estos, ya desde la época etrusca las mujeres fueron admitidas en el symposium romano. Dada la duración de estas ceremonias, el vino se rebajaba con agua para evitar los efectos perjudiciales del consumo excesivo; algo (el consumo excesivo) que no estaba bien visto. Según relata Plutarco (historiador griego de nacionalidad romana), en no pocas ocasiones, los esclavos eran obligados a beber en exceso para que los jóvenes pudiesen apreciar los efectos que sobre las personas tenía el consumo desmedido de vino y si rebajar con agua; costumbre ésta muy romana.

Con el tiempo, el symposium dejó de ser selectivo y su práctica se generalizó llegándose a prohibir por Teodosio el Grande (que se convirtió al cristianismo) dado que, además de las trompas que cogía el personal, en aquellas reuniones también se conspiraba al ser centro de críticas políticas e insurrección, y es que la gente no bebía hasta coger el “puntito”, es que aquello se convertía en auténticas bacanales donde reinaba el desenfreno. Pero el symposium fue algo más que un acto de ofrenda a los dioses, se convirtió también en una forma de ostentación de poder político y social, además de convocar y establecer conexión estrecha con elites y acentuar su influencia.

Tenemos pues, que la gente se viene reuniendo en torno a una copa, crátera, vaso, cuerno, o cualquiera de los recipientes utilizados para beber vino, desde tiempos inmemoriales, y tenemos también, que en esas reuniones se hablaba de política como ahora, de arte, como ahora, y de carreras de cuadrigas o gladiadores, en vez de futbol como ahora, también de música y teatro, como ahora, y de poner al gobierno o emperador de turno a bajar de un burro como ahora.

Cuantas conspiraciones se han fraguado alrededor de una mesa en la que el vino ha sido protagonista, y aun hoy en día, algunos políticos al parecer han terminado desparramando con el equivalente de las heteras griegas. Por lo tanto, no estamos tan lejos en las costumbres como los siglos pueden dar a entender, y si hoy en día, alguien abriese un negocio en el que se sirva buen vino, y un grupo de amigos, aunque no formen parte de ninguna elite se puedan reunir para hablar de lo divino y de lo humano, y a ese negocio le pusiera de nombre de: “El Symposio”, habría dado en el clavo porque, ¿Qué era el simposio, sino un bar de aquellos lejanos tiempos? Lo que pasa es que ellos no lo sabían.

*HETERA: Clase de mujeres libres que desempeñaban funciones de artista, contertulia y prostituta acompañante.

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