«PESCAILLO» de la Mancha, CARLOS REDONDO DE DAIMIEL.

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Uno del Pueblo

¿Ha muerto? Qué sabe nadie. Nos ha dejado, en físico que no en alma. Nadie muere mientras permanezca en nuestro recuerdo. El personaje a quien nos referimos, presiento que no morirá nunca. Carlos Redondo, Isidoro, es y seguirá siendo historia viva de Daimiel. Isidoro Rodríguez – Madridejos Redondo, nuestro admirado y valorado Carlos Redondo, nos ha dicho adios, ahí os quedáis, que yo marcho al infinito, lugar tal vez de privilegio. Pero auténtico legado de humanidad el que nos ha dejado el gran barítono daimieleño, voz de la canción española que alardeó por el mundo de sus orígenes daimieleños, gañán en tiempos ha, y a mucha honra, que trabajó de camarero, panadero, carpintero,… qué se yo, según la letra de su canción, era obrero aventurero, chapurreando idiomas, jardinero, camionero…, qué se yo… era obrero aventurero, sin tener una „perra“ el trabajo no le pesó.

Le bastó la herencia genética, filosofía de su abuelo, vivir alegre la vida, entre amigos, ofreciendo la otra mejilla y el perdón, fortuna heredada, fortuna de trabajo y amor. «Pescaillo» Carlos Redondo, daimieleño de pro, que divulgó allende los territorios el nombre de su pueblo, Daimiel, haciendo siempre gala de su origen manchego.

La voz de Daimiel, lejos de morir, ha vuelto a ponerse en vivo, coreada por el pueblo llano, a la salida de sus restos mortales, inmortales en las almas de los presentes, por la Puerta Grande de la Iglesia de Santa María. Sus hijos, manteniendo entre sus brazos el féretro de papá, lejos de abandonarse al sollozo, cantaron a viva y fuerte voz el «Somos de Daimiel», contagiando con su firmeza y fuerte personalidad a los presentes, algunos derrumbados ante el momento. Todo ello, al compás de la Banda Municipal de Música de Daimiel y la coral popular, que acompañó el oficio cristiano y el momento descrito, cantando y sintiendo de verdad el himno compuesto por el gran artista daimieleño, de cuerpo presente, pero que no creemos estuviera muy ausente.

Homenaje sobre la marcha, sin preparar, eso sí que es auténtica verdad, reconocimiento popular, emoción a raudales, momento para el recuerdo hacia un ilustre de Daimiel, barítono del pueblo que empatiza con el personal sin pretenderlo, todo producto de la sencillez de un ser humano grande y humilde a la vez.

Doblaron las campanas, con tañido y musicalidad especial, sonaron para una despedida plena de gloria, por parte de un pueblo que estuvo en su adios y le tendrá presente por los tiempos. «Pescaillo» de la Mancha, Carlos Redondo de Daimiel, presente e historia inmortal de nuestro pueblo.

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