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José Ignacio García-Muñoz (Queche)
Un simple vistazo a las estadísticas, nos dice que el cristianismo con 2.400 millones de practicantes es la religión mayoritaria en el mundo, seguida por el islam, y por el hinduismo (unos 1400 y 1200 millones respectivamente). Cuando en la última cena, Jesucristo instituyó la eucaristía convirtiendo el vino en sangre de Cristo, dio un impulso definitivo a esta bebida que tenía un matiz ambivalente en la literatura bíblica, ya que, a la vez que se consideraba una bendición de Dios, también podía llevar al pecado si no se producía su consumo de forma prudente.
Otro suceso ampliamente difundido, fue aquel en el que Jesús convirtió el agua en vino en las bodas de Caná. Los historiadores sitúan el evento en la actual Kafar Kaná a unos siete kilómetros al noroeste de Nazaret, pero esto no es lo más curioso, por lo menos no tanto como el hecho de que se celebraran el día 6 de enero, en la epifanía de los reyes magos que, curiosamente coincide con la fiesta de adoración de Dioniso dios griego del vino. Dado que éste fue anterior a Jesús, cabría preguntarse si para construir su relato, tomó Juan el evangelista como referencia esta fiesta, que la iglesia interpreta como la llegada de los tiempos mesiánicos con todos los dones de los que Jesucristo sería portador, y que en el caso que nos ocupa no serían cosa baladí, ya que según las escrituras convirtió en vino (por cierto, de excelente calidad) nada menos que 300 litros de agua.
Entre el 25 de diciembre y el 6 de enero, son muchas las culturas que celebran la llegada de los días más largos con el solsticio de invierno; tiempo que dará lugar a nuevas cosechas, tiempo de renovación y de nacimientos, entre los cuales la iglesia instituyó la fecha del nacimiento de cristo y la adoración de los magos, un tiempo que coincide con la adoración pagana de Dioniso por los griegos, y de Baco su equivalente en la mitología romana con las Saturnales; ambos dioses del vino.
Son muchos los interrogantes que se suscitan a partir de este y otros hechos similares, y dejo a su curiosidad querido lector el que profundice en ellos.
Puestos a especular, y como saben a través de los capítulos anteriores, dado que el vino primitivo era de cualidades organolépticas un vino deficiente, tal vez lo que pasó (y no es más que un ejercicio de imaginación), es que, a partir de unas decenas de litros de vino de baja calidad convenientemente “bautizado” con agua para rebajar su fuerte sabor, se convirtieron en una cantidad mayor y menos desagradable al paladar, algo que sí está comprobado que se hacía con bastante frecuencia.
Tal vez usted no se lo haya preguntado nunca, pero hay investigadores que están intentando averiguar que vino bebió Jesús en la última cena, algo que se antoja bien complicado de saber, aunque sí parece que hay consenso sobre qué tipo de uva sería la utilizada en aquél vino. Los investigadores han identificado 120 variedades de uva que crecían en la Israel de la época, aunque últimamente lo han dejado en 20 siendo la Syrah (cepa de origen persa) la que consensuan como más abundante en la tierra de Jesús. Aunque a los romanos les gustaba clarificar los vinos con polvo de mármol, tiza o la clara de huevo para mitigar su acidez, la biblia cuando se refiere al vino lo hace siempre a través del tinto, por lo tanto, parece que el vino de la ultima cena, era un vino con cierto cuerpo, denso, con un corto añejamiento, y alrededor de 14 grados.
También se especula (Pedro Torres) sobre la posibilidad de que no fuese vino con alcohol sino mosto según la Torá, pero las condiciones de temperatura y la falta de higiene de la antigua Palestina, hacen difícil pensar en un vino sin fermentar (International Standard Bible Enciclopedia) sin que se convirtiese en algo insalubre.
La búsqueda del Santo Grial (la copa en la que bebió Jesucristo) se convirtió en una obsesión para miles de cruzados en la época del rey Arturo, y la literatura se ha explayado con el tema a veces de forma especulativa. Cuentan que José de Arimatea fue el depositario del cáliz sagrado, y que, en él recogió la sangre de cristo que manaba tras la lanzada que le infligió el soldado Longinos en el costado.
EL CAMINO DE SANTIAGO
El camino de Santiago desempeñó un papel relevante en la difusión del vino y de la vid. Los miles de peregrinos de Europa que visitaron la península produjeron un intercambio de cultura y de productos, algo a lo que no fue ajeno el vino. Los pámpanos de vid se propagaron por todos los lugares de paso de los peregrinos, desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela pasando por Navarra, la Rioja y León desde los países de origen de los peregrinos y viceversa. Este camino produjo un intercambio de material vegetativo de distintas variedades de vid de origen ibérico o centroeuropeo que con el paso de los siglos se fueron adaptando a las diferentes condiciones climáticas y de suelo. Sirva como ejemplo (aunque situado en otra época) de la importancia que este tipo de intercambios significó, particularmente de un tipo de uva muy popular en nuestro país; la Pedro Ximénez.
Cuánto hay de leyenda y cuanto de realidad, es algo que dejamos en el aire, aunque partidarios de unas y de otras tienen todas. Vamos a empezar por la más pintoresca que es la de Peter Siemens un soldado de los tercios de Flandes que trajo una Riesling del valle del Rhin y que fue a dar con sus huesos a Andalucía donde prosperó la uva, y por deformación fonética dado el gracejo andaluz, Peter Siemens terminó llamándose Pedro Jiménez.
Otras teorías mantienen que Giménez, Jiménez O Ximénez, es un apellido de origen navarro o aragonés y que es un patronímico de Jimeno.
Otros aseguran que la cosa viene del árabe que significa “gota dorada” por su color.
Sea cual sea la versión que más le guste, lo que sí está claro es que es un vino cojonudo
La cultura monacal, también sirvió de impulso al vino, ya que alrededor de conventos e iglesias se elaboraban diferentes tipos de vino que a su vez eran utilizados bien para consumo propio, bien como moneda de cambio por los propios monjes, que con su concienzuda labor contribuyeron al desarrollo de los procesos de vinificación y a mejorar la calidad del vino.
También floreció toda una industria en un principio artesanal, donde los manchegos tuvimos mucho que ver; me estoy refiriendo a la cerámica, la cestería, y la tonelería, los pellejos y las botas para el almacenaje y transporte del vino y las uvas dejando atrás las ánforas romanas y otros recipientes menos adecuados.
Todavía estamos en la edad media, y fueron diferentes los monarcas europeos y españoles que establecieron fueros y leyes para proteger el vino y su comercio, dando lugar casi a las denominaciones protegidas ya que, en algunos casos se prohibía la importación de caldos que no fuesen del lugar.
El horizonte alrededor del vino es inmenso, y cada uno de los apartados anteriores daría para muchas páginas, pero este periódico solo quiere despertar en usted querido lector la curiosidad por el tema. En el próximo y último capítulo, hablaremos del modo en que griegos y romanos consumían el vino, y como esa costumbre podría ser considerada como el germen de los modernos bares y sociedades gastronómicas. Hasta entonces, brinden ustedes con una copa de buen vino, cierren los ojos mientras lo paladean, y sientan como el peso de la historia resbala por sus gargantas.
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