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Uno del Pueblo
Lo mismo se diserta sobre la ONU que sobre las palancas de Laporta. La barra del bar reúne a ilustres chaspantes, conocedores de todo lo que ocurre a diario. Parlanchines de bar, amenizan el rato mientras degustas un café calentico “pal” pecho o un airén en hora de aperitivo.
Personajes sin par, inigualables en sus doctos argumentos, válidos para enjuiciar guerras, corridas de toros o partidos de fútbol. Iturralde se va por las calicatras en cuanto se trata de juzgar al Madrí, según el susodicho locuaz. El cohecho de Laporta es aseverado sin lugar a dudas por el bar-man parlante, que también expone tesis acerca de palestinos e israelíes. Ponnos otra para paliar el reciente robo efectuado al Madrí.
Entre comunicados de clubs de fútbol, comentados con absoluto rigor, y sin dejar de darle a la lengua, nuestro “catedrático” no ceja en su empeño verboso, profiriendo soflamas y verdades como puños, lo ha dicho la tele. A falta de parroquianos, el capacitado orador, persiste dándole a la lengua, buscando camareros a lo largo de la barra, huyendo éstos despavoridos en busca de refugio momentáneo en la cocina, a ser posible con la puerta “entorná”. Pero ni con esas…, al ilustrado parlante le basta con elevar un poco el tono de voz, el charlatán de bar no decae un ápice en su empeño. Asiduos del local, van entrando tranquilos e inocentes, encontrándose de bruces ante la charleta del predicador; gestos atónitos y de extrañeza van levantando cejas, modelo entrenador italiano, entre quienes irrumpen en la taberna y se encuentran con el cuadro clínico del incansable conferenciante, con cuerda sobrada hasta recuperar de nuevo al camarero de turno, es indispensable para nuestro personaje, que vuelve a pedirse otra.
El volumen de su voz, detalle este importante, aumenta o disminuye en función a la importancia personal del asunto disertado, siendo el propio mitinero quien regule tan crucial detalle, vital para la buena recepción auditiva de los feligreses del lugar.
Eso sí, al toque de corneta de la mujer -léase móvil que suena -, salen “escopetaos” a su cuartel, donde casi seguro guardará absoluto silencio mientras no reciba órdenes superiores, buen momento para el descanso del guerrero, que reflexionará e irá almacenando en su coco nuevos asuntos y argumentos sólidos para inmediata expansión pública en el bar que le acoja más tarde, al anochecer…
Todo esto lo relato con verdad, al cien por cien de certeza, porque si digo que el escrito conlleva chanza o ironía, me pueden caer diez o doce partidos de sanción, Ancelotti dixit…