LO QUE NOS ENSEÑA EL BARRO. CRÓNICA DE UNA JORNADA EN VILLAMANTA

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José Ignacio García Muñoz (Queche)

No era mucho más alto que la pala que manejaba, y la delgadez de sus piernecillas bailaba dentro de las botas de agua, pero en ningún momento de la larga jornada de tarde, abandonó siquiera para beber agua el trabajo que el mismo se había asignado: retirar a los lados de la escalera para mantener la salida despejada, los montones de lodo que los demás adultos íbamos sacando del interior del colegio.

Jornada de pala, rastrillo y capazo. Jornada de mirar para adelante y meter los riñones. Jornada de no pensar por qué. Simplemente porque todos conocemos la respuesta. La naturaleza no tiene ninguna intención, ni buena ni mala, y cuando se manifiesta contraria a nuestros intereses, nos llevamos las manos a la cabeza porque se lleva por delante ese pequeño sueño en forma de casa, coche, y desgraciadamente también amigo, padre, hijo, esposa…

Y por qué no decirlo también, nuestra soberbia por desafiar a la naturaleza pensando que tenemos derecho a interponernos en su camino. Jornada de silencio, de sudor, y de trabajar codo con codo, a menudo descoordinados, improvisando, o con poca eficacia; ya habrá tiempo si es que hay ganas, para reunirse y evaluar, establecer protocolos y prevenir en base a la experiencia, aunque ésta, sea un legado que pocos heredarán.

Javi, el muchacho del que hablaba al principio, probablemente no podrá acudir a clase hasta dentro de un tiempo pero da igual, en estos días ha recibido unas enseñanzas que no están en los libros, unas enseñanzas que, otros de su edad que estaban viendo la televisión en su casa no han recibido y que son mucho más valiosas que aprenderse los verbos irregulares en inglés, una lección de sacrificio, honestidad, compromiso, solidaridad y de vida que otros se han perdido, y aquí incluyo a muchos adultos. ¡Bravo Javier!

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