EL ESTIGMA DE LA ALTA SENSIBILIDAD

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Desde un Mardetrankilidad

A ver, confesad cuántos de vosotros habéis tenido que oír a lo largo de vuestras vidas frases del tipo…


• Por dios no es para tanto. Hay que ver cómo te lo tomas todo.
• Es que eres demasiado sensible.
• Pues vaya, es que no se te puede decir nada. ¡Era una broma!
• ¡Pero cómo eres tan floj@ y quejica!. Qué poco aguante tienes.
• Uff, pero cómo eres tan intensa, eres una auténtica dramaQueen.
• Si es que te gusta sufrir, deja de darle tantas vueltas al coco.


Y por supuesto que, por ende, te habrás planteado en mil ocasiones que eres raro, que no encajas, que tienes un problema que te impide ser y sentir como los demás. Como si al no hacerlo como ellos supusiera no estar a la altura.

Bien, pues a todos los que en alguna ocasión habéis experimentado esta desasosegante sensación voy ofreceros una explicación plausible, tranquilizadora, y lo más importante, avalada por la comunidad científica. Igual no es válida para la totalidad, pero seguro que supondrá un gran alivio para algunos de vosotros.


Sé sobradamente lo que significa tener qué fabricar en tu cabeza continuos argumentos mentales para entender y comprender por qué sientes como sientes. Y también os puedo asegurar que, quien no te entiende por pura empatía, difícilmente lo hará a pesar de que le ofrezcáis una tesis doctoral respaldando vuestras sensaciones y emociones. Y si lo hace probablemente esté tirando de impostura. En cuanto os des la vuelta volverá con su “murga” de que sois unos exagerados.

Pero ¿qué significa ser poseedor o poseedora de ALTA SENSIBILIDAD?

Digamos de forma general, que las personas que tienen este rasgo o condición perciben y sienten de una manera más intensa y profunda. Y no responde al hecho de que sus sentidos funcionen en modo “PRO”, sino a que su Sistema nervioso central está más desarrollado. Digamos para simplificar, que su actividad neuronal en determinadas áreas es mayor y más compleja que en la mayoría de las personas.

El cerebro de un PAS (persona con alta sensibilidad), es capaz de procesar una mayor cantidad de información sensorial al mismo tiempo lo que la lleva a vivir los estímulos de forma más intensa además haciéndola más reactiva y empática.

Las PAS tienen su propio lenguaje, el lenguaje de las emociones. Todo lo sienten más profundamente, como si les doliera más, pero como contrapartida, cuando se divierten, lo disfrutan a tope. Nadie a su alrededor quedará ajeno a la luz que irradian las PAS en aquellos momentos que son felices.

Son más sensibles a las emociones y tienen un mundo emocional enorme, hasta el punto de que, si no son conocedoras de su rasgo y no han logrado aún encontrar la manera de gestionar toda esa maraña de emociones ocasionadas de su percepción del mundo, pueden verse abrumadas y confusas pudiendo incluso llegar a colapsar.

¿DESDE CUANDO SE CONOCE ESTE RASGO?

Podemos afirmar que este concepto tiene una vida bastante corta a nivel científico, ya que fue a partir de los estudios realizados por Elaine Aron en 1991 cuando la alta sensibilidad empieza a tener alcance a nivel mundial.

Su libro “La alta sensibilidad” se ha traducido a 17 idiomas y sus artículos sobre el tema se han publicado en revistas científicas de la más alta consideración, como “The journal of personality”, “Psichology and Brain” o “ Brain and Behabiur journal”.

Según esta autora hubo un tiempo en que todos los seres humanos vivíamos en pequeños grupos en los que de manera natural sabíamos quién era sensible o no. La conexión entre sujetos era tal que todos valoraban y conocían lo que cada individuo aportaba en la supervivencia del clan.

Con el paso de miles de años los seres humanos han ido perdiendo esta capacidad innata de conocimiento mutuo qué según la propia Elaine Aron, deberíamos de tratar de recuperar con vehemencia. Estoy totalmente de acuerdo con ella.

En la sociedad actual (occidental) tan sólo el 20% de personas mantienen este rasgo frente al 80% que no lo conserva. Muchos hemos dejado en gran medida de lado valores como la solidaridad y el bien común en aras de individualismo feroz, la teoría del “yo, me, mi, conmigo”, o el sálvame de lux, perdón quise decir el sálvese quien pueda.

Lo que no cabe duda es que este cambio evolutivo que supone haber perdido la capacidad de comprensión del otro, inevitablemente implica un menoscabo para ambos grupos de población.

Pero antes de seguir avanzando creo fundamental aclarar ¿QUÉ NO ES ALTA SENSIBLIDAD?

  • No es una enfermedad ni un trastorno, de modo que difícilmente se puede diagnosticar por profesionales de la salud.
  • Los PAS no son niños ni adultos vulnerables, ni tampoco son emocionalmente dependientes. Sentir de manera más intensa no les convierte en timoratos o pusilánimes a pesar de que más de uno así lo quiera hacer ver.
  • Ser PAS no es cosa de mujeres y de mundo emocional exagerado pintado de rosa, puesto que es un rasgo que tienen a partes iguales tanto hombres como mujeres. Otra cuestión es que los hombres culturalmente hayan tenido que castrar su emocionalidad a riesgo de ser tildados de blanditos.  Y este sí que es un estigma que deberíamos de cuestionarnos socialmente.
  • La alta sensibilidad no genera por sí misma ansiedad o depresión, pero el hecho de desconocer o no aceptar lo que ocurre, el no entender porqué se siente como se siente, y sobre todo ver como nadie lo entiende, si que puede llevar a las personas con alta sensibilidad a caer en alguno de estos estados.
  • Tampoco se trata de que la personas PAS tenga una visión subjetiva de la realidad que elije tomar. Realmente hay aspectos fisiológicos que definen el rasgo. Nadie decide ser PAS, sencillamente se nace con ello.

Estos cambios a los que nos referimos tienen que ver con una mayor actividad neuronal respecto a ese 80% de población en determinadas áreas del cerebro, todas ellas relacionadas con la expresión de las emociones, sentimientos y la creatividad.

Estas áreas son en concreto el lóbulo frontal, la amígdala, y las neuronas espejo. La evidencia científica al respecto no deriva de la imaginativa mente de Elaine Aron, sino de diferentes estudios en los que se ha utilizado técnicas diagnósticas como la resonancia magnética.

Estas áreas son en concreto el lóbulo frontal, la amígdala, y las neuronas espejo. La evidencia científica al respecto no deriva de la imaginativa mente de Elaine Aron, sino de diferentes estudios en los que se ha utilizado técnicas diagnósticas como la resonancia magnética.

Aclarado esto estamos en disposición de conocer ¿Qué características son las que definen la ALTA SENSIBILIDAD?.

Puntualizo antes de comenzar a detallar las características que, a pesar de la existencia de cierta homogeneidad en la presencia de las mismas, también se ha de tener en cuenta la variabilidad interpersonal que viene determinada por la experiencia de vida en la infancia, el entorno y herencia cultural, la propia personalidad, etc.

Aun así, existen características claras que definen el rasgo y qué la mayoría de PAS comparten en alguna medida. Estos rasgos son:

  1. Tienen, como hemos dicho con anterioridad un sistema neuronal a nivel sensorial más desarrollado. Es un rasgo innato y por tanto hereditario. Casi con total seguridad si una persona lo tiene, algunos de sus padres, abuelos o tíos también lo tuvieran.
  2. Pueden ser introvertidos, de hecho el 70% de ellos lo son, pero también pueden ser extrovertidos. Los introvertidos se “recargan” en soledad, en tanto que los extrovertidos lo hacen al estar e interactuar con amigos o en actividades grupales.                                                                                                                                                                                                                                                                                                

Sin embargo, los PAS extrovertidos cuando se ven expuestos a demasiados estímulos se agotan mucho antes que las personas no PAS, al igual que les ocurre a los introvertidos.

  1. Hay PAS con alta sensibilidad al dolor. Al ser mucho más sensibles, una simple inyección, un golpe o un apretón de manos, puede resultarles muy doloroso o incluso insoportable.
  2. Ser PAS ofrece ventajas de supervivencia. Esto quiere decir que es un rasgo evolutivo que se ha mantenido por serle útil al hombre a la hora de adaptarse al medio, y no sólo a la especie humana. También se ha constatado que existe en otras 100 especies.
  3. La alta sensibilidad no se puede curar dado que no es una enfermedad. Puede darse la circunstancia de que la persona altamente sensible, al sentirse diferente, acabe aislándose, y esto si que puede derivar en otros problemas de salud mental de tipo ansioso-depresivo.

Bueno, puede ocurrir esto, o que la persona aprenda a vivir con máscara para no destacar del resto del grupo. Pues bien, vivir con máscara también tendrá por desgracia repercusión en ese equilibrio emocional en el que se supone los humanos debemos estar para sentirnos plenos.

¿Cómo sabemos si una persona es ALTAMENTE SENSIBLE?

Si acudimos a la bibliografía de Elaine Aron veremos que esta autora fundamenta al ALTA SENSIBILIDAD en cuatro pilares.

  1. El primer pilar está relacionado con el procesamiento de la información. Es decir, la capacidad de procesar al mismo tiempo cantidades importantes de inputs que vienen del exterior y llegan al cerebro a través de los sentidos.

Además de esta mayor competencia, la persona con alta sensibilidad podrá comparar la información entrante con experiencias anteriores o con otra cualquier otra información disponible en su memoria. Es probable que esta facultad tenga que ver con la existencia de un pensamiento de tipo arbóreo y no lineal, de forma que una idea o concepto se relaciona al unísono con otros tantos, y no se forma secuencial, como se daría en el pensamiento lineal.

Gracias a ello las PAS tienen una reflexión mucho más profunda de los hechos. Ven las cosas como nadie las ve al tener esa introspección y rumiación constante. Nada queda para luego. Nada escapa a la consideración, la ponderación y el procesamiento.

Cuando una PAS no entiende algo se pasará horas y horas tratando de encontrar una explicación para ella admisible relacionado la información entrante con la disponible y bajo el prisma del sentido común. Tratar de parar esa inercia es como intentar frenar el famoso “tren bala japones”, (alcanza velocidades de 600 kilómetros por hora), con un simple…” hija de mi vida, deja ya de darle tantas vueltas a coco”.

Estamos hablando de una cabeza pensante que funciona al 140% (por decir algo), y no porque lo desee o lo busque. La mayoría de las veces esta actividad cerebral puede llegar a ser absolutamente extenuante.

2. La sobre-estimulación que puede darse como resultado de poder percibir una cantidad de información sensorial y emocional mayor de la que su cerebro es capaz de procesar puede conllevar algunos efectos adversos como dificultad para concentrarse, agotamiento mental y físico, dificultad para expresar emociones, no poder descansar correctamente o incluso mostrarse irritable sin “motivo””, al menos para los demás.

El no saber qué ocurre, puede provocar en las PAS baja autoestima ya que entienden que no son capaces de hacer lo que los no PAS si pueden.

3. En relación a la empatía y emocionalidad, y a estas alturas, todos sabemos que las PAS sienten más intensamente. Esto les hace vivir en una montaña rusa emocional constante. Transitan en un bucle alimentado no sólo por los eventos negativos o desagradables que les toca vivir. Vivirán con a la misma intensidad las emociones de los demás.

Por ello, y al ser capaces de ponerse en la piel del otro con esa facilidad, las PAS son dadas a ser solidarias. Tengamos en cuenta que sienten como propio del dolor del otro lo que implica que se activarán en su cerebro las mismas áreas que se accionaron en la persona que les ha contado ese hecho doloroso.

¿Cómo son las PAS?.

  • Son personas muy observadoras, apreciativas, intuitivas, reflexivas y muy creativas. Capaces de captar sutilezas y matices que para otras personas son inapreciables. Notan de manera natural los pequeños cambios en el entorno o en el estado emocional de las personas que le rodean.

Una PAS, al mirar un cuadro, no lo hace como un todo. Lo desmenuza en porciones valorando aspectos como la textura, intensidad y saturación del color, disposición de elementos, o las emociones que el pintor ha pretendido transmitir con su obra. Vamos que si me apuras es capaz de decirte qué comió el autor el día que se le ocurrió pintar el fondo del cuadro de ese horroroso marrón caca.

Perciben los estados emocionales hasta el punto de que si una PAS entra en una sala en la que se ha producido una discusión hace escasos minutos, detectará sin dificultad esa tensión en el ambiente.

Al ser tan reflexivas, las PAS se harán multitud de preguntas acerca de… todo.  Son seres curiosos por naturaleza. Les encanta saber y conocer. Devoran información compulsivamente y van de un tema al otro como si se tratase de una copiosa comida servida en una mesa que se les va a acabar.

  • Es posible que las películas de miedo y terror les asusten sobremanera. Si vas al cine con ellas, prepárate para presenciar toda suerte de sobresaltos, encogidas, gritos y agarrones de cuello. Pero esto no se queda aquí. Los documentales, o incluso las noticias perturbadoras, o simplemente un “tick tock” de mamporrazos les causarán sensaciones desagradables y emociones difícilmente gestionables.
  • Al igual que les ocurre con el dolor también son muy susceptibles a sensaciones físicas como el hambre, el sueño, el cansancio, el ruido, el calor o el frio. Sencillamente porque las experimentan con una mayor intensidad. Su umbral de tolerancia a estos factores es mucho menos elevado que en el común de los mortales. Alterar cualquiera de ellos puede desestabilizarlas hasta el punto de verse comprometido su bienestar y equilibrio emocional.
  • Son generosas y altruistas, y por ello suelen presentarse voluntarias y meterse en cualquier “fregao” con tal de ayudar. De hecho, así es como consiguen aumentar la serotonina y la dopamina en su cerebro ya que con ello activan el sistema de gratificación y recompensa.

Otros individuos encuentran la fuente de estos neurotransmisores en actividades de riesgo, las emociones fuertes, o hacer charranadas al prójimo. Los PAS logran esa sensación de bienestar y satisfacción ayudando, aunque si no saben poner límites, esta cualidad puede volverse en su contra y acabar siéndoles más perjudicial que beneficiosa.

Las PAS tienen miedo al rechazo y por eso les cuesta decir NO. En tanto no hayan alcanzado ese nivel de conocimiento acerca del rasgo que poseen o trabajado en su propio crecimiento personal, es fácil que sean presa fácil de la incertidumbre, el miedo y la inseguridad, en caso de sentirse censuradas o juzgadas.

  • Es posible que muestren un interés desmesurado por los libros, el cine, la música o el teatro. Todo ello les emociona profundamente.
  • Tiene una gran intuición. Puede que este sea su primer sentido y no el sexto como suele popularmente decirse. Es esa sensibilidad ante las sutilizas la que les provee de este don especial, cualidad que como sabemos siempre le ha sido al hombre muy útil de cara a la supervivencia.

Y después de adentrarnos en este inconmensurable mundo de las PAS, cabe decir que, no debemos considerar este rasgo como un don, pero tampoco tildarlo de desgracia. De hecho, diría que podría llegar a ser un DON, sólo cuando hemos alcanzado esa sabiduría y desarrollo personal. Ser PAS es sencillamente una forma diferente de ver, captar y percibir el mundo.

Si la piel es la barrera que separa nuestro interior del exterior, es decir, la capa de protección, las PAS la tienen más porosa y permeable. Es una fina barrera que permite penetrar con mayor facilidad la energía externa, ya sea positiva o negativa, con todo lo que ello conlleva.

Por tanto, ahí van para finalizar una serie de consejos que de seguro serán de gran utilidad para que las PAS puedan vivir en relativa paz y equilibrio. Aislarse del mundo no es la solución.

  1. Trabajar el autoconocimiento. Conocer nuestras cualidades, fortalezas y también nuestras debilidades y defectos. Qué se te da bien, qué te relaja, qué te gusta hacer o qué odias por encima de todo.

Conocer nos permite aprender a gestionar y transformar. Un apunte…conocer y relacionarte con personas que son como tú es un plus al igual que abrirse a nuevas experiencias que puedan enriquecernos como seres humanos. Nosotros lo necesitamos más que comer.

2. Intentar la aceptación incondicional de lo que somos. Hemos nacido con este rasgo y bien llevado, podemos transformarlo y sacarle partido.

3. Sería aconsejable protegernos del exceso de información y de estímulos. A lo largo del día nos vamos cargando de estímulos sin ser consciente de ello y hay que aprender a parar y tomar un descanso para desconectar. Los momentos de solitud son a veces vitales.

Podemos escribir, escuchar música relajante, meditar, actividades que nos hagan conectar con el aquí y el ahora. Lo de hacer absolutamente nada en el caso de las PAS no es tan fácil.

4. Atender a nuestro propio ritmo y no permitir que te impongan el de los otros. De no hacerlo, seguro acabarás extenuado y encima criticado por no poder llegar.

En definitiva, atreverse a seguir conociéndote, a descubrir, disfrutar y defender ese mundo interior tan valioso que poseemos.

Y si, como podéis haber intuido a lo largo de este escrito servidora es PAS de pura cepa desde la más tierna infancia. Me ha costado “eones” descubrirlo, entenderlo, aceptarlo y estar en mi “esencia”.

Mi objetivo ahora que soy consciente, es ser yo misma pero diferente del resto estando en armonía. Desarrollando mis potencialidades por puro regocijo creativo sin miedo a ser juzgada, sin sentirme obligada a dar explicaciones por lo que soy y lo que siento. Sin justificarme constante e innecesariamente por ser sólo YO.

Las Pas somos esponjas emocionales y hemos de ser conscientes de ello porque desgraciadamente no sólo absorbemos intensamente lo positivo. Lo tóxico también nos daña a través de la incertidumbre, las imposiciones, las miradas prejuiciosas de crítica o menosprecio…

Vivir en calma es complicado en nuestro caso, pero no imposible, a no ser que nos conectemos 24/7 a una sonda de tila, valeriana o Lexatín. Pero es que además pretender minimizar la actividad cerebral de una PAS sería como mutilarla emocionalmente.

De modo que cada día interiorizo un mantra que no puedo ni quiero olvidar… SOY COMO SOY Y NO QUIERO NI POR UN SEGUNDO DEJAR DE SENTIR COMO SIENTO PORQUE DEJARIA DE SER YO.

Abandono esa batalla estéril y opto por la aceptación y aprender a manejar mis emociones. Dejo atrás la culpa y trabajo cada día activamente en “bajar el volumen de esa voz interior pertinaz e incesante que siempre me acompaña.

No me creeré a pie juntillas todo lo que me dice, sino que lo pasaré por el tamiz de la razón interpretando y no asumiendo.

Ya no necesito ser normal para sentirme integrada. Igual el problema no soy yo sino los ojos con los que me mira el resto de personas que no posee este rasgo.

Estamos por desgracia bastante familiarizados con noticias en la que podemos apreciar como esta sociedad se alza como castradora de singularidades, porque lo diferente es muy complicado de entender para algunos.

Por ello me esforzaré en construir mi propio concepto de felicidad y no me dejaré influir por lo que se supone debe hacerme feliz. Me alejaré de estereotipos artificiales, insanos o fingidos que a veces no generan en mí más que frustración porque en absoluto responden a lo que soy en esencia, sino a lo que se espera socialmente.

¿Si fuera más normal sería más feliz?. Esa es la pregunta a responder.  Mi respuesta es que me alejo de la trampa de creerme la mirada social imperante.

Para acabar este artículo quiero hacer memoria de algunos de esos momentos curiosos acaecidos a lo largo de mi vida en los que me he sentido observada, invisibilizada,  juzgada o experimentar la absurda obligación de justificarme por ser como soy.

Lo comparto por si os sirve, y porque soy de la opinión de reírse de uno mismo es la mejor de las terapias.

  • No encajar en las actividades grupales. Cuando era niña difícilmente mis profesoras del cole contaban conmigo para llevar a cabo una actividad grupal. La niña, ósea yo, iba demasiado a su aire. No sé si habéis visto el típico video en el que un grupo de niños baila una coreografía y hay uno que va a su pu… bola?. Bien, pues era yo.
  • Sentirme abrumada por el hambre. Por suerte tras un viaje a Alemania en el que me tuvieron dando vueltas de restaurante en restaurante hasta las 5 de la tarde y me creí desfallecer, aprendí que siempre, siempre, siempre, debo llevar comida en mi mochila para evitar la “pájara”. Y sí, digo pájara porque mi cuerpo con hambre, es como si se quedara sin combustible. ¡No tira!. ¡Por dios santísimo. ¿Acaso no le ha pasado esto a nadie?.
  • No lograr aprovechar las noches de estudio cuando quedaba con mis compañeras antes de un examen. A las 11.00 de la noche mi “carrete vital” se agotaba si o sí, y mientras ellas hincaban codos, yo dormía plácidamente hasta las 5.00 a.m. En cambio, tras mis convenientes seis horitas de sueño me transformaba en una locomotora que en dos horas escasas se había zampado los 12 temas que caían en el examen de las 9.00 h. obteniendo un alto rendimiento.
  • No tolerar bien el cansancio, cuestión que se ha ido incrementando con los años. Aunque si miro atrás con tan solo 29 años, en una feria de Málaga tras un día completo de actividad fiestera, mi cuerpo tenía el cupo hecho. Jamás entendía como mis acompañantes “echaban la feria” completa sin inmutarse. ¿Cómo lograban levantarse tras una agotadora jornada de sevillanas, rebujito, y comida a mansalva, y estar al día siguiente como una rosa?.
  • No tolerar los estímulos fuertes. Las fiestas ruidosas con petardos o mucho ruido, si bien en algún momento me causaron interés, resultaron tan molestas y agotadoras que me he convencido para los restos que lo de ir a las fallas de Valencia sería una actividad altamente tóxica y dañina para mi organismo.
  • Alta emocionalidad. En mi caso es habitual emocionarme con lágrimas, y vello de punta incluido, al visionar películas que muestran situaciones duras o dolorosas. Pero igualmente me ocurre esto con la noticia de una catástrofe, de un salvamento, un atardecer en la playa o el sublime “intermezzo de la caballería rusticana” de Pietro Mascagni. Esto por poner uno de los miles de ejemplos que me llevan a conectar con mi mundo interior y esa emocionalidad desmesurada de la que la naturaleza me ha provisto. Ahora incluso concluyo lo mucho que se pierden aquellos que no tienen este rasgo ante este tipo de experiencias.
  • Abrumarme emocionalmente con pérdidas y lutos hasta el punto de colapsar. “Eres la reina del drama”, me reprocharon algunos en su momento. Pero igualmente cualquier frase bien intencionada del tipo, “es que tienes que intentar poner de tu parte para superarlo”… no logró más sumar en la “cuenta” de la culpa por no conseguir salir del socavón emocional en  tiempo y forma exigidos.

Dentro de esta categoría también incluiría todos aquellos comentarios mordientes y gratuitamente hirientes sin sentido. Recuero, al hilo de esto, una ocasión en la que un superior que me gritó como un energúmeno por considerar que no había procedido adecuadamente en una tarea.  Logró que las lágrimas afloraran de pura impotencia y encima… me lo recriminó. A día de hoy ya sé que nombre reciben este tipo de personas, pero por educación prefiero omitirlo. Cuando alguien se equivoca, sea subalterno o no, la educación ha de primar siempre. O al menos eso me transmitieron mis mayores a través de mi educación y socialización.

  •  Percibir la reprobación ajena. He sentido en multitud de ocasiones murmullos y miradas de desaprobación anti mi forma de vestir, mi forma de maquillarme, peinarme, los tatuajes que luzco, mi exagerada manera de expresar la alegría ante los regalos que recibo, mi gusto y necesidad por hacer cosas creativas que me mantengan ocupada y plena, y necesitar cambiar a otra actividad, y querer buscar más actividad y más y más…

En fin amigos, como bien dije hace unos renglones, soy como soy, y a día de hoy no necesito la aprobación de nadie. La única mirada que veo en el espejo en el que me miro es la mía y me gusta.

Y si alguien disiente, lo entiendo y con suma consideración les invito a que se guarde su opinión para sí mismos. Les pido que me respeten, al igual que yo respeto. Yo jamás me permito hacer un comentario a bocajarro cuando algo no me gusta de alguien, máxime sabiendo que les pueda ofender o molestar, o simplemente generarles duda o inseguridad.

Estoy convencida de que la base de una convivencia armoniosa no reside en el “sincericidio”, sino más bien en el respeto y la aceptación de nuestras diferencias.  Así que junto a los míos y con ello me refiero a mi familia y mis amigos, fomento y disfruto de lo que nos une y no en lo que nos separa.

Palabra de PAS.

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