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Uno del Pueblo
Cocinando me doy una maña que no hay en España quien lo haga mejor… Pero cuando te quedas de Rodríguez y te paras a considerar lo que la vida misma te ofrece, valoras gestos diarios plenos de amor y sabiduría. Se da uno una vuelta con el aro, en época estival, estando de Rodríguez, y descubre manjares sobre barras de clásicos centros hosteleros de Daimiel, que quitan el sentío…
Pinchos y tapas de diversa dificultad en su elaboración, junto a otros sumamente sencillos, pero que atraen por igual que aquellos, te los sirven casi sin darte cuenta, pero queriendo sus creadores que los tengas en cuenta, que los consideres, que el mimo y cuidado puesto en los fogones, se refleje en el beneplácito sorprendente del consumidor, sorprendido ante tales delicadezas, con presencia y tronío, bocado individual apto para algo más que zampárselo sin rechistar, cual si fuera obligación del hostelero obsequiar aperitivo sólido elaborado con mucho amor, por el artículo treinta y tres…
Hay que comentar con el de al lado las exquisiteces locales que acompañan un simple chatejo o cerveza de mediodía. Esto no puede quedar así, una simple deglución y ya está. Hay que valorar, poner en valor que se dice ahora, con sostenibilidad que pasa con mantener líquidos en recipientes apropiados, para que todo vaya «cuadrao» y con encaje dialéctico del momento. Vino y cerveza sostenible por mano experta en barras sociales en las que experimentar estos placeres. Bendito, bendito, bendito, qué satisfacción, qué alegría, qué alboroto, otro perrito piloto.
Pinchos de nivel para ferroviarios, constructores, funcionarios, políticos, entrenadores, deportistas, comerciantes, amas de casa, e incluso gente de mal vivir, los pinchos son de todos y para todos. Igual los consumen eruditos o mostrencos, los pinchos penetran en nuestra sensibilidad sin producir rasguño alguno, con cuatro o cinco estaciones ya has comío, con el riesgo anulado en época de Rodríguez en la que no hay que dar explicaciones ni ná, con lo cual está toreado el arroz con voces.
Todo esto sin prisa y sin nadie que nos la meta, plácidos momentos de Julio degustados en cómplice compañía. Alguna visita intermedia al excusao, libera tensiones y acumulación líquida, que nos permite continuar degustando los pinchos de Daimiel.
Y cómo se ríe el personal…, sobre todo a partir de la tercera toma…, risas de complacencia, ambiente de primera, predisposición para la siguiente…, en fín, en fín, en fín, sociedad madura, tranquila y serena, en torno a una oferta de pinchos que nos unen sin más explicación que estar allí, en el mismo sitio y a la misma hora…, la vida es así, y no la he inventado yo…
Un puntito de borrachería, en cliente sensato, con edad, saber y gobierno de sí mismo, es caldo de cultivo idóneo para degustar los más de doscientos pinchos que los abnegados cocineros daimieleños elaboran para sus fieles parroquianos.
Tortilla melosa del Alex o el medio sándwich triangular de jamón y queso, con la eficiente, simpática y amable «Almu» en servicio y trato directo encantador…; el Rufi, con sus refrescantes aperitivos sobre productos de la huerta mezclados con pescados en conserva de diversas variedades, junto a «pipirrana» local sobre cata de pan tostado…, las migas del Santi, hechas por experto familiar, elaboradas con mimo, gracia y amor, mucho amor…; en el propio Santi, la tortilla de patata del abuelo o la brocheta de lomo con verduras…; la pulguita de jamón ibérico de Pan Real, cosa más rica en mitad de la mañana, válida para maridar con un café incluso…; la sardina en escabeche propio, de la casa, elaborada en Casa Julián; el huevo cocido de La Parra, justicia de Justo en la hora del Angelus…; Carpin y su revuelto de patatas con huevo…; la bilbaína de El Portón, esencia inolvidable de tiempos pasados…; de nuevo el Rufi nos sorprende en segunda visita con huevos de codorniz y pisto de la casa…; los torreznos de la «Regi», en la plaza de Almagro, particular versión del apetitoso bocado…; los choricillos de Framarco, fritos y macerados en aceite, oferta particular de La Cochera…
Hacemos punto y aparte para filosofar acerca de los pinchos o tapas de carácter, de Daimiel, con sello y firma de sus autores, sorpresas que da la vida y que a veces, teniéndoles tan cerca, tan a mano, no los sabemos apreciar. A veces, digo a veces. Sabemos de qué va la vaina al probar forro-torreznillo ronchón con sal gorda frito en su punto, justa medida que marida al cerdo con el humano, con perdón, todo ello en Las Brujas, junto a las croquetas caseras de jamón ibérico, pura artesanía… estilo de la casa, aperitivo en tan entrañable e histórico lugar para Daimiel y para quien esto escribe, personalidad reconocible la de este centro…; la cazuelilla de crestas de Casa Julián, junto al pinchejo de mojama del Chiki, regular la borriquilla…, los pinchos y tapas de inspiración de la taberna gastronómica Enosentidos desde productos de la tierra…; Don Castello, potente pinchoteca con la pizza particular de la casa…
Qué decir del calamar en salsa americana cocinado con receta propia en el Malacara. Merece la pena desviarse hacia la calle Dehesa y catar esa delicia de dioses, ambrosía con secreta receta generacional…; las patatas al pegote con pimientos de El Encuentro, anda que tienen mocos y mala cara…; qué punto tan peculiar el de Ana…; la ensaladilla rusa de La Posada, junto a la tapa de pipirrana veraniego, otra delicia que nos deja absortos y contemplativos, pensando y filosofando con nuestro interior… Dios mío, pero esto qué es…? Pipirrana auténtico de Daimiel, junto a ensaladilla rusa de Primera División en La Posada. No tengo palabras para definir el pincho de champiñón en salsa rápida que elaboran los mozos del Piscis…, tapa natural, ligera y sencilla, con aceite local, plancha en su punto y mano con toque singular, qué rico, coño… Añadan migas y paella con tic de la casa de este mismo Piscis.
Un torrezno con Pimiento de Padrón en tó lo alto, otra sorpresa dominguera de un Rufi enrachado, que nos vuelve a sorprender con gachas de pitos con tropezones de mesao y choricillo perfectamente identificables…
Pinchejos que llenan y «rellenan» hasta lograr pancejas monillas, pero no exageradas… Tú come, que de tó se sale, decía mi añorado cuñao…, pinchos que no taladran, pero dejan huella…, en el paladar, en los sentidos, en el recuerdo inolvidable para un cerebro receptor que sin decir nada nos evoca todo.
200 latas en 2.022, «Daimiel al Día», por estas fechas. 200 pinchos, en el día de la Virgen del Carmen 2.023, con la calorcica habitual. Y sin salir del pueblo. Casi ná…
Barbudos, barbilampiños, blancos y negros, filósofos y medio pensionistas…; después de este recorrido…, tranquilos, todo termina en Tablas…??…??…
A seguir bien…