IBAÑEZ

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José Ignacio García-Muñoz (Queche)

Hoy, en el cuartel general de la T.I.A no queda nadie. Los pisos del número 13 de la calle Rue del Percebe están vacíos, ni siquiera la araña que cuelga en el hueco del ascensor se deja ver, y las rotativas del “Aullido Vespertino” se han detenido.

Su botones más famoso ha salido a buscar a Rompetechos para que no se pierda, y ni Mortadelo; hoy con su levita de negro riguroso, ni Filemón, pueden consolar a la secretaria del “Dire” Ofelia que llora desconsoladamente.

Como siempre, Pepe Gotera y su socio Otilio han dejado alguna obra a medias, y Agamenón se ha sentado pesaroso bajo una encina, dicen que sin hambre. “Bestiajez” hoy no tiene el cuerpo para hacer el bestia, y el doctor Bacterio se ha encerrado en su laboratorio, pero nada ha explotado.

Desde “Billy el Horrendo” a “Chapeau el Esmirriau” y todos sus secuaces han hecho tregua, y es que, Ibáñez, nos ha dejado. Ese personaje de tebeo, pero de carne y hueso.

Ese hombre que tenía conexión directa a través del lápiz con la más desbordante imaginación, tanta, que te dejaba extasiado contemplando en una viñeta todo aquello que, a ti, ni se te hubiese ocurrido.

Ibáñez, es un niño sentado en cualquier lugar; una acera, el banco de un parque, acurrucado en la cama, en el metro, o un domingo en casa de los abuelos o del vecino de enfrente.

Creo sin temor a equivocarme, que en la sala de espera del dentista todos elegiríamos al botones Sacarino en vez de la revista de arquitectura de interiores, y es que los personajes de Ibáñez encontraban eco lo mismo en un niño que en un adulto, porque a todos nos encanta imaginar un mundo donde los porrazos no duelen, a los malos se les ve venir de lejos, y luego de cerca son divertidos.

Donde lo trascendente es intrascendente, la imaginación vence a la malicia, y hasta los insultos hacen reír: Burriciego, merluzo, carcamal, acémila, animal de bellota, burricalvo, botarate, mendrugo, percebe , alcornoque, batracio…insultos de niño, porque los personajes de Ibáñez, eran niños con cuerpo de adultos; eran la inocencia, un mundo sin malicia, un mundo feliz.

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