OS IBA A COMER LA MIERDA

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José Ignacio García-Muñoz (Queche)

En español, existen tres tipos de oraciones condicionales según su grado de realidad; es decir la posibilidad de que se cumplan:

Condicionales imposibles: Son aquellas en que la condición no tuvo lugar en el pasado, y el pasado no se puede cambiar, por ejemplo “Si hubiera tenido dinero, me habría ido de viaje”

Condicionales poco probables: En las que se considera muy difícil que el que las dice, cumpla la condición, por ejemplo, un parado. “Si tuviera dinero, iría de vacaciones”

Condicionales reales: En las que, si se cumple la condición, se cumplirá la consecuencia. Por ejemplo:” Si tengo dinero iré de vacaciones”. Es algo que se da por seguro que sucederá. Y aquí es donde yo quería llegar, a esas frases que empiezan con un condicional “Si…”, y que siempre se cumplen. Son inexorables, rotundas, no dan lugar a la duda, porque dependen, no ya de lo que se asegure pasará, sino de quien las pronuncia, alguien que puedes apostar cumplirá el condicional sin ningún género de dudas, alguien infalible… ¡Nuestra madre!

– Si voy yo, verás como lo encuentro… (y va, y lo encuentra)

– Si voy para allá vas a llorar con razón… (y viene, y te arrea una guantá, y lloras con razón)

– Si no te lo comes ahora, lo cenas… (vaya si te lo cenas)

– Si no dejas a tu hermano en paz la vamos a tener…. (y la tienes)

– Si no recoges tu cuarto, no sales… (y no sales)

Pero hay una frase, que a mi particularmente me sobrecoge, porque deja al descubierto nuestra dependencia, nuestra falta de autonomía, nuestra indolencia.

¡Si no fuese por mí, os iba a comer la mierda! Y uno, se imaginauna colonia de gérmenes invadiendo el pasillo, y extendiéndose por las habitaciones y particularmente en los baños, lugares estos favorables a la acumulación de todo tipo de enseres. Veamos algunos ejemplos

El respaldo de la silla de la habitación, hay momentos en que no puede albergar más ropa amontonada y se cae con estrépito, una cuestión de puro equilibrio. De los cajones abiertos asoman retorcidas las mangas de aquel jersey que en su día tanto nos gustaba, camisetas puestas durante un par de horas aguardan su destino convertidas en una bola de trapo eso sí, perfumado. Varios pares de calcetines bragas y calzoncillos, salpican el suelo aquí y allá añadiendo un toque multicolor al parquet. Las migas de no se saben bien qué, se enseñorean por el teclado del ordenador y sus alrededores <No comas en la habitación>. Una capa de polvo debajo de la cual bien podrían encontrase los restos de Cervantes, cubre los estantes conviviendo con frasquitos de colonia, lociones y cremas de marcas desconocidas, pintauñas, pulseritas, colgantes y mochilas con la cremallera abierta mostrando cuadernos, libros, y allá en el fondo un bocadillo olvidado hace tiempo…la cama medio deshecha < No dejes que el perro se suba> …Hasta que un día: ¡Recoge todo esto que parece una leonera! Y entonces todo lo que asoma de los cajones, se aprieta un poco más, se cierra y desaparece de la vista. Lo que cubre el suelo y el respaldo de la silla, va a la lavadora en un inmenso gurruño que apenas puedes sujetar <Pero si esto está limpio que te lo has puesto un rato. ¿qué os creéis que soy la criada todo el día planchando?>

Vamos al baño:

Lo primero, el albornoz con las mangas por dentro y el cinturón colgando < ¿no ves que no se seca y luego huele a húmedo?> < Cuando se acabe el papel, cogéis el cartoncito y lo lleváis a la basura ¿O os creéis que va solo?> <No dejéis pelos en el lavabo después de peinaros> <Desenchufa el secador> <Cierra el grifo mientras te enjabonas> < ¿Pero te has duchado dentro o fuera?… hay que ver cómo has dejado el suelo

Vamos a la cocina:

 <Que el estropajo no muerde> <Los platos no se meten solos al lavavajillas> <No bebas de la botella y cierra el frigorífico que se escapa el frío> <Si te haces un bocadillo guarda luego las cosas no las dejes por ahí en medio> < ¿Quién pone la mesa?> < ¡A comer…y no lo digo más veces!> <Pues si no te gusta, el próximo día haces tú la comida>

Vamos al salón:

<No pongas los pies encima de la mesa> <No comas sin poner un mantel o tráete una bandeja> < ¡Apagar luces!> <Si no estáis viendo la tele apagarla> <Quitaros los zapatos> < ¿Cuál es el mando de la tele?> <No me he sentado en todo el día>…y así todo el día todos los días sin contar las preguntas retóricas, aquellas que ya llevan implícita la respuesta

-Niña ¿no vas muy fresca?

– ¿No te vas a poner nada debajo?

– Esto no es un hotel

– ¡Como me quite la zapatilla!

– ¡A tu madre no le hables así!

– Llévate una chaqueta por si refresca

– ¡Ni peros ni peras!

– Si tu amigo se tira por un puente ¿te tiras tú también?

Estas y otro montón más, forman parte del vocabulario de unos seres tan entrañables como son las madres, las reinas de una casa, las que dan todo a cambio de muy poco, las que prodigan su amor sin medida, y las que nos salvan a diario de que nos coma la mierda.

Con mi más vehemente afecto hacia ellas.

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