VIA CRUCIS CUARESMAL

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Paki García Velasco Sánchez

Fotografías:

Juan Luis Loro Gallego

Román Cejudo Martín Portugués

Joaquín Villalonga Gómez

Juan José Moya Madrid

Una iglesia llena de gente y con Nuestro Padre Jesús de Nazareno situado en el pasillo central presidiendo la ermita de La Paz y ya listo para su traslado al convento de las RR.MM. Carmelitas Descalzas, era la estampa que pudimos ver aquellos que pasamos a «visitarlo» poco antes de su salida a la calle, parecía como si nos estuviera recibiendo a todos los que por allí nos acercamos minutos antes del evento.

Y es que, en la tarde del viernes 3 de marzo, tuvo lugar el traslado de Jesús hasta el convento de Las Carmelitas, para al día siguiente, llevar a cabo el Vía Crucis Cuaresmal de las Hermandades de Pasión, un hecho histórico con el cual Los Moraos, inician los actos conmemorativos del 425 aniversario de la fundación de su cofradía.

En el momento de abrir las puertas de la iglesia de Nuestra Señora de la Paz, a eso de las ocho de la tarde y con una calle llena de personas esperando ver salir a nuestro Nazareno, se hizo un gran silencio solo roto por el sonido del tambor que iba detrás de Jesús, después y hasta su llegada al convento, el traslado de nuestro Padre Jesús ha estado acompañado de decenas de daimieleños y devotos que se han echado a la calle, no queriendo perderse este evento tan especial.

En esas casi dos horas de recorrido, Jesús fue portado por varios relevos constituidos por todas aquellas personas voluntarias que tuvieron a bien de llevarlo, ya que cualquier daimieleño que lo desease, en ese día pudo hacerlo.

En los apenas dos kilómetros de recorrido, la imagen de nuestro Nazareno, ha estado acompañada en todo momento por muchos creyentes que han querido ir detrás de él escoltando su figura.

A su llegada al convento, ya dentro del patio, ante unas Hermanas emocionadas y en el silencio de la noche, han sonado los acordes de «el niño perdido» haciendo de ese momento algo increíble y muy muy emotivo.

Después de esto y ante la mirada de todos los que allí nos encontrábamos, Jesús fue adentrado a la capilla en donde pasaría las próximas horas, y en donde, durante toda la mañana del sábado, todo aquel que quisiera podría visitarlo.

Un momento histórico para el pueblo y para la congregación.

Y ya el sábado, día del extraordinario Vía Crucis, la mañana comienza con una misa oficiada por el Padre Luis en la capilla del convento, una capilla que es de lo más acogedora y en donde se respira paz y tranquilidad, y que, cuando el sol da de lleno en sus cristaleras, los bancos que se encuentran al lado de las susodichas, se pintaron con una explosión de colores haciendo las delicias de los que allí nos encontrábamos.

Después y durante toda la mañana han continuado las visitas de todos los fieles que se han acercado a venerar y estar un rato con la imagen del Nazareno, el cual ha estado custodiado y acompañado siempre por varias hermanas de la congregación y que, todas ellas, con tanta amabilidad nos han recibido.

Y una vez cerrada la puerta a las visitas, de nuevo toca preparar a Jesús, aquí quiero hacer un reconocimiento a todas esas personas las cuales se encargan de que nuestro Nazareno luzca y se vea tan bonito y natural siempre, entre ellas las encargadas de arreglarle el cabello: Carmen Pilar y Paqui, la cual, lleva haciéndolo más de veinte años, ¡benditas manos!.

Para tan extraordinaria ocasión, Nuestro Padre Jesús de Nazareno iba ataviado con la corona de oro más antigua que conserva y con una túnica anterior a la guerra civil, cosa que no pasó desapercibida para algunas personas que a su paso decían, palabras textuales: “¡que hermoso va!!”, y la verdad es que si, iba increíble, aquí hay que aplaudir a la junta por tan enorme acierto en una cosa que nadie se esperaba.

Y ya llegando la hora señalada, ocho y media de la tarde, y con todo el interior y exterior lleno de gente, la imagen de nuestro Nazareno, portada a hombros en esta ocasión por componentes de las hermandades en representación de cada una de ellas, abandona el convento en dirección al pueblo, haciendo un inédito recorrido por las calles: Albuera, Griñón, Padre López, Terrero, Herrera, Dehesa, Granados, Plaza de Valdelomar, Sacristía de la Paz y Plaza de la Paz; parándose en todas y cada una de las catorce estaciones colocadas a lo largo del itinerario para, pasadas las once y media de la noche, volver a entrar de nuevo en su casa y volver a su hornacina.

Decir que a lo largo de todo el recorrido se han podido ver varios balcones y fachadas muy bonitas engalanadas para esta ocasión.

Momentos emotivos los que hemos vivido este fin de semana y que quedarán para la historia del pueblo de Daimiel.

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