PIE FRANCO. Capítulos IX y X.

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José Ignacio García Muñoz (Queche)

Juan llevó la botella de vino que trajera de la bodega subterránea a la escuela de enología donde estudiaba. Habló con algunos de sus profesores como el de análisis químico enológico, y el de composición y evolución del vino, y juntos fueron al laboratorio. Juan lo pidió como un favor personal, pero sin desvelar el origen de la muestra. Tras descorchar cuidadosamente la botella procedieron a un examen visual encontrando un gran brillo, y unos tonos entre rojizos y granates de gran intensidad, lo que hacía suponer que estaban frente a un vino muy evolucionado. Anotaron en un cuaderno las diferentes notas y comenzaron con los aromas y el sabor, encontrando matices de cuero al gusto, con aromas de regaliz, cacao y chocolate muy equilibrados. Anotaron en el cuaderno las impresiones, y preguntaron a Juan algo que parecía evidente.

-Juan, este vino ¿ha estado en barrica de roble francés o americano?

Juan se mordió los labios

-Prefiero esperar al final si no tienen inconveniente.

-El vino, está muy rico, con un sabor un pelín amargo al final de la boca por los taninos que están presentes, pero de una forma muy suave. ¿No nos puedes decir cuánto tiempo ha estado en la botella?

En realidad, este era un dato que Juan desconocía al igual que otras muchas cosas que esperaba descubrir tras el análisis químico.

-La verdad, es que parece un tempranillo, pero muy bien trabajado en todos los aspectos de elaboración; está realmente bueno por no decir excepcional, y francamente, si este vino lo habéis hecho en vuestra bodega os tengo que felicitar.

Juan puso cara de circunstancias y contestó con evasivas. El análisis químico arrojó una muy baja concentración de sulfitos con un PH ligeramente ácido lo que le otorgaba al vino una protección justa sin haber sido sulfitado en exceso durante el trasiego a la barrica, y de esta a la botella. El sulfito protege al vino de oxidaciones y gérmenes durante este proceso que le otorgarían una acidez volátil que estropearía el vino. Los azúcares fermentables estaban ligeramente por debajo de los 5g/l y el volumen de alcohol sobre 14,5%.

Bueno Juan tras este primer análisis parece deducirse que este vino es completamente artesanal, y sería muy interesante poder analizarlo durante el proceso de fermentación si es que tenéis en la bodega este paso en la actualidad, y de paso, me encantaría poder hablar con tu padre y tu abuelo, y visitar vuestra bodega. Francamente, no me importaría tener unas botellas del mismo lugar del que salió esta.

Una sombra de tristeza se dibujó en el rostro de Juan que confesó a sus profesores el reciente drama familiar, pero al menos ya tenía una información relevante con la que afrontar la próxima visita de don José Iturbe.

Serían las ocho de la mañana cuando el llamador de la puerta atronó la casa. Desde la ventana pudo ver Juan el Mercedes 300 SEL de Don José, y un corrillo en la acera de enfrente extasiados mirando el coche. Bajó y abrió las puertas del corral para que pudiera aparcar. Al lado del 4L, el alemán parecía un auténtico tanque del que bajó un hombre sonriente de mediana estatura, bien trajeado y con una barriga más que incipiente.

-Buenos días. Me imagino que eres Juan…eres clavado a tu abuelo, no lo puedes negar. Por cierto, te reitero mi más sentido pésame, ha sido un disgusto para mí.

Muchas gracias Don José, le agradezco su visita, a ver si me puede usted aclarar algunas cosas porque tengo la cabeza como un bombo. Si le parece subimos a casa, o si lo prefiere vamos a desayunar y luego a la viña o…lo que usted prefiera.

Pues lo de desayunar me parece de perlas. Esta noche he dormido en Manzanares y no he desayunado aún. Creo recordar dijo palpándose la tripa y guiñando un ojo, que tenéis aquí algo a lo que llamáis tallos.

Don José, se apretó casi una docena de tallos, y para sorpresa de Juan le propuso pasear por el pueblo mientras hablaban. Tomaron calle Prim arriba y torcieron por Rafaela Clemente hasta llegar a la plaza. En la esquina con Mártires saludó a “Noteme” que se encontraba en la puerta descargando unas mercancías, para luego por Virgen de las cruces llegar hasta Santa María donde don José se detuvo un rato contemplando la iglesia y “La Manola “Después, giraron a la derecha por la calle Jesús hasta donde Astilleros, donde encargó unos cortadillos que pasaría a recoger a la vuelta. Terminaron en la calle Don Tiburcio, en Sancho Panza, donde Don José encargó varios quesos, y por José Ruiz de la Hermosa volvieron hacia San Pedro

Le contó cómo se conocieron el y su abuelo, y como después de la guerra animó a su amigo a emprender el camino del negocio del vino en el que, por tradición familiar ellos ya tenían gran experiencia. En un momento dado, le propuso a su abuelo la aventura de elaborar un vino que se saliese de lo que se conocía como vino de la Mancha, un vino de consumo sin demasiada sofisticación. Las circunstancias quisieron que allá por 1870, la filoxera entrase en España después de haberlo hecho en Francia, Alemania, Austria etc. con el consiguiente desastre para los viñedos de media Europa. Como bien sabrás por tus estudios también entró en la Mancha, pero por las características del suelo no con tanta virulencia como en otros lugares, por lo que la mitad de los viñedos se salvaron del puñetero bicho.

En aquella época, tu abuelo nos echó una mano con la producción mientras recuperábamos el viñedo. El gobierno de Franco, legisló mucho al respecto en aquella época, pero con poca vigilancia del cumplimiento de esas leyes; incluso se creó una comisión de expertos para la lucha contra la filoxera, pero con pocos resultados ya que a nadie le gusta tener que arrancar sus cepas. Ten en cuenta, que el bicho tarda unos tres años en destruir una planta, y en una primera fase al atacar las raíces no tienes consciencia de que esté infectada hasta que ya es tarde, y si tú, no ves que la cepa está infectada te resistes a arrancarla, es así de simple. Nosotros compramos pies americanos e injertamos, pero hasta que una cepa da una producción decente pueden pasar entre tres y diez años, ahí es donde entró tu abuelo que no estaba afectado proporcionándonos vino para subsistir, y en agradecimiento, le estábamos ayudando con el asesoramiento del “veinticuatro cepas” porque tú abuelo sabía de viñedos, pero no tenía experiencia en elaborar vino. Son muchos los factores a tener en cuenta y que hacen que el precio del vino una vez elaborado se incremente ;como por ejemplo la cantidad que se absorbe por las dovelas en la barrica llegando a pérdidas  de cinco o seis litros por unidad en las bordelesas de doscientos veinticinco litros, o los procesos de curación y quemado de las barricas que llevan su tiempo, aunque lo deseable es utilizarlas nuevas al menos durante la maduración, lo que también hay que repercutir en el precio, porque si se reutilizan sin sanearlas, pueden generar en su interior microorganismos que contaminen el vino y afectar a su sabor cuando no a su aspecto sanitario. En fin, un montón de variables que yo como comercial de nuestra bodega debo tener en cuenta a la hora de presentar nuestros vinos en concursos de catas para generar prestigio, que a su vez haga subir el precio, y distribuirlos por los más prestigiosos restaurantes del país por la misma razón. Dicho esto, y por eso lo de mantener con la máxima reserva nuestra colaboración, en el pueblo alguien se enteró, no sé cómo, pero se enteró de que tu abuelo andaba intentando salirse del camino trillado para abordar otra forma de hacer las cosas.

Juan, que había asistido en silencio a la clase magistral se atrevió a preguntar

Bueno, y si alguien se ha enterado ¿Cuál puede ser el problema?

Pues que la envidia es muy mala hijo, la envidia es muy mala.

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