Y DESPUÉS DE LAS FIESTAS…

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Paki García Velasco Sánchez

Pues nada, ya va tocando hacer balance de lo que han dado de si estas fiestas que tan rápido se nos han pasado, han sido días familiares, con reuniones, comidas y demás cosas que se suelen hacer en estas fechas, y ya el remate ha sido la noche de Reyes con la llegada de los tres Magos, los cuales y todos los años, hacen posible o al menos intentan, contentar a toda la familia con lo que se pide y se necesita, y aunque los peques se van haciendo mayores (igual que nosotros), la ilusión al levantarnos e ir hacia el árbol a ver esos paquetes envueltos y llenos de ilusión, no nos lo quita nadie, y con el añadido que, este año hay que agradecer que no hemos estado con el “pasmazo” de otras veces, ya que en mi casa y en esos casos, desenvolvíamos los regalos entre tos y tos, algún que otro moqueo y estornudos varios, vamos, que íbamos con el pañuelo en mano, bailando la danza del moco jajaja, pero ni eso podía con la magia de esos momentos.

La noche de Reyes, es la noche mágica del año por excelencia, sobre todo para los pequeños de la casa, porque no había más que darse una vuelta por el pueblo en la típica cabalgata de Sus Majestades Los Magos de Oriente, y mirases donde mirases, se podían ver en las caras infantiles, miradas llenas de felicidad, de asombro y como no, de ilusión, ¡mucha ilusión!!, y es que era para estar así, ya que todos estaban esperando impacientes que pasasen sus Majestades por casa para dejarles el juguete que habían pedido en su carta y que tanto ansiaban, y que, de otra forma, ellos piensan que quizás no lo podrían conseguir nunca, en eso reside la magia.
Entre la noche del día 5 y la mañana del 6, cada casa se convierte en una fiesta entre montañas de papel de regalo, de cajas y juguetes varios.

A mí en una noche tan especial como es esa, me vienen a la memoria los recuerdos de aquellos Reyes de mi infancia en aquellas Navidades pasadas, ya que en mi cabeza siguen dando vuelta esos recuerdos de cuando nosotros éramos niños y estábamos deseando que llegara la mañana del día seis, (porque en casa de mis padres, y después en la mía propia, la costumbre siempre ha sido de abrir los regalos la mañana del día de Reyes).

Recuerdo que en cuanto nos despertábamos, fuese la hora que fuese, saltábamos de la cama y corríamos hasta la ventana, la cual tenía un poyete, que era donde dejábamos los zapatos, la leche y las galletas, y donde después y junto al plato y vasos vacíos, nos encontrábamos los regalos, unos años había más que otros, pero siempre, siempre nos traían algo, y ese “algo”, mi madre se las ingeniaba para esconder tan bien que no lo hallábamos hasta ese día, lo cual hacía que así la sorpresa fuera mayor si cabe en esa mañana llena de ilusiones y alegrías.

De todo lo que me trajeron por aquellos años, recuerdo con especial cariño una cartera para la escuela, era de color verde y me encantaba, ya que semanas antes la había visto en la droguería de “la Rosario y Vale” y era muy bonita, ¡que alegría me dio tenerla!! porque la verdad sea dicha, no me la esperaba.

También recuerdo las bolsas de chuches que nos dejaban entonces, con aquellos diminutos paraguas y pequeñas botellas de champán de chocolate, el rollo de regaliz rojo o negro con un caramelillo en el centro, los bombones en su base de papel multicolor, las cajas de imitación de cigarrillos que también eran chocolatinas (por aquel entonces todo estos productos se compraban en La Duquesita) ¡y que rico estaba todo!, estabas deseando que llegara estas fechas para comerlos de nuevo, como ahora nos pasa con el típico roscón, que cuando llegan estos días y los ves en los expositores, tienes que probarlos sí o sí.

Esa noche del día cinco, nos era casi imposible, por no decir imposible, conciliar el sueño de los nervios que teníamos, pensando en cuando llegarían y nos dejarían las cosas, así pasaba que en cuanto escuchábamos un ruido por la casa, escondíamos la cabeza debajo del cobertor haciéndonos los dormidos, no fuese que nos pillasen aún con los ojos abiertos y se marcharan sin dejarnos nada, o peor aún, que algún camello nos diera un “lametón” jajaja
Y es que nos tenían la cabeza “comida” diciendo que si nos veían despiertos se irían con los regalos a otra parte, ¡bendita inocencia!!

Y así, nuestros padres, año tras año, seguían manteniendo viva aquella ilusión hasta que fuimos mayores, y con el añadido de que como por aquel entonces no había tanto para elegir, cualquier cosa nos venía bien, fuese lo que fuese, ya que había veces que lo que te dejaban eran cosas que no habías pedido, pero que también las recibíamos con mucho entusiasmo.

Muchos y muy bonitos recuerdos guardo de estas fechas.
Por eso, vamos a disfrutar de la magia que aún queda dentro de nuestros corazones de niños y recordad para otros años poner los zapatos, que seguro que llegan con algo para vosotros.

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