ALAS DE MARIPOSA. Capítulo V. Alas de Mariposa.

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Texto e ilustraciones por Manuel Molina.

Con la crisis del ladrillo de dos mil ocho perdí el trabajo en una gestoría como técnico laboral. Llevaba trabajando en esa oficina desde que concluí los estudios de derecho y fui aconsejado por Mercedes. Con Javier Ferrer, el jefe, había hecho una buena relación más allá de lo profesional. Sin embargo, los clientes que en su mayoría eran constructoras, fueron cayendo como un castillo de naipes y no hubo más remedio que recortar personal. Era el verano de dos mil diez y por primera vez me veía sin el anclaje a una rutina diaria.


Al principio las mañanas eran como una trituradora. No conseguía dormir y muchas veces comenzaba el día con el ritual de afeitado y ducha como si tuviera que acudir al trabajo. Después de desayunar me sentaba delante del ordenador portátil y no cesaba de rastrear ofertas de empleo. Enviaba curriculums espontáneos como si fueran tarjetas de publicidad. Apenas comía y podía pasar horas sentado delante de la pantalla. Al principio tuve alguna que otra entrevista que no terminó de concretarse bien por el salario que ofrecía o porque eran contratos de muy corta duración. Fue entonces cuando comencé a escribir.


Con los primeros textos mi única intención era distraerme de las malas noticias que abordaban el país. En la prensa todo era crisis, desempleo, corrupción, austeridad… No es que fuera ajeno a las calamidades sociales, pero había conseguido ahorrar algún dinero y tenía toda la prestación tras el despido. Una de aquellas mañanas encontré unos borradores guardados en el escritorio del ordenador y comencé a leerlos. Aunque no mencionaban su nombre, estaban dedicados a Laura. Quería a través de esos versos lanzar una bengala al aire para que supiera de mí. Desde aquella carta del primer verano universitario no habíamos hablado, pues nunca conseguí que cogiera el teléfono y Mercedes me dijo que apenas coincidía en reuniones familiares. Le pasé decenas de cartas que según su prima llegaban a su destino, pero nunca eran contestadas. En esos primeros años de Madrid mantuve alguna que otra aventura nada seria. Las noches se hacían cortas en La Latina o Malasaña y eran algunas las mujeres que aterrizaban en mi cama al amanecer. A pesar de ello y tras unos meses de intensidad, las relaciones siempre terminaban enfriándose hasta desaparecer.


Los poemas que había guardado en mi escritorio eran de una calidad de principiante. Copias absurdas de Neruda o Machado sobre los patios manchegos o las pestañas de Laura. Sin embargo, hubo uno de ellos que con alguna corrección podía quedar decente. Se titulaba “Alas de mariposa”.


Con el paso de las semanas fui dejando de lado las ofertas de trabajo y me absorbí por completo al cuaderno. Quería apartarme del teclado y pensar en tinta y papel en el viejo sillón de la ventana. Los versos fueron cayendo siempre con el objetivo de que pudieran llegar a Laura. Hablé sobre la juventud perdida y su vestido blanco recorriendo los jardines del parque. La torpeza del primer beso en su portal que para mí fue el primero de todos. Sobre las juergas en las pequeñas plazas del pueblo y el dolor de la huida a Madrid. Todo aquello quedó plasmado en un poemario que sin apenas confianza lancé por correo a varias editoriales.


Tras unos meses en los que volví a buscar empleo y logré al fin ser contratado en una empresa de metal, recibí una llamada del editor. Habían leído el poemario y querían publicarlo en la primavera del dos mil doce. No era una editorial de primer nivel, pero tenía catálogo y distribución en las principales librerías y ciudades. Sin preverlo mis versos comenzaron a salir en redes sociales y una serie de televisión terminó por relanzarlo. En una escena final la protagonista salía leyendo unos versos viéndose con claridad la portada gris con la mariposa blanca. A partir de entonces el poemario comenzó a venderse y fueron bastantes medios los que se pusieron en contacto conmigo para entrevistas de radio o recitales. A pesar de todo ello, el libro no cumpliría su función de encontrar a Laura, sino que más bien, terminó por destruirla.


(Continuará…)

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