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José Ignacio García-Muñoz (Queche)
El curso escolar acaba de comenzar, y nos encontramos inmersos en la vorágine que supone adquirir los libros, los cuadernos, los uniformes, los bolígrafos y rotuladores, los marcadores de diferentes colores, la escuadra, la regla y el cartabón, el estuche, las tijeras, la barra de pegamento, la grapadora, la Tablet, la mochila, el chándal, las deportivas, la agenda. Las actividades extraescolares, el comedor, el transporte. Las importantísimas reuniones con el tutor escolar, los horarios…y toda una serie interminable de accesorios que, “necesariamente” han de acompañar a nuestros hijos a la escuela.
La cuenta corriente herida de muerte, sufre un asalto del que apenas empieza a recuperarse de las pasadas y quizá ya olvidadas vacaciones, cuando hay que hacer frente a semejante lista de la compra; todo se da por bien empleado, ya que está en juego la educación de nuestros hijos; cumplimos con nuestra obligación como progenitores. No vamos a entrar en la discusión, de si todo lo mencionado arriba es imprescindible, algo que seguramente admite algunos matices, pero es que la cosa, no ha hecho más que empezar, y va a exigir de nosotros, padres, un tremendo y consciente compromiso que va más allá de la pregunta que encabeza este escrito: ¿Qué tal en el colegio? Una pregunta que a veces se escapa de nuestros labios después de una dura jornada de labor, pronunciada por cortesía cuando no con displicencia, y que, en algún caso, pretende acallar la conciencia de quien la pronuncia, que nos susurra al oído: <<Tómate interés>> Y es que, en el entorno escolar, suceden cosas a las que conviene estar atento.
Algunas, con dramáticas consecuencias como los casos de acoso, o “Bullyng” como modernamente se les denomina; una situación que se ha repetido a lo largo de la historia humana en la que alguien, amparado en la fuerza o en el número, abusa de un tercero que en la mayoría de los casos carece de recursos físicos o psicológicos para defenderse. Es un acto de cobardía por parte de quien lo perpetra, al amparo del silencio cómplice muchas veces, de quienes conociendo la situación callan. Decíamos antes, que las consecuencias se pueden tornar en dramáticas, y en casos extremos llegar al suicidio de modo que, la pregunta de arriba, debe ir acompañada de algo más, de una observación profunda y atenta, y a la menor sospecha buscar ayuda especializada.
- Depresión, soledad o ansiedad.
- Baja autoestima.
- Dolor de cabeza, dolor de estómago, cansancio o malos hábitos alimenticios.
- Faltar a la escuela, no estar a gusto en la escuela o tener un rendimiento más bajo que el que tenía antes.
- Conductas autodestructivas, como escaparse de la casa o hacerse daño a sí mismo.
- Pensamientos suicidas o intentos de suicidio.
- Lesiones sin explicación.
- Pérdida o daño en ropa, libros, dispositivos electrónicos o joyas/accesorios.
- Dificultad para dormir o pesadillas frecuentes.
- Pérdida abrupta de amigos o evitar situaciones sociales.
Estos, son algunos de los signos o síntomas a los que deberemos estar atentos. Cuando uno toma conciencia de lo que pasa, es muy fácil dejarse llevar por la ira, y tratar de resolver por la vía rápida el problema, pero muchas veces es peor el remedio que la enfermedad, ya que, problemas complejos (y éste lo es) requieren actuaciones complejas y multidisciplinares.
No sería la primera vez, que un padre asiste con sorpresa al descubrimiento de que su hijo, no es que sea acosado, sino que es él, el acosador, y conviene prestar la máxima colaboración con el entorno escolar. Cuando alguien acosa, procura hacerlo fuera de la vista de quien pudiera reprenderle, y créanme no siempre es fácil darse cuenta sobre todo en los comienzos. A veces nos preguntamos: ¿Cómo demonios no se han dado cuenta en el colegio? Claro que se dan cuenta, de hecho, son muchas las situaciones de acoso que se cortan de raíz, pero unas pocas, pueden llegar a escaparse por su complejidad máxime cuando la comunicación padres escuela es deficitaria ¿Cómo demonios no se han dado cuenta en su casa?.