200 LATAS

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Cuatro indefensos

Hete aquí que se queda uno de “Rodriguez”, y en tal situación descubre sensaciones gastronómicas poco cercanas al trantán diario de la cocina doméstica. Y esa lejanía de mi amor por ella, -chiquetete dixit-, hace que descubra como gran estrella sabores y momentos de máxima consideración. Veamos…

“Rodríguez”, sólo en casa, se encuentra con un seguro de vida alternativo a la comida de hogar: las latas, encubridoras de apetecible y exquisito manjar que anula fogones y cansinas elaboraciones. Basta con un solo dedo para tirar hacia arriba de la pestañeja, y a comer como un señor…, eso sí, en soledad como extraordinaria compañía.

Ni cucharas, ni accesorios, un abrelatas de los de antes, que ya ni siquiera es necesario como queda expresado en párrafo anterior.

Y con qué te encuentras…? Pues con una alternativa de latas variadas, repertorio de alimentos enlatados, conservas de toda la vida con aires sofisticados propios de la evolución gastronómica, mezcla de tradición y creatividad, en recipiente de hojalata y aluminio indestructible que protege al alimento desde su fabricación hasta el consumo del mismo.

Qué buena pareja una lata de cerveza y una latilla de almejas…, que no hace falta más…, que “pa” qué queremos más… Un simple “cachejo” de pan de molde, que en todas las casas hay, y ya tenemos placer de dioses sin necesidad de pedir reserva en el restaurante de al lado, templo gastronómico para celebraciones grupales de otra índole.

Anchoas de Santoña, guay del Paraguay, chipirones en aceite, calamares en su tinta, caballa en aceite y tomate exquisita, junto a la ventresca de bonito, la tajada más suave y delicada de este pez, lujo enlatado que quita el sentío…, el atún tan rico, las sardinillas en aceite, calamares en su tinta, huevas de bacalao, chirlas al natural, navajuelas o langostillos al natural, con el complemento de la latilla de pimiento morrón o del piquillo, espárragos blancos, idóneos para zampar alternando con lomos de caballa al grill, con la latilla al lado de berberechos al natural, bocado de preocupar, sin olvidarnos de otra latilla de paté de oca, o de ciervo o de morcilla, o de perdíz…

Bendito, bendito, qué rico todo, y qué me dicen de los jureles en escabeche, los callos a la madrileña enlatados o la fabada de la abuela en bote hermoso…

Y sin olvidarnos de la joya de la corona, los mejillones en escabeche, válidos para funcionarios, carpinteros, mecánicos, ferrallas, pintores, albañiles…, todos los gremios, tanto para almorzar, como para la hora de la comida o la hora nona…

Manolo y Benito, manos a la obra, consumían cantidades ingentes de latillas a pie de obra.

Repertorio de latas para que no se aburra ningún marido en secuencia “Rodriguez”. 200 latas o más, que ofrecen alternativa a la cocina doméstica, sin necesidad de tocar el fogón. Gastrotuya, que no gastro no mía, que sustituye sin esfuerzo al pan nuestro de cada día, en días reflexivos acompañados de calurosa soledad que no cata bocado.

En caso de guerras, pandemias, escaseces o momentos de inseguridad gastronómica, las 200 latas remedian necesidades, con momentos de disfrute de alta valoración. Incluso quienes estén en la playa y lean estas coyunturas, disponen con este escrito de fuente de información culinaria para alimentarse sin necesidad de moverse de la hamaca playera, con el mar siempre a la vista.

No son necesarias pautas modorras para un buen “Rodriguez”, no es preciso que nos den la lata a base de consignas metódicas que son ignoradas, más que nada al no sentir amenaza ni presión cercana, que en situación normal obliga al sí, cariño, sí…

Y de postre, lata de piña o macedonia, que ya viene pelada, no te la tienes que pelar, ni falta que hace, ni falta que me importa…

La cerveza del Rufi, con una buena lata de almejas al natural con limón exprimido, una lata de cerveza permanente en el frigo, otra de tónica, coca cola o fanta, con medida justa de wisky o ron, por ejemplo, “pa” qué las prisas… 200 latas. Válgame Dios.

-Tas olvidao de las aceitunas…

*Anda, coño, es verdá…!

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