CAUDAL DE GENTES EN LOS PATIOS DE DAIMIEL

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Jesús y Elvira (Patio Calle Prim 34)

Fotografías: Juan Moya

Esa mañana, desayunamos en el patio -como es costumbre con el buen tiempo- y dimos los últimos retoques antes de abrir: recoger lo que el viento había “descolocado”, quitar alguna mancha del suelo de alguna gota de leche caída de manera inoportuna durante el desayuno, recorrer dos centímetros alguna planta que creíamos descolocada y poner el cartel de “Patio abierto por la Ascensión”.

            Sin duda, abrimos con la misma ilusión que desconcierto, pues no sabíamos qué tal sería acogida la iniciativa que la Hermandad de la Virgen de las Cruces había tenido para dar más vistosidad, si cabe, a este día de la Ascensión, siempre vivido de forma intensa por los daimieleños.

            Cogimos nuestro libro bajo el brazo, y lo depositamos en el “rincón de lectura” del patio, con la idea de leer entre visita y visita, considerando que el chorreo de gente podría ser intermitente y, para qué engañarnos, pensamos que quizá escaso.

            No imaginamos que el chorreo sería un caudal de gentes de nuestro pueblo que, con gran ilusión, acudían a ver esos patios que son tan nuestros y que tienen (la mayoría) tanta historia, y tantas historias detrás.

            Un ir y venir de gente durante todo el día, que con entusiasmo recordaban esos tiempos de patios de vecinos, de tiempo compartido en ese espacio tan nuestro y que, cada vez, se ve menos en las actuales viviendas.

            Gente que alababa la labor de mantener los patios a punto, y que se interesaban por el cuidado de plantas y ornamentos, pero que, sobre todo, agradecían la hospitalidad de quienes habíamos abierto nuestras casas, para poder asomarse a ese “tiempo pasado” que muchas veces, como reza la canción, fue mejor.

Fue tal la afluencia, que el horario de los patios se prolongó de manera espontánea, pues tanto vecinos como propietarios, disfrutamos a lo grande de la jornada.

            Cuando compartimos el buen sabor de la experiencia con el resto de los vecinos que habían abierto sus patios, encontramos en ellos también sorpresa de la gran acogida de la iniciativa, pero sobre todo, todos compartimos que nos encantó poder vivir la jornada de “puertas abiertas” para darle a nuestros patios el sentido que nunca debieron perder: el de acogida y hermandad.

            Desde estas líneas, agradecer, por supuesto, a la Hermandad el entusiasmo y la disponibilidad ante la sugerencia de esta idea, a la que dieron forma de la mejor manera y con la mejor de sus intenciones. A Manuel, su presidente, por su cercanía con cada uno de los propietarios de los patios. Pero ante todo, gracias a esas personas que, a pesar de las adversidades, pusieron a punto sus patios para la ocasión, o lo abrieron a pesar de que los años pesan y mucho, o incluso cuando el momento personal que se está viviendo es doloroso…  Que Dios bendiga vuestra generosidad y la Virgen de las Cruces os proteja siempre.

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