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Por Daría Loke Fuera
– Buenos días.
– Buenas tardes.
– ¿Qué se trae usted entre manos?
– No, nada. Mire, son los dedos.
– Es que lo veía un poco mustio.
– Mus tío carnal, más bien.
– Está usted en todo.
– Depende de los días.
– Ahora que se nos acaba el año.
– ¿Ya no le queda nada?
– El último se lo llevó una señora sin piernas.
– Pero, ¿anda por aquí?
– No, no tiene piernas.
– Vuelve usted a las andadas.
– Que no, que no tiene piernas.
– ¡Pobre María Luisa!
– Era de Laponia.
– La ponía bastante triste.
– Era la niña bonita.
– Está usted en lo cierto.
– Pero no acierto a saber.
– ¡A saber!
– En casa se comentó mucho.
– Es lo que tienen las casas.
– Las casas y las cosas.
– ¡Pero qué cosas dice!
– Puedo decir más.
– Es cosa suya.
– Pues mire, mire: mequetrefe, ludibrio, bonhomía…
– ¿Bonho suya?
– Y vuelven a beber…
– Pues campana sobre campana, no le digo más.
– Si no me dice más…
– No, no, no se ofenda.
– Si usted me dice ven, lo dejo todo.
– Patas arriba, incluso.
– Siento que empieza un nuevo año.
– Pues yo me siento a esperarlo.
– Buenos días.
– Buenas tardes.