“Y ES QUE NO QUIERO QUE LLEGUES, ME CONFORMO TAN SOLO CON VERTE LLEGAR”

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Autor: Alberto Honrado Diaz-Salazar

Es miércoles 3 de abril, todavía queda más de una semana pero Ramón levanta su persiana descontando una mañana más y una menos, él se entiende…

“Mamá ¿has revisado las túnicas?, recuerdo que el año pasado dijiste que ya para este año no me valdría el bajo de la mía colorá”.

“¡Pero si aún falta mucho Ramón!”

“¿Y la harina, el azúcar, la miel… la tenéis ya preparada?”

“¡Sí!, ¿te quieres calmar un poco?, pronto empiezas este año hijo…”.

Le gritaba su madre con cierta cara entre resignación y sensación de agobio.

Y es que para Ramón la cuenta atrás ya había empezado días antes; esa cuenta que va restándole horas a su reloj particular que cada año se pone en funcionamiento en cada cofrade, que como Ramón, quiere que pase el tiempo lo más rápido posible y la vez que se detenga en cada instante.

Sale a la calle esperando cualquier señal que le diga que en su pueblo la Semana de Pasión está cercana: carteles, balcones, escaparates… y cada avance es una miguita más en su camino personal hasta ese deseado Domingo. Estas fechas son de lucha interior en su pensamiento, de cierto contraste entre una paciente impaciencia, unos nervios sosegados, una espera sin parar quieto. Pero Ramón lleva esperando todo un año que esas sensaciones vuelvan otra vez a él, ¿Cómo no va estar impaciente?, si lleva todo un año añorándolas.

Y es que son tantas las sensaciones acumuladas en un corto espacio de tiempo, que no quiere perderse nada, que no se le escape nada de su retina, de su paladar, de sus oídos. Quiere empaparse de todo cuanto vaya llegando estos días y su agenda particular la tiene más que diseñada en su cabeza, no hace falta apuntarse nada, ¡qué va!, y es que aunque Ramón aún es joven ya percibe desde hace tiempo que algo en él cambia en estas fechas, que se siente un elegido y un privilegiado por vivirlo de esta manera, y también cierta pena, por qué no decirlo, pensando que otras personas no puedan llegar a sentir y percibir lo que en su interior se mueve en esta bendita espera.

Pero por fin esa espera siempre da sus frutos y el reloj particular de Ramón ha descontado todas sus horas.

No sé cuantas veces ha pasado al cuartillo de las túnicas a revisar que todo esté a punto: Medalla, túnica, capa, guantes…, ha quedado ya dos veces con sus primos para comprobar que todo el mundo tiene clara la hora y que nadie se retrase, quiere llegar a tiempo para coger su ramita de olivo.

“Ramón quieres estarte ya quieto e irte a la cama”

“Ya voy, ¿seguro que has llamado a la tía?”

“¿Otra vez hijo…?”

Hoy se duerme poco, si no poco, al menos se duerme peor; y lanzando esa última plegaria al cielo para que la próxima vez que levante su persiana un sol radiante le de los buenos días, y por fin ya poder decir:

¡ES DOMINGO DE RAMOS!

“Y ES QUE NO QUIERO QUE LLEGUES, ME CONFORMO TAN SOLO CON VERTE LLEGAR”

Dedicado a todas y todos esos “RAMONES” de Daimiel, que estos días ansían la llegada de su SEMANA MAYOR.

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