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Manuel Molina
París es muy grande, cómo va a darse esa casualidad, le comenté a mi novia cuando me preguntó si le había escrito. Hacía unos meses le habíamos visitado para recorrer juntos esas calles con ojos de novatos escritores. Aquel 13 de noviembre tras un día largo de trabajo, veíamos una serie hasta que todos los canales de televisión conectaron a las puertas de una sala de conciertos y el campo de fútbol donde jugaba la selección francesa. Desde el sofá abrí Facebook y comprobé que en su perfil había puesto un mensaje indicando que estaba bien, aquello me calmó. Mira, dije enseñando la pantalla del móvil, está bien, ya te he dicho que París es muy grande.
Varios años antes, la literatura había vuelto a unir una amistad adormecida y sería Ramón quien despertase en mí una vocación que hoy apuntala horas infinitas de charla sobre autores, estilos y futuros proyectos. En sus visitas a Daimiel verificaba en primera persona como avanzaba concienzudo, hasta el punto de retrasar nuestras citas porque una frase no terminaba de cuadrarle.Sería entonces cuando pude comprobar que estaba decidido a pulir esta novela y hacerla volar alto. Tuve el privilegio de leer (casi siempre por él mismo) fragmentos que debatíamos o nos hacían reír desde ese punto de humor que la novela recoge en algunos episodios. Por ellono me ha sorprendido el rotundo éxito que el pasado Sábado 27 obtuvo en el espacio Fisac de Daimiel, donde desde un lugar privilegiado, vi a Ramón enseñar sus tripas para dar a conocer a todos los asistentes la gran experiencia vital que ha sido para él escribir Paz amor y death metal. El acto, dirigido con maestría por Isidro López y comentado por Ismael Terriza y un servidor, fue una montaña rusa de sentimientos donde se tocaron todos los ámbitos que con valentía Ramón ha recogido en su primera novela.
Paz Amor y Death Metal es el fruto de un talento que ha ido madurando con el paso de los años y la búsqueda de un estilo propio. La novela es un canto vital sobre la inmensa naturaleza humana y la fuerza para salir adelante. Con un lenguaje sin florituras (como su querido Hemingway), pero fluido y directo, el libro de Ramón González te atrapa desde la primera parte donde narra su llegada a la sala. Después, conforme avanza la lectura Ramón da a conocer al lector el proceso de sanación y la duda infinita de como replantearse la vida tras un hecho de tal envergadura. Ese trabajo dividido en tres partes diferentes pero necesarias entre sí, te adentra por un torbellino de sentimientos y desgrana una sociedad cada vez más perdida y gris.
Dos tardes después de abrir el paquete que contenía el libro editado por Tusquets, concertamos una llamada donde le hice saber que la semilla (término que solíamos utilizar para describir el comienzo de esta vocación) había germinado.