RICARDO FERNÁNDEZ DEL MORAL, PISANDO FUERTE

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Uno del pueblo.
El artista de Daimiel sigue siendo el mismo. Humilde, sencillo, campechano, amigo de sus amigos y enamorado de su pueblo, donde continúa afincado. Su permanente viajar por el mundo le ha dotado de ese puntito de experiencia sabia, alternando en escenarios de excelsa audiencia con primeras figuras del arte que tan bien interpreta. Un antes y un después desde el triunfo en La Lámpara Minera, marca el devenir artístico de nuestro paisano Ricardo Fernández del Moral, frecuente compañero sobre las tablas de divos y maestros del arte que enaltecen. Como los buenos vinos, nuestro paisano, mejorando con el paso de los años…
– Al cabo de seis años desde tu gran triunfo en La Unión, ¿te sientes valorado, respetado querido…?
Sí, sí, muchísimo. Me siento súper querido, súper valorado. La gente me lo demuestra, mi pueblo me quiere y me respeta y el mundo del flamenco me tiene en gran estima.
– ¿Cuál sería tu retrato actual?
Es complicado hablar de uno mismo. Estoy a gusto y me siento cómodo con lo que hago, pero prefiero que sean los demás quienes me hagan el retrato.

– ¿Se puede vivir de un estilo musical minoritario como es el flamenco?
Con matices. Hay que abrir el flamenco hacia la gente joven, público nuevo que se sienta atraído. Y hay que matizar la manera de hacerlo, con toques populares que sirvan de reclamo, mezclado con el flamenco clásico, flamenco puro. La zambra, bulerías, soleá, tangos, tanguillos… etc., gusta a todo el mundo y ese sería un buen camino para reunir en torno al flamenco a gente joven. A partir de ahí, se puede vivir del flamenco.
– Has compartido escenario con artistas de primer nivel…
Sí. He actuado con José Meneses, Miguel Poveda, Carmen Linares, José Mercé, Niña Pastori…, incluso acompañé como guitarrista a Chano Lobato, hace tiempo de esto, todo un personaje en el flamenco.
– ¿La pasión que transmites desde las tablas, revela tu propia pasión por el flamenco?
Supongo que sí. Yo sé lo que pongo de mi parte para hacer lo que hago. Siempre voy al límite; en el Teatro Real de Madrid, en Daimiel o en cualquier escenario menor, doy lo máximo de mí. Lo que se hace de verdad, llega claramente al público y eso es lo que yo intento. Y además, a mí me gusta y así lo hago.
– ¿Hay algún secreto inconfesable entre la guitarra y tú?
No. No hay ningún secreto entre nosotros. Con todas las horas que pasamos juntos, ella sabe mucho de mí y yo de ella… no hay secretos.
-¿Lo mejor que te ha pasado en un escenario?
Ganar el Cante de Las Minas.
– ¿Y lo peor?
La memoria selectiva del ser humano, desecha pronto lo peor. Son treinta años en el escenario y lo malo que pueda haber pasado enseguida se olvida. Sí, alguna anécdota te podría contar, pero lo dejamos para otro día.

– ¿Tu temporada dura todo el años?
Sí. Además este año especialmente está siendo intenso. Desde enero, no hemos parado en todo el año, si bien la máxima intensidad está siendo ahora, en verano que media España anda de fiestas.
– ¿En qué medida la gente joven asiste a tus conciertos?
Sorprende la cantidad de gente joven que acude y se interesa por el flamenco. Es un grato descubrimiento comprobar la afición que existe por la guitarra, el cante, el baile y por la cultura flamenca, gente joven que está puesta y controla este mundo y además me miran y tratan con respeto al maestro. Me sorprende y agrada.
– ¿El momento estelar en tu carrera, inolvidable para ti?
Después de actuar en importantes escenarios, muy importantes, para mí el Cante de Las Minas en La Unión, en Murcia, sigue siendo el punto de inflexión. Solamente participé una vez y gané en cinco de los seis palos que permiten inscribirte. Es un récord en la historia de La Unión.
– Daimiel, tu pueblo, tu lugar desde siempre…
Daimiel es la repera, la releche…, la gente me apoya, me trata de maravilla, me anima, me acompañan en los conciertos cercanos…, siento que el pueblo está conmigo.
 
Ricardo Fernández del Moral, de Daimiel, guitarrista y cantaor flamenco en lo alto del escalafón. Sin prisa pero sin pausa, escalando posiciones y pisando cada vez más fuerte.

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