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Se estremecieron los cimientos arqueológicos de la Motilla y se removieron los restos de nuestros ancestros ante la explosión artística que allí se produjo en el concierto de Ricardo Fernández del Moral en la noche de San Juan. Las estrellas fueron espectadores desde arriba de un espectáculo inédito en Daimiel, pero entre todas no alumbraron lo suficiente ante el verdadero astro de la noche, que fue nuestro Ricardo que puso la luz, la magia, guitarra y voz, acompañado por dos magníficas bailaoras que completaban con su danza los distintos palos que interpretó el artista daimieleño. El duende de la Motilla lo tuvo siempre a su lado. Qué noche la de aquel día. Aquí no hay hogueras, pero el fuego lo encendió el paisano, ostiás con el nene, sin h para no pecar con el vocablo.
Cerca de 600 personas presenciaron en directo esta demostración de poderío flamenco. Gente de distintas edades que se pusieron de acuerdo en el aplauso unánime, olés, vítores y gritos de torero. Personas embelesadas ante la excepcional guitarra y mejor voz de Ricardo. Público de diversos lugares de España que se desplazaron exprofeso para disfrutar la noche de San Juan admirando al cantaor y su show.
Flamenco puro, malagueñas, cante por soleá, -matriz del flamenco-, alegrías, seguidillas, sevillanas, arreglos de coplas, habanera, guajiras, tango, fandangos… un viaje variado por el fascinante mundo del flamenco ante el éxtasis de los presentes.
Superdotado Ricardo, de lo mejor en los palos artísticos que interpreta, artista excepcional, de Daimiel y además buena gente, educado, humilde, sencillo, un daimieleño del pueblo auténtico, tocado con la varita mágica de los artistas de alto nivel. Y con una sencilla capacidad para transmitir su arte. Un verdadero crack.
Este grandioso concierto quedará en el recuerdo, guardaremos la entrada para la posteridad. Bendito sea Dios que nos permite disfrutar de este intenso espectáculo protagonizado por uno de los nuestros. Piezas alemanas en el cerebro que urdió la idea de este gran evento. Un 10 para la organización.
Ricardo “el cantaor”, daimieleñísimo y bonhomía por bandera, con un poderío artístico arrebatador. Es él mismo. Sin comparación. En la catedral mundial del flamenco recibió el reconocimiento unánime de la Lámpara Minera. No nos extraña. Enhorabuena a sus padres, de casta le viene al galgo. Y de la Motilla del Azuer, al Teatro Real de Madrid. Regular la borriquilla.
GRANDE RICARDO
- Fotografías de Juan Moya