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Parece que nuestros políticos se están planteando la reforma de la asignatura de Filosofía en el Bachillerato. No se sabe muy bien si lo que pretenden es reducirla, transformarla o simplemente suprimirla, sin más. Confío en que esta, no sea la última opción definitivamente adoptada.
Alguno de los argumentos que manejan puede parecer a primera vista convincente: dejar más espacio para otras asignaturas. En realidad, no cuentan con más argumentos dignos de tal nombre. Incluso este, que parece convincente, no lo es, porque del mismo modo pueden quitar horas a la historia, al arte, a la música, etc.
El problema de fondo es, en efecto, la utilidad que pueden encontrar los alumnos en dicha asignatura. Pero el argumento de la utilidad es completamente inservible, porque de igual forma se puede aplicar a la literatura, al arte y, por supuesto, a la historia misma.
Trataré de dar mi opinión brevísimamente. La enseñanza de la Filosofía en Bachillerato es, en primer lugar, un hecho de justicia social. Sí, he dicho bien, de justicia social. Me explico. El recorrido histórico de la enseñanza de las Humanidades y de las Ciencias (si es que las Ciencias no son Humanidades) en Occidente demuestra que ha habido, al menos desde el siglo XVIII, un deseo de extender el saber a todos los hombres y mujeres. Es decir, intentar evitar que se constituya en privilegio exclusivo de una clase, estamento o casta. Si se suprime la Filosofía en Bachillerato se produce inexorablemente un retroceso al siglo XVII (cuando menos). No se podrá impedir, en este caso, que exista un grupo privilegiado con acceso a estos saberes y otro, mucho más amplio, que no tendrá acceso a ellos. En definitiva, hemos de sospechar que tras la propuesta de reforma de la Filosofía se ocultan oscuras intenciones.
Autor: Ángel Vicente Valiente Sánchez Valdepeñas, Doctor en Filosofía y autor del libro: “Supraesencial. El encuentro de la filosofía neoplatónica y el cristianismo en el Corpus Dionysiacum”