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Se abrió el portón de cuadrillas, se abrió el portón de los sustos, se abrió la temporada oficial en España como es tradicional en los cosos de Ajalvir y Valdemorillo –Comunidad de Madrid-, en enero y febrero respectivamente. Y detrás vendrán las grandes ferias de Marzo –Olivenza, Castellón, Valencia-, a la espera del plato fuerte de Sevilla, ya en Abril. Los aficionados ya estamos expectantes, pero con la sensación de no saber cuántos somos. Las corrientes contrarias a nuestra afición volverán a ponernos en entredicho con sus repetidos argumentos pro-animalistas, como si nosotros los taurinos estuviéramos en contra del mundo animal…
Toreros y taurinos profesamos una religión llamada tauromaquia, sin buscarle muchas explicaciones; la tauromaquia gusta o no gusta, pero no le des muchas vueltas ni indagues razones más allá de la fe en el arte de Cúchares. Fernando Sánchez Dragó comenta en EL MUNDO: «Cada aficionado ve en el ruedo lo que quiere ver: arte, espectáculo, pan y circo, deporte, alarde, ritual, entretenimiento, danza de la muerte… Yo veo religión, un sacramento».
Miguel Bosé, hace años se refería a este asunto manifestándose en términos parecidos: «Los toros es como la religión, o crees o no crees, pero no lo pienses mucho». O sea, cada aficionado interpreta, según su criterio y sensibilidad, el llamado arte de la tauromaquia, con más o menos fe.
Pues aquí en Daimiel, iniciamos la temporada con fe y con la mención destacada que recibe la corrida de la pasada feria –ganadería Valdefresno- en la revista –libro «Tierras Taurinas», de ámbito nacional e internacional. El ganadero del citado hierro se refería a los toros lidiados en nuestra plaza: «En Daimiel lidiamos un corridón de toros enorme… Salieron tres toros muy buenos, bravos, enrazados, con motor y embistiendo por abajo. Y todos ellos, impresionantes de presencia». No está mal vernos destacados en el planeta taurino por estos motivos. Es buena manera para ir mentalizándonos desde ya con vistas a la feria de Septiembre, que no hagamos tarde y cojamos al toro por los cuernos, en corto y por derecho y sin entrar al trapo de provocaciones adversas antitaurinas, para de esta forma rematar la faena sin necesidad de que nos den algún aviso. Amén.