De la corrida de feria

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Con los deberes hechos, y aunque siempre surgen imprevistos que hay que resolver sobre la marcha, la corrida de este año se presentaba tranquila en cuanto a ganado se refiere. Había anunciada una impresionante corrida de toros, una corrida con una presentación no vista en Daimiel hace mucho tiempo, una corrida muy seria de trapío y rematada. Además de unas encornaduras impresionantes. Una corrida de Valdefresno (ganadería de primera) que bien podía haber pisado cualquier ruedo de primera categoría.
Y así fue, en mi actuación como Presidente en los previos a la celebración del festejo, todo transcurrió con normalidad. Aunque siempre hay imprevistos, el camión que transportaba los toros se vio afectado por un accidente y el correspondiente atasco al cruzar Madrid y llegó más tarde de lo previsto, lo que provocó un retraso en la salida de los toros al ruedo de la Plaza, con el consiguiente enfado del público que esperaba.
Y aquí surgió la anécdota, una de esas que te van sucediendo a lo largo de los años y que luego recuerdas y cuentas cuando llega la ocasión. Como andábamos con retraso y el personal ya estaba impaciente, para echar los toros a la Plaza, había que retirar un tractor que acondiciona el albero y que estaba en el ruedo. Como el personal de la plaza estaba en otras funciones, y el tractor era igual que el de mi padre (q.e.p.d.) pues dije, vamos a acelerar, y eso hice, acelerar la salida de los toros a la plaza subiéndome al tractor para sacarlo del ruedo. Circunstancia que provocó el asombro de algunos, que no recordaban que vengo de familia de agricultores.
Se descargó la corrida, con alguna pelea entre dos toros, pero sin consecuencia. Los veterinarios realizaron sus dos reconocimientos a los animales, declarando su utilidad para la lidia. Y esa fue la tónica habitual en cada uno de los hechos que se fueron sucediendo, reconocimiento de caballos de picar, del ruedo, sorteo, comprobación de banderillas, puyas, etc. y enchiqueramiento.
Y llegó la Corrida, como siempre y junto al Delegado Gubernativo, se desprecintan la caja de las puyas, se comprueba que el personal médico esté al completo, ya que sin él no se puede comenzar el festejo, se revisa que el personal de plaza cada uno ocupa su sitio y se espera a matadores, banderilleros y picadores para comentar circunstancias del festejo, del modo de picar, con el director de lidia (que es el matador más antiguo) si quieren regar el ruedo, etc.
Del transcurso del festejo, pues también resultó tranquilo, salvo Morenito de Aranda que exteriorizó su descontento al no concederle la segunda oreja en su primer toro, premio excesivo para la faena y la estocada, y que consideré que no era merecedor.
El susto con Luis Miguel Vázquez y la cogida sin consecuencias al entrar a matar  y poco más, como la habitual intención de cambiar de tercio en banderillas no teniendo el toro los palos reglamentarios.
Tras finalizar el festejo, pues a cumplimentar los reconocimientos «post mortem» y firma de actas correspondientes para remitirlas a la Consejeria, según ordena el Reglamento vigente.

Y así transcurrió este año la misión que me encomienda el Alcalde, y que ya lleva haciendo diez años, sin ningún tipo de mención en las crónicas de la actuación presidencial. Esa es buena señal, pasar desapercibido habiendo hecho cumplir el Reglamento, que es mi función. Algún comentario por parte de un portal menor de información taurina, donde tachaban mi actuación de desafortunada al no conceder la segunda oreja a Morenito, comentario refrendado únicamente por una persona, fruto de lo que está ocurriendo últimamente, hay ciertos “aficionados” que sin la objetividad necesaria y con el fin de acceder gratis a la plaza se lanzan a realizar crónicas que se alejan la mayoría de las veces de lo ocurrido en el ruedo y que te hacen dudar muchas veces de lo que se escribe sobre los festejos y lo realmente ocurrido en el ruedo.

Como aficionado, pues de forma resumida, intachable presentación de la corrida ( una vez pasada la corrida quizá puedo pensar que fue demasiado seria para Daimiel), con un cartel interesante para aficionados, que demostró no ser así para el público en general. En ciertos momentos la presentación de los toros transmitió al tendido temor por parte de los actuantes. Los toros recibieron mucho castigo y mal ejecutado,en el caballo, lo que acusaron en la faena de muleta, y que demandaron firmeza y mando que en ocasiones faltó. Luis Miguel por desgracia no estaba en plenas facultades por su reciente actuación y fractura de costilla en Villarrubia y además sólo pudo lidiar a un toro. Y se mató mal, sobre todo Eugenio de Mora, que de haber acertado con la espada hubiera acompañado por la puerta grande a Morenito, y que mostró su monumental enfado en su fallo a espadas y en el de su tercero con el verduguillo, Víctor Cañas, que le levantó varias veces los toros, circunstancia que el público de Daimiel le recriminó con una sonora pitada. Aunque ver torear, vimos.
En el recuerdo aún tengo el gusto de Morenito de Aranda en varias tandas con la muleta, demostrando el gran torero que es, la firmeza de Eugenio sobre todo en el último de la tarde, que mató por Luis Miguel, consiguiendo sacarle al toro muletazos largos y con Luis Miguel y la plaza rugiendo en dos verónicas ganándole terreno al toro y largos naturales de preciosa estampa, como Luis Miguel y pocos saben. Nos quedamos con ganas de más y mejor, pero a otro año será. Si Dios quiere.

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