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Ángel Vicente Valiente Sánchez-Valdepeñas
Fotografías: Rio Rojo
Si paseamos por la calle de la Dehesa contemplaremos, como por arte de magia, un rincón singular, sugestivo, íntimo. Se trata de lo que antiguamente se llamaba El Parterrillo y posteriormente la Fuente Juanillo. Es un lugar propicio para la evocación y el retorno al pasado. Sus acacias y álamos han sido testigos silenciosos de una parte importante de la historia de Daimiel, la relacionada con el suministro de agua a la población.
Hasta mediados de los años cincuenta para el agua potable la gente acudía a fuentes públicas. Como nadie tenía agua corriente, existían las cubas, que las transportaban en una especie de carro con una mula y la vendían por un precio módico. El agua era únicamente para beber. En las casas se guardaba en una tinaja. Para lo demás estaba el agua de los pozos.
En mi casa había un pozo, que de vez en cuando yo contemplaba, como se contempla el mar o una laguna. También tenía eco y nos gustaba decir palabrotas para que se repitieran. Cosas de críos, que no son conscientes de los peligros. Por eso nos llevábamos algún coscorrón. Poco podía imaginar en aquellas fechas que ese pozo desaparecería, junto con otras cosas. También recuerdo las tinajas que había en mi casa y en la de mis tías. Las tinajas se cubrían con una tapa de madera. Lo recuerdo perfectamente.

Según cuentan algunos que tuvieron ocasión de verlo, las colas para el agua en la Fuente Juanillo eran enormes. Habitualmente eran las mujeres las que acudían con sus cántaros o cacharros a recoger el agua. A veces era algún mozalbete. Esta era una ocasión para charlar sobre las circunstancias del momento y para el cotilleo.
El agua para el consumo doméstico se canalizaba desde la finca El Allozar, en Villarrubia de los Ojos, a través de El Nuevo y Navaseca hasta llegar al antiguo lavadero. Se instalaron algunas fuentes. Además de la Fuente Juanillo , había otras: en el Altillo, en la plaza de Almagro, en la sacristía de Santa María, etc. En esas fechas se puso en marcha la red de distribución de aguas
María Asunción García-Consuegra, en un trabajo brillante, ha estudiado detenidamente y con profundidad el proceso de la llegada del agua potable a Daimiel, que tuvo lugar en 1890. Don Patricio Redondo , propietario de la finca El Allozar, estaba en negociaciones con el ayuntamiento de Ciudad Real, cuando le propuso al alcalde de Daimiel traer el agua desde los manantiales de su finca.
En la escritura firmada ante el notario don Manuel Aranda el 21 de diciembre de 1889 se detallan una serie de condiciones. Entre ellas, que el agua será suministrada en varias fuentes públicas; no será permitido lavar en ellas ropas, verduras, ni objetos, ni abrevar caballerías. El emplazamiento de las fuentes públicas será en Plazuela de Lepanto (después se cambió por Plaza de Almagro), Plaza de Santa María, Plaza de San Pedro y de San Antón (El Altillo).

En enero de 1892 se llega a acuerdo para la instalación de fuentes en Casa Consistorial y escuelas de nueva construcción. También para surtir la fuente central del parterre de Santa María.
Según cuenta Jesús Gutiérrez Torres en un excelente artículo, el 25 de mayo de 1928 el alcalde de Daimiel, que en aquel entonces era Juan José López de Pablo, informó en el pleno del ayuntamiento de los trabajos preliminares para realizar una traída de aguas y una red de alcantarillado. Todos los concejales estuvieron de acuerdo y decidieron tomar como base un antiguo proyecto de alcantarillado realizado por el Marqués de la Viesca, con algunas modificaciones. Encargaron el proyecto al arquitecto madrileño Benito González del Valle, con un importe de 1.300.000 pesetas para su construcción.
El 27 de enero de 1930 el alcalde mandó constituir una comisión para analizar dicho proyecto. Nunca se llevó a cabo por la falta de medios económicos del municipio. En 1933 y en 1940 se volverá a retomar el proyecto para abandonarlo definitivamente.

Bastan estas pinceladas para percatarnos de la importancia del abastecimiento de agua. También para darnos cuenta de que la Fuente Juanillo ha sido testigo de una parte importante de ese largo y pintoresco proceso. En fin, al pasear por este rincón creo que estaría bien echar una mirada compasiva y agradecida a esas acacias que nos recuerdan en silencio una parte importante de nuestra historia.