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Paki García Velasco Sánchez
Según la creencia de los antiguos celtas, la noche del 31 de octubre la línea que separa el mundo de los vivos y de los muertos se debilitaba, permitiendo así, que los espíritus cruzasen al mundo terrenal para visitarnos y caminar entre nosotros. Esta es una de las muchas leyendas e historias que rodean esta última noche de octubre.
Aquí en Daimiel, como en otros muchos municipios y pueblos españoles, cuando llega la mágica noche del 31 de octubre, las calles se empiezan a llenar de diminutas brujitas, de fantasmas juguetones, de muertos risueños y como no, de zombies muy muy traviesos…y todos ellos con un único y dulce objetivo en común: “¡dar caza al mejor caramelo!”.
Y a pesar de que este año no estaban los ánimos para celebraciones debido a los últimos acontecimientos acaecidos en España, algunos padres han hecho una excepción y no han querido que sus hijos, (algunos de los cuales calificaban a esta, como la mejor noche del año para ellos), pierdan la ilusión que conlleva esta festividad. Haciendo así que nuestro pueblo volviera a ver sus calles abarrotadas de pequeñas criaturas de la noche que, junto con sus diminutas cestitas de calabaza en mano, han ido recorriendo casas, comercios y locales, repitiendo el clásico «¡Truco o trato!», mientras sus risas resonaban en el ambiente.
Así, un año más, tuvimos la alegría de dejar caer dentro de sus coloridas cestitas: un chupa-chups, una piruleta, o algún que otro dulce delicioso de los muchos y variados que existen en el mercado. Para así, poco después, y con una sonrisa de oreja a oreja, salir tan contentos listos para repetir la hazaña en el siguiente lugar.
Y aunque sé que hay mucha gente que no siente afinidad ni les atrae esta celebración y piensan que es una costumbre que no deberíamos haber adoptado de los americanos, debo confesar que a mí me encanta. Solo con ver sus caritas llenas de ilusión y los ojillos que te ponen cuando sales a repartir las chuches acercando a ti sus envases para que les eches algo, ¡es algo simplemente genial!
De manera que, otro año más y por unas horas en esta festividad de raíces paganas, los niños han sido los verdaderos protagonistas y han dado un toque de misterio a Daimiel en la Noche de Brujas, esa mágica velada que muchos consideran la más oscura del año, pero que en realidad y para los más pequeños, es una noche de lo más dulce, una noche que se llena de risas contagiosas y emocionantes aventuras, una noche para crear lazos, para compartir risas y disfrutar de la simplicidad de ser un niño otra vez … ¡esa es la alegría que trae la Noche de Brujas!!