ASI NO SE PARTE EL JAMON

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Uno del Pueblo

Al volver la Navidad, florecen de nuevo los recuerdos. Vas cumpliendo años y más valoras el significado de estas fiestas. Uno procura ser el mismo, pero sin duda los años retocan tus pensamientos anárquicos y a la vez confusos afirmados durante gran parte de tu vida. El orden institucional, calendario por medio, te sitúa trescientos sesenta y cinco días después en la celebración navideña.  Y en momentos de reflexión en tarde plomiza, le da a uno por pensar en  lo que significa esto de vivir, recordando un año tras otro el nacimiento de Cristo, figura histórica que marcó estela a seguir y que por ello fue eliminado.

Nosotros, con gas natural que mantiene la casa calentica y enciende los hogares del fogón, con jamón, queso y vino que a tós nos gusta, un abrigo de moda para el frío de la calle, unos cuantos euros para la bonoloto, la primitiva o la lotería de estas fechas, mas otros poquitos para chatear con las amistades, tenemos de sobra para estar en calma. Mantengamos la calma que de tó se sale.

Nos eliminan del Mundial, pero tenemos al Daimiel de los negritos, con ansia de ascenso. Nos sale en la pantalla de “Los Canarios” “resguardo no premiado”, pero tenemos la ilusión de que mañana o pasado o al otro nos salen cuatro euros de premio que reactivan tu fe e ilusión en la partida de la suerte. Que tienes que actuar de enfermero, asistente, camillero, acompañante o auxiliador general por accidente doméstico de tu parienta, pero tenemos el sin par momento de escuchar a Ricardo cantando por la tele el villancico de Queche, porque el Niño va a nacer, en un lugar de la Mancha que hay estrellas, sol y luna. Y en la Venta de Borondo la Virgen mece la cuna. Y a todo esto, estando el señor don gato sentadito en su tejado.

Y los recuerdos a los que aludimos al  principio, nos devuelven al presente emociones y vivencias de tiempos pasados, épocas felices que ya no volverán, en compañías cercanas que ya se nos fueron al más allá, personas que campana sobre campana nos felicitaban las pascuas con el aguinaldo tras la misa del gallo y el chocolate con tallos posterior, a la espera de los Reyes que me trajeron una muleta con estoque simulado de madera, dada la afición del niño a los toros inculcada por su abuelo.  No había luces de Navidad, pero las luces internas nos alumbraban ilusiones y fantasías transmitidas por Jesús en el pesebre que sonríe porque está alegre.  Y con pastores que abajaron los cerros de Belén…

Abajaron los pastores

los cerros de Belén,

abajaron los pastores

los cerros de Belén.

(Esta estrofa cántese con música de «pero mira como beben…»)

Abajaron, abajaron,

abajaron los pastores…

los pastores, los pastores,

¡¡¡y nadie más…!!!

(Esta segunda estrofa, recítese sin más pero con énfasis)

Apláudanse ustedes mismos.

Esto de vivir conlleva ratos como el de esta tarde. Provisto de pluma y tintero, sin control cerebral ni emocional, uno da rienda suelta a pensamientos deshilvanados que conducen al punto de partida de este texto en el que se dice florecen los recuerdos en Navidad y que uno procura ser el mismo… ¿¿¿…???…

Lo que hace falta es que haiga salú. Sin conservantes ni colorantes. Y a mi cuñao Manolo le digo que así no se parte el jamón, que lo estás echando a perder. Y ya está montao el pollo en la noche de la misa del gallo. Esto es todo amiguitos.

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